El libro se titula “Tigre de América del Sur” en inglés y “Así lo vivimos” en castellano. Este último fue presentado por el ex Presidente Ricardo Lagos E. junto a tres invitados en el Museo Artes Visuales, en la Plaza del Mulato Gil. Cada panelista puso de sí mismo en los comentarios: Sonia Montesinos, la ausencia de la mujer; Eugenio García, la presencia dramática de la historia; y Carlos Peña, una crítica radical a la conciencia actual del progresismo chileno.
Peña le habló de frente al rostro del progresismo chileno, la imagen más nítida que tenemos sobre un político de talla internacional. El conversatorio fue expectante y a ratos, eléctrico, con un silencio casi solemne de los cientos de invitados que llenaron hasta las escaleras del recinto.
La primera ronda consiguió girar en torno a las ausencias del libro. Montesinos puso al tema, al dar cuenta del mundo machista de Lagos, de muy pocas mujeres, principalmente de su entorno inmediato y donde quizá la más relevante sea Tencha, la viuda del Presidente Allende. García observó que actualmente al progresismo no tiene una épica.
Sin embargo, Peña fue directamente al hueso: el libro es un ensayo-biografía que omite deliberadamente los fracasos, las traiciones, las impotencias, los errores, los quiebres y las fisuras del progresismo chileno.
Puestos a relatar las luces y las sombras, el libro se conduce bajo la forma de un nosotros, donde el ex Presidente lleva el compás: todo está iluminado por la obra y las anécdotas de su razón práctica. Aquí uno se pregunta si la bajada del libro “La vía chilena a la democracia” debiera cambiarse derechamente por uno más modesto como “El rol de Lagos en la transición chilena”.
A ratos dan ganas de recordarle al compañero Lagos que en Chile había democracia, y muy respetable. Esto de un retorno no es menor, porque reanudamos un sistema democrático que no ha mejorado en comparación con la pérdida de 1973.
La hegemonía del pensamiento neoliberal -que permite mantener y profundizar el modelo pinochetista- llevó al progresismo a hacer lo que Carlos Altamirano había previsto para el socialismo futuro, que no era otra cosa que humanizar el capitalismo a través de políticas sociales.
En Chile pareciera que Lagos no es socialista y él mismo se presenta solo como fundador del PPD en la solapa del libro. Sin embargo, fuera de nuestro país todo el mundo entiende que lo es, hasta Bill Clinton en el prólogo del libro dice “el presidente Lagos, sin embargo, era socialista, el primer presidente socialista de Chile desde el gobierno del derrocado Salvador Allende”.
Por lo mismo y al igual que Clinton, podríamos legítimamente preguntarnos ¿qué tipo de socialista es exactamente Ricardo Lagos? Un socialista de la Tercera Vía, se podría adelantar.
Lo que se hizo durante los gobiernos de la Concertación está bien en términos generales, pero falta una autocrítica racional del progresismo, como dice el Rector de la UDP. No la delirante, pero tampoco la autocomplaciente. Tal vez buscando respuestas a lo que se hizo mal y lo que se omitió e incluso se evitó.
Porque resulta central para el pensamiento progresista la autocrítica. Sobre todo por la renuncia de éste a un lenguaje propio, a la quejosa aceptación del paradigma político y económico de la derecha y el sometimiento del predominio del mercado en la asignación de recursos a los ciudadanos.
Lagos es interpelado a través de la imagen de la escalera que tradicionalmente representa el progreso. La idea que ahora estamos un peldaño más arriba, pareciera ser una coartada para no asumir también los costos de los gobiernos concertacionistas. La imagen de la escalera representa todo lo contario, una idea conservadora.
La herencia concertacionista no es menor, pero insuficiente. Es verdad que se encontraron obstáculos en los militares aliados con la derecha en el Senado y una Constitución ilegítima con quórums calificados imposibles de alcanzar.
También, hay un primer intento de explicación psicológica basada en el miedo, que nos legó la dictadura, y a pesar de todo se dejó un país moderno, líder económico de la región, aunque con una democracia “en la medida de lo posible”, a la usanza de Aylwin.
Peña insistió en la persistencia de la realidad de las clases sociales, desigualdad, privilegios y discriminaciones. En su apogeo citó a Allende: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos” para decir que la política era expandir los límites de lo posible y destacó que ésta resulta ser una idea más apropiada para un punto de partida de un progresismo crítico.
Lagos dice que se ha cerrado un ciclo político en Chile y que se abre una nueva etapa. El poder está más difuminado concluye García, y Montesinos insiste en cómo las mujeres no son vistas desde el poder masculino.
Es claro que Lagos está pensando –como Allende- que serán otros hombres y mujeres quienes superarán este momento de fragmentación y desencanto. El ya ha aportado lo suyo.