Más policías, más armas y más represión. Parece ser ésta la política elegida por el Gobierno para enfrentar el conflicto mapuche.
Parece ser éste el camino que recorrerán los efectivos policiales en los campos del sur de la Araucanía, reflejando lo que he calificado como una incapacidad crónica del Estado para entender la dinámica de la realidad presente en las comunidades mapuches.
Una ignorancia enciclopédica, una estrategia que no contempla la cosmovisión de los pueblos indígenas y que en lugar de constituir un avance, representa un claro retroceso y un riesgo inminente de mayores hechos de violencia.
Esta semana, a centenares de kilómetros de la Araucanía, en Palacio, se convocó a una Cumbre de Orden y Seguridad con motivo de la situación que vivimos en el sur del país.
Allí, entre cuatro paredes y citando a representantes de Carabineros, PDI y Ministerio Público, el Ministro Hinzpeter dio luz verde a su plan represivo. Simultáneamente, al menos cinco menores de edad fueron baleados en la provincia de Malleco, provocando el horror que ello implica.
Para reconstruir la historia, digamos que las balas no fueron percutadas en un enfrentamiento y tampoco en un desalojo, ello tampoco lo justificaría, pero el hecho es más grave aún, porque fueron fueron disparadas en el Hospital de Collipulli, con ocasión de la visita de estos menores a sus familiares detenidos.
La respuesta de Carabineros y de algunas autoridades de la región es inaceptable: pretender que los comuneros utilicen a sus hijos como escudos humanos es inverosímil y de una irresponsabilidad sin límite.
Pero no es primera vez que los niños mapuches sufren las consecuencias de este dilatado conflicto. En diciembre del año pasado, la comunidad Wente Winkul Mapu recurrió de protección tras varios allanamientos en que nueve niños y adolescentes fueron víctimas del accionar policial.
En enero de este año, ocho niños fueron gravemente afectados por gases lacrimógenos durante un allanamiento en la comunidad José Guiñón de Ercilla.En ambas oportunidades, los reclamos ante la Justicia no tuvieron positivos resultados.
En suma, más de 20 menores de edad han sido baleados o heridos en los últimos meses, y a ellos sumamos a todos los que han sentido vulnerada su tranquilidad y su derecho a vivir en paz. La institucionalidad vigente, el Sename, brilla por su ausencia y el silencio es su respuesta ante este verdadero atropello a los derechos humanos de quienes requieren, universalmente, un trato de especial protección.
La Declaración Universal de los Derechos del Niño señala en su artículo ocho, que “el niño debe, en todas las circunstancias, figurar entre los primeros que reciban protección y socorro”. En su artículo 9, en tanto, se agrega que “el niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación“.
A la luz de los hechos ocurridos, nuestra institucionalidad no está garantizando que estos derechos se ejerzan en su plenitud y estamos ante una abierta vulneración a las garantías esenciales de todos nuestros niños, vivan en la región que vivan.
La Defensoría Penal Pública Mapuche se ha sumado a esta defensa y ha presentado una denuncia ante la Fiscalía Militar de Temuco por las presuntas agresiones de Carabineros en contra de los niños mapuches heridos. ¿Habrá responsables, habrá formalizados, alguien dará la cara?
Nuestros niños no pueden y no merecen vivir los horrores que se viven en otros lugares del mundo, como Gaza y Siria; no merecen ser los protagonistas de las imágenes impactantes difundidas por las redes sociales, que reflejan la incapacidad del Estado para abordar con inteligencia un conflicto que suma y sigue.
Mientras todo ello ocurre, en Santiago continúan afinándose las nuevas políticas de seguridad para contener la “violencia en La Araucanía”; muy poco se dice sobre el atropello a los derechos humanos de los menores de edad de nuestra región.
Es más, es muy probable que con ocasión de la inminente celebración del Día del Niño, el Gobierno se vanaglorie de políticas públicas, invisibilizando el horror que se ha vivido en nuestras comunas.
Son inocentes, son niños… no son escudos, garantizar sus derechos es una tarea de todos.
El silencio es complicidad.