El buen actor mexicano Gael García no necesita más cuentos.
No se los vamos a contar.
Ha vivido muchos y en general actúa bien.
Ya sabe, además, la verdad del No.
Ya le dijeron que ganamos con un lápiz y un papel y que, si no es por la Franja del NO, perdemos.
Gael ha visto la Franja del No y la ha encontrado muy buena, excelente. Suave, alegre, sin protesta, sin rencor, como no se esperaba. Todos la encontramos muy buena, excelente.
Nos emociona. Puede servir de antecedente, tal vez de pauta, para futuras campañas de izquierda o de derecha en México, donde el narcotráfico te apunta en la nuca.
También le puede servir a Romney para ganarle a Obama.
Gael tenía sólo 10 años cuando el plebiscito y vivía en México. Es suficiente.
Él puede llegar a creer que el plebiscito del No, no lo ganó el pueblo con su movilización y unidad sino la franja televisiva.
Además hace poco interpretó “Y tu mamá también”. Más que suficiente.
Él se imagina, tal vez, cómo era la cosa antes del No y se imagina, tal vez, cómo ha sido la cosa después del No, y eso es harto, para qué más.
No le vamos a contar el cuento de que se peleó 17 años. Para qué. El cuento podría ser izquierdista y los extremistas siempre son peligrosos.
Eso de que pasamos a ser humanoides de verdad, sin derechos y sin tranquilidad y sin casa y sin pega, incluso sin territorio y sin nación. Asesinados y torturados.
Perseguidos 17 años. ¿Para qué ese cuento?
No le vamos a contar que el primero en pelear fue Allende en La Moneda, que no se rindió y que murió en el combate. Y que desde entonces muchos tuvieron un pedacito de él muy adentro.
Que uno de sus compañeros, en el Regimiento Tacna, pocas horas después de su muerte, tuvo que ser colgado del cuello de su chaqueta para ser fusilado porque tenía las piernas quebradas en la tortura y no podía pararse para enfrentar las balas asesinas. Y así y todo ordenó “disparen, cobardes” cuando los fusileros titubearon.Sería truculento.
Que esos ejemplos se siguieron todos los días y todas las noches hasta después del No porque en el 89 siguieron las torturas y los atropellos, después de la Franja y del triunfo.
Para qué decirle que estuvimos 15 años con toque de queda y sin leyes, sin puertas y sin murallas, presas y presos de una dictadura implacable.
Para qué contarle que en esas condiciones se luchó y se avanzó, con publicaciones clandestinas y semiclandestinas, con periodistas asesinados, con correos clandestinos, con organizaciones clandestinas –algunas sepultadas de verdad- y que así se fueron recomponiendo las pocas organizaciones sindicales, los partidos
–ladrillo a ladrillo- y empujando el movimiento social.
Para qué recordarle que el toque de queda en la Segunda Guerra Mundial fue mucho más breve que el nuestro.
Y que nuestra Resistencia duró tres veces lo que duró la Resistencia Francesa.
Estaría demás decirle eso.
Que hubo campos de concentración y casas de torturas.
Casas de muerte donde se acuchillaba gente indefensa y luego se les ensacaba y luego se les enrielaba y lanzaba al mar. Y que ahí están. Ese cuento lo ha destapado ahora El Mocito.
Que hubo gente lanzada en helicóptero, degollada, incinerada viva.
Que el régimen expandió la miseria, la cesantía y los bajos salarios. Que más de la mitad de los niños eran miserables cuando se proyectó la Franja del No, y casi la mitad de la gente también lo era.
Que el desarrollo económico era tal que el país tenía un per cápita inferior a los 3 mil dólares.
Que el aislamiento internacional de Pinochet era tal que hasta EEUU entendió que debía ganar el No y expertos internacionales asesoraron en técnicas de campaña a los técnicos del No.
Que semi clandestinamente se prepararon cientos y miles de apoderados del No para establecer dos líneas de información, con al menos dos apoderados por mesa en todas las mesas del país, que defendieron los votos a pecho descubierto.
Que el comando del No en Alameda con Lastarria, que entregó el conteo final de votos mucho antes que el aparataje de Pinochet, pudo ser asaltado por militares con corvos, poco después de terminada la Franja, la misma noche del triunfo del No.
¿Para qué contarle ese cuento?
Ahora ya él vio “No”, la película.
Como dice el crítico Daniel Villalobos en La Tercera, “esta es una película que los tecnócratas supuestamente renovados de la derecha deberían aplaudir de pie”.
Y muchos la verán y mejor que se queden con esa historia acerca del triunfo del No y no con los cuentos duros, de luchadores, de muertos y desaparecidos.
Nadie creerá finalmente que con una franja publicitaria, por buena que sea, se derrota a una dictadura como la de Pinochet, pero así es la vida.
Ahora, permítanme, permiso, que debo votar en el directorio una ampliación de capital de 8 mil millones de dólares, llamar al flaco en el Banco de Chile y hablar con el gordo para saber cómo le fue con la Barrick.
Finalmente, como decía, la gente del SI es conversable, simpática y se puede trabajar muy bien con ellos.
¿Y Gael? Bueno, el bueno de Gael ya hará otra película.