Los componentes básicos del 11 de septiembre son la coordinación radial de los golpistas, un Presidente que rehusó rendirse ante los sublevados y el bombardeo a La Moneda. Con ello no sólo se destruyó el gobierno de Salvador Allende, sino también la República que imperaba en Chile desde 1925.
Han pasado 39 años y a pesar del “Nunca Más” de Cheyre -repetido en estos días por el Presidente del Senado-, la tragedia del 11 y su eco en el imaginario popular no han podido ser aplacados, y son alimentados cada vez que alguien recuerda que el país carece de una constitución legítima. Porque, en breve, es la Constitución –aunque reformada- de los vencedores del “11”.
Semanas antes se había iniciado una discusión en los medios sobre la Asamblea Constituyente. Un debate que impulsaron las declaraciones del presidente de la DC al mostrar apertura a la idea. La derecha expresó su horror a lo que denominó “el asambleísmo constituyente”, sin apenas notar que en el mes de la patria se celebra la primera asamblea constituyente del país.
En la antigua república, septiembre era un mes de ritos democráticos: se votaba el 4 y, vencedores y vencidos se iban a bailar cueca el 18. En su intento por cambiar la tradición, la dictadura trasladó las votaciones para octubre y diciembre, y segunda vuelta en el pleno verano de enero.
Ningún rito de la actual democracia ha quedado para septiembre. Un mes en que ya superados los rigores del invierno, se ve invadido por los cálidos vientos primaverales y acostumbramos a inflar el pecho de patriotismo
Esta necesidad comunitaria es alimentada por el sistema escolar para reconocer como propio el país en que se habita. Chile es de los chilenos, una tautología que no repara en el hecho que celebramos la reunión de una asamblea constituyente que eligió una Junta Nacional, presidida por un monárquico.Un conde cuyo acto más sentido de gobierno fue reconocer la legitimidad del Rey de España, a quién debía su título de nobleza. Nadie se acuerda que solo el 1º de enero de 1818, O’Higgins proclamó la Independencia Nacional en Concepción.
Vivimos con algunas hipocresías que solo los chilenos somos dados a explicar. Es que al “11” lo declararon un día normal porque como feriado dividía profundamente a los chilenos: como para que se note que hicimos un esfuerzo. Algunos exageran y afirman que fue la contribución más relevante de Pinochet como senador vitalicio, antes que los socialistas con la complicidad de los laboristas británicos, lo rescataran de su arresto en Londres.
Nos hemos apañado bien, todo al final lo arreglamos en casa. Total, para eso somos todos chilenos y septiembre nos recuerda eso: la conciencia del ser nacional. Un ser que en sus complejas acciones históricas debe ser explicado al mundo. Un mundo que no sólo compra más de la mitad de lo que los chilenos producen, sino que muchos se esfuerzan por entendernos.
Mientras nos alejamos de las odiosidades que despierta el “11” en el alma nacional, nos acercamos al espíritu patriota. Es un espíritu parrandero que busca reunirse en familia, comer asados y tomar vino.
En todas las comunas del país hay desfiles patrióticos de los colegios y los marchantes son homenajeados en el ambiente familiar. Banderas tricolores flamean en los edificios, las casas y los autos, siendo prácticamente obligatorios los asados laborales y los aguinaldos diciocheros. En los extremos del país hay más fervor, ya que en el centro la mayor parte vuelve a sus raíces y sus barrios; los otros que pueden se van de turismo hacia aguas más cálidas.
Las ceremonias terminan con el desfile militar de las FFAA. Un recordatorio de lo que nos cuesta la Independencia. Soldados, oficiales, armamento, carros de combate, aviones desfilan ante la tribuna oficial con prestancia y orgullo. El público aplaude las novedades.
El general a cargo pide permiso al Presidente para retirarse y concluye la fiesta de la República. En el parque o en el televisor, todos comentan la presentación. Nos reflejamos por un instante en un Chile tricolor, donde los adversarios son también parte de la bandera.
Pero no hay que engañarse, la sombra del 11 de septiembre nos acompañará hasta el día en que entre a regir en Chile una Constitución legítima.Una Constitución que debe ser ratificada por el pueblo en plebiscito o referéndum. El fin del binominal y la Asamblea Constituyente son solo medios. El primero del Congreso y el segundo del pueblo de Chile.