La simple e inocente visión del ciudadano común y corriente sobre los hechos o temas de país, pasa más que nada por factores emocionales e información muchas veces poco veraz.
A ello se agrega que el señor rumor forma toda una institución creíble, que rara vez chequeamos, pero de igual manera la mayoría de las veces transmitimos como algo real, que sucedió.
Siempre tenemos a “algún conocido” que vivió tal situación. Siempre nosotros hemos visto u oído “tal episodio” Por lo tanto la subjetividad es por donde giran la mayoría de los acontecimientos del ciudadano común.
La intuición nunca es apreciada como metodología, porque carece de fundamento científico. Las cifras oficiales que dan las autoridades tampoco son tomadas en serio o son simplemente desvirtuadas dependiendo del devenir y la experiencia de cada uno de nosotros. ¿En resumen, en que creemos?
Cuando comenzó la carrera política de Michelle Bachelet como ministra de Salud, nadie la conocía. Ni el propio Presidente Lagos. Cuando se la propusieron preguntó ¿quién es? Solo ligaba su apellido al General Bachelet.
Porque esta dama, socialista, torturada, exiliada, médica pediatra, que habla cinco idiomas y de una genuina empatía, no le era conocida. La nombra ministra de Salud inclinándose por su brillante currículum.
Cuando le da un plazo para acabar con las filas en el sistema de salud primaria, objetivo que no logró cristalizar, el pueblo le comenzó a pedir “no la eche Presidente, ella hace lo que puede”. Entonces Lagos se fijó más en ella.
Luego como ministra de Defensa el ciudadano común vio asombrado su capacidad, y se detuvo a observar como se comportaría la primera mujer ministra de Defensa, que debía de imponerse a los que la torturaron a ella y su madre. Era “la jefa” de un mundo eminentemente masculino.
Su sentido del deber. Su sentido de humor genuino y chispeante. La imagen del auto presidencial con un solemne Lagos y una ministra, que al partir el vehículo se cae hacia atrás, sobre el asiento y se muere de la risa está latente en nuestras retinas.
Esa figura de estatura pequeña y “rellenita” comenzaba a entrar en nuestras vidas y corazones. Asombrados de tener una figura que no entraba ni lográbamos situarla en parámetros conocidos de nuestra política criolla.
Cuando fue elegida la primera Presidenta de Chile , sus detractores y la derecha en su totalidad, hablaban que los chilenos la habían escogido por su simpatía, su calidez, por ser mujer, por factores puramente intuitivos y sentimentaloides. Había nacido un mito.
El resto es conocido. Chile y el mundo se rindieron ante la figura inmensa de inteligencia, mesura, y nueva forma de liderazgo. Otra manera más humana, más genuina, sin dobleces de cómo ver y conducir la política.
No estábamos acostumbrados a que un gobernante tuviese real vocación de servicio.
No estábamos acostumbrados a que un político no sacara provecho del poder.
No estábamos acostumbrados a que un gobernante nos contagiara con su humor tan transparente, su risa tan franca. No solíamos estar acostumbrados a que ante cualquier chascarro, no solo no se “hacía la lesa” sino que lo hacía resaltar y nos hacía cómplice de sus divertidos episodios.
Michelle Bachelet depositó un germen de valores al ir de frente. De cara al viento. Las mujeres nos sentimos por vez primera, que nos levantábamos con una súper mamá, que nos protegía y nos llenaba de dignidad. Que quiso colmarnos de energía y buenas nuevas.Que nos arregló nuestras vidas al facilitarnos el poder llevar el pan a nuestros hogares, creando cientos de nuevas salas cunas, jardines infantiles, ley de pensiones alimenticias. Una enorme reforma previsional, que dio justicia a los que no la tuvieron durante decenas de años. Bachelet sembró esperanzas. Que sí se podía hacer cosas. Sobre todo para la mujer.
Hoy y a pesar de muchos errores de su mandato.Hoy a pesar de la artillería pesada, que la derecha despliega contra ella, del pavor que el gobierno de Piñera siente ante la sola mención, que se postulará a la presidencia.
Hoy a pesar de las cifras macroeconómicas maravillosas, que este gobierno maneja.
Hoy a pesar de los rumores de toda clase, que quieren pisotear su nombre, a pesar de todo ello, la mayoría ciudadana tiene “la intuición” y la certeza, que volverá a ser Presidenta.