¿Hay crisis política en Chile?, ¿está en crisis el modelo neoliberal?, ¿los ciudadanos quieren más modelo o menos modelo?, ¿estamos ante un potencial estallido social de proporciones y su consecuente quiebre institucional? son alguna de las preguntas que han inundado el debate político y público durante –a lo menos- el último año y que dan cuenta de una sensación de malestar que recorre Chile. Las respuestas se buscan desde todos los ángulos y posiciones. Y como ocurre en la mayoría de las situaciones del país no hay consenso.
Lo primero que quiero destacar es que un escenario de crisis es muy distinto a lo que se observa hoy.
En efecto, si comparamos las coyunturas críticas de Chile a lo largo de su historia con lo que ocurre hoy, resulta evidente constatar que estamos lejos de un escenario de crisis -más aún- terminal. Lo mismo si hacemos el ejercicio en el plano internacional de ayer y hoy. Sólo pensemos en Siria o en la situación griega. Estamos lejos de una coyuntura en la que se conecta un escenario de crisis política con el de crisis económica. Al respecto, remitámonos a la crisis del ’82 en Chile.
Esta afirmación, no obstante, no pretende desconocer que hoy estamos frente a una situación política y social compleja que, a su vez, requiere respuestas a corto plazo. Me interesa, al contrario entregar pistas que permitan comprender lo que está pasando en el Chile de hoy.
Por ello, me parece fundamental hacer la distinción entre “crisis de la política” y “crisis en la política”.
Mientras la primera, forma parte de una situación crítica de potencial quiebre institucional, la segunda es una coyuntura que incuba elementos y tensiones que generan las condiciones para transitar a una crisis real.
En el Chile de hoy, la “crisis en la política” es triple: de representación, de participación y de legitimidad. La crisis del triple pack.
¿Cómo se manifiesta cada dimensión de la “crisis en la política”? En términos generales, la “crisis de legitimidad” se expresa en el desprestigio y en la falta de confianza; la “crisis de participación” se manifiesta en que la gente –los ciudadanos- no les interesa la política ni menos formar parte de su institucionalidad y la “crisis de representación” se expresa en que los políticos no tienen la capacidad de representar e intermediar los intereses de grupos y de clase.
¿Por qué ocurre esta situación?, ¿qué explica la crisis del triple pack? A mi entender la respuesta hay que buscarla en la relación existente entre política y economía.
La explicación general se encuentra en la debilidad de la actividad política frente al capital y la economía. Mientras por un lado el capital no tiene contrapeso político ni social, por otro, la esfera de la política y su institucionalidad se ha debilitado y doblegado frente al poder económico. La debilidad de la política es la debilidad de los políticos; la debilidad del Estado es la fortaleza del mercado; la apatía de los ciudadanos es la ansiedad de los consumidores; la debilidad de los partidos es la hegemonía de la empresa.
Este hecho, ha conducido a que el proyecto social y colectivo -que busca diseñar y construir un tipo concreto y específico de sociedad- ha cambiado el eje de su configuración; es decir, ya no se construye desde la política, sino desde la economía, ya no desde el partido, sino desde la empresa, ya no desde el Estado, sino desde el mercado, ya no desde la ideología, sino desde la técnica, ya no desde la voluntad, sino desde la razón. En definitiva, el poder ha cambiado de dueño.
En el plano de la producción y el consumo tampoco hay crisis económica.Lo que hay, por tanto, es una “crisis en la economía” que se expresa en una doble relación desigual: capital-trabajo por un lado y capital-consumidores por otro.
El ciclo de movilización social que se abre el año pasado encuentra a Chile en la encrucijada compleja que implica la crisis del triple pack y la doble relación desigual en el plano de la economía.
La coyuntura es la gran oportunidad para que la política y sus actores recuperen –en alguna medida- su poder perdido y enajenado por el capital y la especulación financiera. Este hecho, es la posibilidad para que la política y los partidos vuelvan a re-encantar a los ciudadanos y a reducir las desconfianzas. Es el momento para cerrar las heridas y las distancias.
Esta encrucijada abre dos caminos: el de la reconciliación o el de la ruptura definitiva. La oportunidad es única.