El reciente anuncio de Giorgio Jackson de que será candidato a diputado no debe haber sorprendido a nadie. Lo que sí sorprende es que haya elegido la comuna de Santiago, como su primera incursión en la política de pantalón largo.
¿Qué tiene Santiago, que atrae tanto en política? Lavín la eligió para emigrar de Las Condes, en vez de optar por una comuna emblemática para la clase media chilena, como podría haber sido La Florida, y luego la bautizó como “la madre de todas las batallas”, cuando Alcaíno logró mantenerla en manos de la Alianza.
Ravinet, Schaulsohn y Trivelli, por su parte, la han apetecido con distinta suerte, e incluso hace poco asistimos a uno de los peores bochornos electorales del último tiempo, cuando el alcalde en ejercicio ofrecía un balcón que al final ni él mismo pudo ocupar.
En esto, hay mucho de simbolismo: Santiago es la capital del país, y eso de por sí ya es un tremendo orgullo. No por nada los dos diputados que hoy representan a este distrito fueron subsecretarios del Interior, un cargo de alta responsabilidad política, y obviamente, de mucha visibilidad.Pero dicho pergamino cobra mucha mayor relevancia cuando se trata de un alcalde que de un legislador. En el Congreso es un voto más, y en el distrito, la autoridad debe competir con ministros, subsecretarios, dos senadores, otro diputado, una alcaldesa y un montón de personajes de abultado currículum político.
OK, el simbolismo influye, pero no puede ser todo. Probablemente, a Giorgio le hayan importado razones coyunturales, como el reciente triunfo de Carolina Tohá, lo que sin duda le favorece el camino, o el hecho de que Felipe Harboe esté pensando seriamente en cambiarse de Hemiciclo.
También debe haber reparado en que se trata de un distrito/comuna, lo que le permite maximizar -pensamiento de ingeniero- la recolección de votos en pocos metros cuadrados.
Es decir, la campaña se hace mucho más cuesta abajo, con un escenario como el que describimos. Pero, en el fondo, creo que al correr por Santiago, Jackson se equivoca, si sigue aspirando a transformarse en el joven líder de una nueva generación.
Efectivamente, el prestigio que puede significar representar a la capital del país adquiere mucho más valor después de décadas de actividad pública. Por este afán casi mesiánico, muchos han quedado en el camino. Se nos olvida, pero han sido candidatos por Santiago, Tomás Hirsch (2000, no electo ni como alcalde ni como concejal), o Rolando Jiménez (2004, candidato a concejal, no electo), entre muchos otros.
Por el contrario, cuando uno protagoniza su primera contienda, y en especial con el background que Giorgio ha podido acumular en poco tiempo, se pueden realizar apuestas más creativas.
O recurrir a un distrito más hipster y cool, como Providencia/Ñuñoa, en el que el ex Presidente de la FEUC ya tiene bastante camino recorrido y en el que, de paso, podría arrebatarle a la DC uno de los sillones más emblemáticos, ya que Jorge Burgos ha anunciado que no va a la reelección. Y si no puede ser ahí, hay alternativas mucho más arriesgadas: un distrito de clase media emergente, o uno vulnerable-vulnerable, en el que Giorgio pueda configurarse como una alternativa de cambio real para la política.
Pero Giorgio insiste en ir por Santiago. La comuna más tradicional de las tradicionales. Ni siquiera ir dentro de la Concertación le ayudará (al revés, será un dolor de cabeza, por la evidente contradicción entre querer hacer ruido en política, y participar de un conglomerado obsoleto).
Alguien dirá que en nuestra comuna capital ha habido renovación, y que ahora hay barrios excéntricos, aunque acotados, que valorarán su revolución democrática.En esto no hay que perderse. Giorgio, el Barrio Brasil no vota.