Nuestro país tiene geografía sinuosa que descansa en un magma inquieto y agresivo y por ello necesita de un manejo de crisis especialmente cuidadosa y bien planificada. Sin embargo, frente a cada uno de los hechos de distinta envergadura que nos afectan, contemplamos con una cierta consternación, que la emergencia nos sobrepasa y las medidas y acciones propuestas son insuficientes, descoordinadas y poco adecuadas o, simplemente, extemporáneas.
En el sismo y posterior tsunami del año 2010, quedó en evidencia la falta de planificación y procedimientos adecuados que obligaron a las máximas autoridades a tomar en sus manos tareas de dirección y liderazgo que no eran compatibles con sus funciones propias y frente a las cuales, hasta hoy, están siendo sometidas a un escrutinio tanto de la justicia como de la opinión pública.
Posteriormente y con la colaboración anónima y voluntaria de una gran cantidad de profesionales de alto nivel se ha tratado de implementar una red sismográfica adecuada a la realidad nacional. Esta red si bien hoy día se está instalando, ha sufrido dilaciones insospechadas y su avance no concuerda con la planificación de cualquier proyecto por simple que sea.
Existe suficiente evidencia científica de que en un futuro próximo ocurrirá un sismo de gran magnitud en la zona norte del país. Frente a esta situación resulta impensable que Chile esté imposibilitado de conseguir y entregar a la comunidad científica e ingenieril, tanto nacional como internacional, los registros obtenidos de manera confiable y certera.
No podemos arriesgar el hecho de llegar a esta condición si pretendemos ser un país líder de la ingeniería sísmica mundial y un referente del desarrollo económico de los países emergentes.
Todo ello nos muestra la falta de voluntad política de compromiso tanto de la comunidad como de las autoridades para resolver el problema.
Estamos conscientes de que debido a nuestra idiosincrasia, como sociedad tenemos un importante nivel de imprevisión, pero no es posible que sigamos dilatando la creación de una estructura sólida para que las situaciones inesperadas no generen pérdidas de vidas humanas y materiales que son primordiales para el país.
Ahora un incidente de no tan gran envergadura ha puesto nuevamente en evidencia esta falta de planificación frente a una crisis. Basta una lluvia en la cordillera para que una zona altamente densificada del país y, por lo tanto, con una importante actividad económica se vea fuertemente afectada con cortes de suministro de agua que alteran la vida de su población e incluso la continuidad productiva de muchas empresas e industrias.
Si recorremos con detención los diversos sectores del país, encontramos que el manejo de las crisis adolece de fallas importantes; es cierto que básicamente se han implementado medidas para salvar las emergencias más inmediatas, pero todos hemos de estar conscientes de que estas medidas parecen ser insuficientes o bien regulan procedimientos que, en definitiva no son aplicados cuando una situación efectivamente lo requiere.
En cualquiera de los ámbitos a los cuales nos podemos referir encontramos una importante falta de procedimientos, estudios e investigación para enfrentar el manejo de emergencias y las agencias nacionales que deben administrar estas situaciones están en permanente restructuración y estudio.
Una parte importante de la opinión pública tiene la convicción de que las autoridades deben mostrar una decisión clara y definitiva frente a este problema, ejerciendo una voluntad política reconocible por la ciudadanía de manera que todos tengamos presente que podemos estar seguros y protegidos cuando cualquier catástrofe o hecho de la naturaleza ponga nuevamente a prueba nuestra capacidad para los hechos adversos.
Nuestro espíritu así lo ha hecho a lo largo de nuestra historia. Esperamos que así también lo haga nuestra razón.