En este último tiempo, y a propósito del aniversario del natalicio de Bernardo O´Higgins, se han escuchado de parte de funcionarios de Gobierno loables llamados a la unidad nacional.
No es nada nuevo, porque cada vez que los conflictos políticos se hacen más agudos, y las posiciones enfrentadas se hacen más intransigentes, este tipo de llamados vuelve a hacerse presente. El conflicto actual que genera más división entre los chilenos es – como se sabe – la educación pública.
El enfrentamiento es entre los que defienden una educación acorde con el actual modelo de sociedad,basada en un liberalismo ultrancista, que a pesar de la gravedad de la crisis no está dispuesto a poner en cuestión sus postulaciones, y los que buscan reformular el tema de la educación y exigen que el Estado vuelvaa asumir en ella el rol central que nunca debería haber perdido.
Entre los dos sectores en conflicto, la verdad es que no hay mucho diálogo y la única constatación que puede hacerse hasta el momento es que cada día se hace más tenso el conflicto y más lejanas las posibilidades de llegar a un consenso.
Lo interesante en esto es que los que pregonan ahora la unidad nacional parecen no tener la menor conciencia de que, a todas luces, una de las principales causas del conflicto proviene precisamente de la instauración “exitosa” del modelo neoliberal de educación que ellos mismo defienden.
Si verdaderamente les interesara la unidad nacional tendrían que reconocer que el actual sistema de educación en Chile es una escuela de segmentación de la sociedad y que la única base política y filosófica de la unidad de la nación está en una educación pública, laica, y gratuita, es decir, en una educación en los valores que son la esencia misma de la República y que son los únicos que afirman aquello en lo que todos los chilenos podemos reconocernos.
La educación privada es necesariamente una educación en la diversidad y en la que se afirma el pluralismo de creencias y opiniones sin que cuenten para nada los factores que nos unen.
Cuando la educación sigue este rumbo, los ricos se educan en colegios de ricos y los pobres en colegios de pobres, los católicos en colegios católicos, los protestantes en colegios protestantes y los agnósticos en colegios agnósticos.Cada cual elige la educación que quiere dar a sus hijos.
Lo malo es que esto que se intenta mostrar como un gran logro de la libertad, en realidad no es más que la forma más perfecta de generar la disgregación y la discriminación de valores y tendencias.
Cada uno se va por su lado, olvidando la pertenencia común y sin que por ningún lado aparezca la solidaridad entre conciudadanos unidos por el propósito de engrandecer el país en que viven. Y por otra parte, como el Estado se ha jibarizado y ha perdido las ideas que lo conformaron para transformarse en un simple instrumento de administración del poder, no hay ningún factor que equilibre esta dispersión y que ayude a que las ideas constituyentes de la República se puedan asentar en la sociedad.
La sociedad chilena actual es, como lo predijo Nietzsche en su momento para la sociedad liberal, “una vaca de todos los colores”, que no tiene rumbo claro ni proyecto común.
Esas grandes ideas que presidieron la creación de las grandes instituciones públicas de enseñanza, como el Instituto Nacional o la Universidad de Chile han desaparecido de nuestro horizonte.
Lo que impera ahora es el arréglatelas como puedas de acuerdo a tus recursos, enciérrate en las creencias que te convengan y si no tienes el dinero para cumplir tus sueños,trata de salir del paso a punta de créditos. La guerra en contra del valor de lo público ha terminado por desarticular lo que nos une, para afirmar ciegamente lo que nos separa, y sin entregar nada a cambio de lo que hemos perdido.
Y es en este escenario que aparecen una vez más los llamados a la “unidad nacional”. ¿De qué “unidad nacional” se está hablando, cuando por todos lados se defiende con ahínco la diferencia?
¿De donde podría venir un sentido de unidad si la idea que se tiene de justicia y de libertad consiste en que cada cual se vaya por su lado?
¿Cómo puede haber unidad nacional si la idea de lo público es tan precaria que solo pareciera ser la opción de los más pobres?
¿El Estado va a ser ahora un instrumento asistencial de los desposeídos de la fortuna?
Por todos lados crece la disgregación de nuestra sociedad. Y hasta los que hoy día defienden la educación pública sufren a su manera este problema cuando se transforman en rehenes de anarquistas y encapuchados que trastruecan los objetivos de sus movilizaciones.
Cuando todos los caminos parecen estar cerrados, la desesperación hace que muchos crean que la única opción que les queda sea destruir lo que tengan delante o enfrentarse con los carabineros. Las instituciones se desacreditan, los políticos no pueden estar más desprestigiados, todo está enredado en este Chile disperso que, como dice Nicanor Parra, ya poco tiene de país y apenas le da para paisaje.
Unidad nacional sí, pero entonces reconstruyamos un Estado que verdaderamente nos una, fundado en una constitución elegida por las mayorías y responsable de la educación de sus ciudadanos de acuerdo a los valores laicos que a todos nos unen. Una educación pública ante la cual todos seamos iguales, y que nos haga a todos libres y ciudadanos del mismo país.
Y una pregunta: ¿Para qué hacerle tantos homenajes a O´Higgins si se olvidaron de las ideas que él defendió durante toda su vida?