10 dic 2012

Cristianos y políticos

Muchos cristianos, a veces llevados por la cobardía y otras veces por una sincera humildad, han sido reacios a involucrarse activamente en política. Otros, movidos por la justa ira ante los abusos de los poderosos y las crueles leyes de la política, ceden a la tentación de traicionar el mensaje evangélico y usar los mismos métodos de sus contrarios. Pese a ello, el llamado de los cristianos es a no abandonar, a estar en el mundo y vencer, teniendo cabeza y corazón para ser justo y fuerte a la vez.

En la Biblia se reconoce que el Dios de los judíos es un Señor de la historia y que Jesús se encarna en la existencia de su pueblo, metiendo las manos en el barro de la vida hasta los codos.

La espera del reino mesiánico en el Antiguo Testamento; el relato del Éxodo en que Dios libera a su pueblo de la esclavitud económica, política y cultural; la Ley de Dios que es amor al prójimo y particularmente a los pobres, los desheredados, las viudas y los huérfanos; entre otros, nos hablan claramente de una significación también política de la salvación cristiana.

Es San Mateo quien nos da cuenta de un principio central dejado por Jesús: “que los jefes de las naciones no las opriman ni se sirvan de ellas, sino que deben servirlas como esclavo de los demás”. Tamaña revolución cambia todo en política y los cristianos debiéramos hacernos cargo de ello.

Sin embargo, muchos se preguntarán ante la radicalidad evangélica si no estamos frente a una norma completamente impracticable en la política. Un político que permanentemente ofrezca la otra mejilla conseguirá ser siempre perjudicado y el que permanezca siempre en la parte de atrás del templo, ocultando además sus buenas obras, no ganará elección alguna. Nos es raro entonces que un cristiano bien inspirado opte por la deserción, es decir, sabiendo que se está dando un vital pero cruelísimo combate, opte por abandonar el campo de batalla.

Pese a ello, son bien conocidos los casos en que cristianos “metieron las manos y pies en el barro” y fueron claves en procesos de cambio que extendieron los márgenes de libertad, justicia y paz.

Recordemos a uno, Martin Luther King, agobiado, perseguido y amenazado, pensó en desertar, pero si lo hacía no sólo faltaría a su deber con Dios, sino también para con los hombres, condenando a la impotencia y al fracaso su sueño de igualdad. Es así como no estuvo dispuesto a abandonar el campo de batalla dejándolo en manos de los hombres de mala voluntad. Ello habría significado aceptar el fracaso de su sueño por negarse a luchar por el poder y aceptar cobardemente la impotencia. Peor aún, dejar todo en manos de los otros. Martin Luther King no podía, ni debía, ni quiso desertar.

Pero cuando el fragor de la batalla es ensordecedor y ya no sabemos quién es quién, surge siempre una segunda tentación: la traición, el pasarse al bando del enemigo. Mal que mal, si la causa de la justicia depende de la victoria de uno y sus adversarios son formidables en su poder y maldad ¿no será el momento de utilizar sus métodos para vencer?

Dietrich Boenhoffer –otro ejemplo de compromiso cristiano- expresa este dilema. Usar los métodos del enemigo para vencerlo o ser vencido. Teólogo luterano participa en la fundación de la Iglesia Confesante y llama abiertamente a la resistencia política contra Adolfo Hitler. Tras 1939 se une a un grupo clandestino de la resistencia que buscan derrocar el régimen antisemita.

Es detenido por aportar dinero para ayudar a huir a judíos a Suiza. Estando en la cárcel se produce el fallido atentado contra el Fürher. Es condenado a muerte y ahorcado el 9 de abril de 1945. Lo matan acusado de haber intentado asesinar a su enemigo. Lo cierto es que fue exculpado de ello totalmente en 1990, pero su trágico fin nos recuerda que no podemos olvidar el precio que el éxito puede imponer sobre nuestros hombros. Sí, en palabras del teólogo, “la realidad es que el éxito histórico, crea el único suelo sobre el cual la vida puede continuar”.Es cosa de doctrinarios irresponsables olvidar esta pesada carga que es inescapable pues “la última cuestión de la responsabilidad no estriba en saber cómo logro salirme yo del asunto de forma heroica, sino cómo debe continuar viviendo una generación venidera”.

