Mucho se ha escrito y opinado sobre la elevada abstención en las pasadas elecciones municipales, sin duda, el fenómeno más destacado de dichos comicios.Insuficiente educación cívica, descontento y escasa renovación de liderazgos, han sido algunas de las explicaciones que se han dado, siendo la más reiterada la desconfianza en los políticos, las instituciones y en el valor del voto como instrumento de cambio.
Tenemos otra abstención, que no ha merecido tanta atención de la opinión pública y que es, también, muy preocupante. Se trata del elevado rechazo de los trabajadores independientes a afiliarse en las AFP’s.
Este año se comenzó a aplicar, en forma gradual, la medida contenida en la reforma previsional, que pretende incentivar que los trabajadores por cuenta propia se incorporen al sistema de capitalización individual.
Quienes acepten adherir cotizarán por ahora en forma voluntaria por el 40% de sus remuneraciones imponibles, el año venidero será por el 70%, hasta llegar el 2014 al 100%. El 2015 se deberá cotizar por el total de los ingresos imponibles, pero además la afiliación será obligatoria.
Sin embargo, las cifras entregadas por la subsecretaría de Previsión Social son desalentadoras. Hacia fines del 2011 se estimaba que unos 400.000 trabajadores podrían comenzar a cotizar. A la fecha unos 125.000 ya han manifestado su decisión de no adherir al sistema y se espera que la cifra de rechazos sea mayor conforme se acerca la Operación Renta, último plazo para optar.
Es probable que, en definitiva, más del 80 o incluso del 90% de los consultados se nieguen a destinar parte de sus actuales ingresos a este fin. No es aventurado pensar, además, que si, como en lo electoral, se abriera la posibilidad de otros mecanismos, incluso obligatorios de ahorro, la estampida sería también masiva.
Es una nueva y rotunda demostración del fracaso absoluto del actual sistema de pensiones que refleja la profunda desconfianza de los chilenos en un régimen que entrega pensiones miserables a un costo muy elevado. Nadie quiere destinar una parte de su sueldo a una caja sin fondo como es el sistema de capitalización individual, que sólo ha servido para enriquecer a los dueños de las administradoras.
El Gobierno equivoca el camino al centrar su foco en estudiar medidas para flexibilizar o modificar la gradualidad y los plazos. Es como jugar al sillón de Don Otto con la previsión de los chilenos, eludiendo el tema principal.
Lo que se necesita – y no podemos seguir evadiendo – es una profunda reforma al sistema previsional que mejore el nivel de las pensiones y recupere la confianza que se perdió desde el mismo momento en que se impuso este régimen por la fuerza en la década de los ’80.
El cambio del mecanismo de capitalización individual debe ser un eje sustantivo de la próxima campaña presidencial y parlamentaria. Con la Presidenta Bachelet se amplió la cobertura a sectores excluidos, que era, sin duda, la falencia más urgente.
El nuevo paso es reformar profundamente el sistema para incorporar mayor solidaridad, disminuir el nivel de riesgo a que son sometidos los fondos, terminar con los elevados costos en comisiones y, en definitiva, lograr pensiones dignas.
Ese es el verdadero camino para incentivar la cotización y terminar con esta abstención que también nos debe preocupar. No adoptar ahora decisiones sigue condenando a millones de adultos mayores a la pobreza y a otros millones de trabajadores a un futuro incierto, sea por no imponer o por hacerlo en un sistema ineficaz como el vigente.