En un día como hoy, hace 73 años, en ese carguero francés llamado Winnipeg llegaban más de 2.000 españoles huyendo de la guerra civil española, al puerto de Valparaíso.
Eran refugiados a quienes Chile recibía. “O el asilo contra la opresión“, dijo el gobierno entonces presidido por Pedro Aguirre Cerda, cuyo cónsul en Francia, el poeta Pablo Neruda, realizó las gestiones para embarcar a estos republicanos que mayoritariamente venían de los campos franceses, abriéndoles las puertas para una nueva vida al sur del mundo.
Ahí también venía mi madre, abuelos, tíos y bisabuelo, la familia Lázaro Medón, aragoneses de Zaragoza y de un pueblito llamado Mediana…
Parte de mi historia y ADN viene de esa guerra que devastó generaciones, arrojándolos a la incertidumbre y al miedo de lo desconocido.
El temple de estos rojos se recuperó y con la acogida y cariño que les ofrecieron en nuestro país, estos “coños” salieron adelante.
Trabajaron muy duro, hicieron familia e hicieron patria chilena, mis padres se nacionalizaron. Antonio Vidal vino después de la segunda guerra con su familia desde Vigo, Galicia, y llegaron por Buenos Aires.
En el puerto de San Antonio se conocieron Antonio y Libertad, se casaron, tuvieron hijos y soy una de la afortunada descendencia que, a pesar del dolor de una guerra que te marca para siempre, puedo vivir agradecida por esa fuerza que nos pudieron transmitir estos buenos españoles de pura cepa.
¡Que viva el Winnipeg, que viva la República y que vivan los hombres y mujeres que luchan por su libertad!
Mi simple homenaje al aniversario 73 de la llegada del Winnipeg.