Entre la ficción y la realidad se debate la política en nuestro país, creo que esa es la tensión que no sabemos enfrentar.
La discusión en la sala del Parlamento sobre un proyecto de ley que cambia la cantidad de diputados, sirve para poner en evidencia que la UDI no permite abrir la puerta dejando entrar los cambios políticos necesarios para avanzar en una democracia que dé cuenta de la realidad, y es un ejemplo de mi planteamiento.
La ficción es levantar una y otra vez proyectos que no contarán con los votos realmente, para representarnos la idea que podría ser… pero finalmente no es.
El sistema parlamentario obliga a este juego ficticio, para no morir en la inacción, para no sentir que damos vueltas y vueltas sin los resultados esperados.
La frustración que sentimos algunos diputados y diputadas es la misma que siente la ciudadanía, porque la ficción se adueña de nuestro escenario político, cuando esencialmente debería ser el escenario de una buena administración de las políticas públicas que responda a las exigencias de nuestra sociedad real.
Y las voces están presentes, los contenidos económicos, sociales y culturales se expresan cotidianamente a través de las redes y organizaciones sociales.
Solo falta una adecuada interpretación de esas demandas, un cambio en las estructuras para gobernar esas exigencias, haciéndose cargo de los diferentes conflictos de interés, a través del diálogo y una participación activa, no representativa solamente.
En fin, tenemos una gran oportunidad para buscar las nuevas formas de gobernar, pero nos quedamos atrapados en la ficción. Difícilmente nos encontraremos con el discurso actual.