El problema de este realismo político es que introduce la lógica medio-fin a la acción política, asemejándola indebidamente con la producción económica. En esta última la violencia es inherente. El problema es que la acción política trata de las relaciones entre seres humanos. Aquí los medios son personas. Cuando lo olvidamos, caemos en aquellas horrorosas analogías que, pretendiendo justificar la violencia de las revoluciones, sostienen que “para hacer tortillas hay que romper huevos”. Las sociedades no son tortillas ni los seres humanos huevos.

La acción política es selección y decisión, pero también apuesta en el sentido de que siempre nos someteremos al riesgo y a la incertidumbre.

La acción política supone estrategia, es decir, ir constantemente reevaluando escenarios que irán siendo modificados por las nuevas informaciones que nos lleguen y del azar siempre presente.

Las reacciones de nuestros adversarios, gatilladas por nuestras propias acciones, se desarrollan en un ambiente inestable de interacciones que no controlamos. Así nuestra propia acción, en sus consecuencias y resultados, se escapa de nuestras intenciones.

Martín Lutero entrando a Worms era un reformador de los abusos de la Iglesia Católica. Pero al salir, lo hizo como un hereje excomulgado y amenazado de muerte.Entonces, la capacidad de predecir las consecuencias sociales de los actos del político es muy baja. Es más, de las consecuencias de nuestros actos y omisiones, poco podemos saber, pero si cedemos a la tentación de la traición, usando malos medios, podemos terminar no alcanzando el éxito y, peor aún, atrapados eternamente por el mal medio.

En conclusión, la política es el arte de conquistar el poder en aras del bien común. Condición humana inescapable, derecho cívico y deber religioso. Se trata de trabajar por adquirir y mantenerse en el poder, siempre en dramática tensión con la conciencia personal.

En esta dinámica encontramos, por un lado, al desertor. Este se declara “apolítico” y simplemente es un ser que deja todo, su vida incluida, en manos de los poderosos.Ello es particularmente cierto en una sociedad como la nuestra, donde una infinidad de aspectos sociales influyen directamente en lo más íntimo de nuestras vidas.

Si es cierto que la política es el arte de decidir por parte de la nación lo que queremos hacer con el Estado, el apolítico se lo deja en manos de cualquiera: de los políticos profesionales, de los grandes empresarios, de las corporaciones, de las burocracias públicas, menos en sus manos. Se ha convertido en un idion, en un ser privado de razón pública y de capacidad política.

Y en esta misma coyuntura descubrimos, por otra parte, al aspirante a traidor, a quien debemos recordarle que una política desprovista de ética puede ser muy irrealista y de muy corto plazo. Ganar fama de ladrón y mentiroso nos condena a tener piernas cortas. Además la escisión entre conciencia y acción terminará por destruir la sociedad entera. Esos políticos realistas, más temprano que tarde terminarán por invadirlo todo con sus malas prácticas y devorándose ellos mismos.

Finalmente, todo cristiano está llamado a dar testimonio y luchar, pues entre éstos están los vencedores. Sin embargo, el éxito debe ser entregado en otras manos cuyos designios son extraños.

En efecto –como nos recuerda Boulding en su obra- y pensando en términos no religiosos, si Atenas, Roma y Jerusalén son los tres pilares de la llamada cultura occidental cristiana, éstos se levantan sobre tres grandes “fracasados” de la historia, que perdieron todo poder, incluso el poder de seguir viviendo: Sócrates, Cicerón y Jesús. Sin embargo, la eficacia de su poder, en el largo plazo, es obvia. Se trata del poder integrador, es decir, de aquel que forma organizaciones, familias y grupos unidos por el respeto, la lealtad o el amor.

Leer versión extendida en: http://www.asuntospublicos.cl/2012/12/cristianos-y-politicos-entre-la-desercion-y-la-traicion-el-compromiso-autentico/

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  • http://www.facebook.com/jramirezcastro3 Jorge Ramirez Castro

    “Danos un rey que nos juzgue……Y dijo Jehová a Samuel…porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” 1º Samuel 8:6-7
    “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares…..Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.” Mt.4: 8-10
    “Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él sólo” Jn. 6:15
    Y en el Apocalipsis encontraremos al poder político, la falsa religión y al Malo en su último, destructivo pero inútil esfuerzo en contra del ser humano.
    Ese cristiano fiel y verdadero, cada día de su vida sus actos deben dar testimonio de dos cosas:
    “Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma y con todas tus fuerzas” Deuteronomio 6:5
    “amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Levítico 19:18
    La única forma del hombre de ser un verdadero Ser Humano..es siendo cristiano.
    Saludos.