En una columna definía Estado como la organización para el bien común de un pueblo. Varios criticaron la definición mencionando a la ex Unión Soviética, Cuba, Venezuela de Chávez, regímenes fascistas, etc., temían un “estatismo” que no precisan.
La Educación Cívica en Chile es misérrima. Confunden estatalidad con estatismo. Es urgente recuperar esta asignatura en la enseñanza básica y media. Se cometió un grave error inscribiendo a todos en los registros electorales sin pedirles su consentimiento (acto fascista) y sin educarlos en lo que eso significaba.
Quien discrepa de la Constitución fascista (o autoritaria) de Chile, que privilegia la propiedad sobre las personas y excluye por lo tanto a las concepciones de mundo amerindias, no puede, por ética (que, para ellos, política y económicamente no existe), ser inscrita forzadamente en los registros electorales.
En vano he preguntado a miles de alumnos universitarios las diferencias que hay entre estar inscrito, votar, votar nulo, votar en blanco y todas las alternativas de voto. Chile es una pseudo-democracia farandulera.
La ex Unión Soviética, Cuba, Chile, Venezuela y otros países mencionados han reducido o hecho desaparecer el Estado descrito. La Unión Soviética se derrumba por no poseer Estado y Cuba está en el mismo problema actualmente. El chavecismo camina hacia allá.
El Estado es el cuerpo autónomo, independiente de los partidos políticos, confesiones religiosas o filosóficas, poderes fácticos principalmente económicos nacionales o internacionales o grupos de poder, que programa, realiza, y regula el desarrollo del pueblo al que pertenece.
En educación o en salud el Estado debería ser un cuerpo de las personas más capacitadas de un país para generar la política de educación o salud, y establecer los sistemas de evaluación y corrección de esas políticas.
Los gobiernos, poderes económicos fácticos o partidos políticos le tienen terror a que se generen estos cuerpos independientes que le den al país educación o salud equitativa al menor costo posible. Se les acabaría el negocio. Su ineptitud como empresarios o políticos queda de manifiesto.
En una sociedad sana, aunque hubiese educación y salud de la más alta calidad y equitativa para todos, siempre habrá lugar para dar educación y salud de tan buena calidad pero con particularidades especiales por las religiones, ideologías, hotelerías, etc., para los que quieran esos lujos.
La avaricia y glotonería corto-placista del empresario chileno le hace querer tener a todo el país necesitado de educación y salud bajo su imperio y que le pague tributo a costa de la inequidad (o mejor iniquidad) en esos “servicios” prestados.
Son dos concepciones de mundo que no caben en el mismo saco. Chile instaló el núcleo de su Estado en el siglo XX desde los años 30 hasta los 80 donde apareció el Servicio Nacional de Salud, la Educación de Estado y la Corfo, por mencionar los más evidentes.
El país superó en esas áreas los problemas más fundamentales de un país muy pobre y se proyectó como una nación competitiva en salud y educación con el mundo desarrollado.
Sin embargo, estos servicios llegaban a todos equitativamente y no dejaban lugar para la instalación de las empresas ramplonas que querían apoderarse de esas áreas para optimizar sus lucros.
Repitamos una vez más, no hay en el mundo una empresa más productiva que la empresa chilena Servicio Nacional de Salud que en 30 años logró transformar la estructura de morbi-mortalidad de un país casi miserable en la de un país desarrollado. Observamos durante nuestra educación médica de pregrado y posgrado esta transformación.
Los partidos políticos, la Dictadura Militar, la Concertación y la Alianza han hecho lo indecible para destruir ese Estado exitoso y equitativo y borrar de la mente de los chilenos esa posibilidad, es decir han superado a los partidos comunistas de los regimenes soviético y cubano, tratando de convencer a todos, con la mentira, que una realidad palmaria de éxito logrado, es imposible.
La historia los condenará por la venta a precio vil y destrucción de todas las organizaciones de bien común del pueblo de Chile y que no han sido capaces de superar con el privado.
Creen que el aumento de la producción, que habría ocurrido con cualquier modelo socioeconómico, es atribuible a esa destrucción, pero deberán dar cuenta del asesinato del alma comunitaria, respetuosa de la dignidad humana, educada, buscadora de la paz, trabajadora en silencio sin aspavientos, formadora de familia humana en la sociedad chilena.
Destruyeron la carrera académica, la carrera docente, la educación normalista y en fin toda educación verdadera formadora de personas autónomas.
La destrucción de la educación chilena la vemos a cada rato en los medios de comunicación masivo. Cuando escribo estas letras un alumno del curso de evolución (Medicina) toca a mi puerta y me dice que no va a venir al seminario, le digo que agradezco su deferencia, y me pregunta casi ofendido ¿qué significa eso?
Escuchamos las conversaciones de miles de universitarios con un pobre vocabulario y en las que cerca de la mitad de los términos son entrepiernescos, lo que también sucede en televisión. No importa tanto la localización anatómica pero si la carencia de términos precisos que desgraciadamente no manejan. Entonces todo diálogo es estéril.