Los congresistas no constituyen un poder en sí ni menos un poder per se, como por ejemplo los monarcas europeos y sus símiles de América, Asia o África.
Tampoco el Presidente de la República.
Ellos son representantes, por un tiempo determinado, del poder soberano, que reside en la nación, en el pueblo.
El Presidente es el Primer Mandatario, que significa el primer mandado, no el que más manda.
Los congresistas son también mandatarios, es decir mandados, por cuatro u ocho años.
Desde hace algún tiempo a los dirigentes de la Concertación y a sus congresistas les ha bajado la idea de “dar participación”. Que ellos, no el Estado, deben dar participación, entregar parte de su poder. Dar participación, dicen, a los partidos de izquierda excluidos.Dar participación, agregan en estos días, a los movimientos sociales.
Curiosa oferta. Actúan como si ellos fuesen dueños del poder y no mandatarios del pueblo que, además, van a terminar muy pronto su mandato, este año, el próximo.
Lo extraño es que el PC y ahora Jackson parecen habérselo creído y están aprovechando o por aprovechar, creen, esa participación en el poder que la Concertación les ofrece.
¿No habría sido mejor, más acorde a la vida democrática, que los comunistas y Jackson hubiesen competido con la Concertación, a la que no pertenecen, y por cierto con la derecha, de la que son adversarios, para representar verdaderamente al pueblo y ser mandatados por éste?
¿No era eso lo que correspondía si se escuchaba la voz del pueblo, tan clara, tan rotunda? ¿Por qué este atajo?
¿Qué habría sido de Chile, en los últimos decenios, si los grandes líderes renovadores, que apostaron por el cambio, en vez de competir con el status, se hubiesen integrado a las fuerzas existentes, más o menos conservadoras?
Si, por ejemplo, los radicales de Pedro Aguirre Cerda se hubieran aliado en 1938 con los liberales de Alessandri para competir con los conservadores ¿habría habido las grandes reformas estatales que ampliaron la educación y las que modificaron el Estado y crearon la Corfo?
¿Qué habría sucedido con Frei Montalva si no hubiera quebrado el Partido Conservador en 1935, creando las bases de la Falange? ¿Un joven conservador habría posibilitado el triunfo del Frente Popular en 1938, la reforma agraria, la sindicalización campesina y la chilenización del cobre en 1964?
¿Y qué con Allende si hubiera seguido el camino moderado del P.Radical y no hubiera creado, con otros, el rupturista Partido Socialista en 1933?
Puede ser que se vea como más fácil elegir a un comunista en lista de la Concertación y a Jackson en el posible puesto que hoy ostenta Montes en el PS de La Florida, y por cierto menos costoso en recursos de campaña, pero creo que son otros los desafíos que un partido comunista debe enfrentar y distintos los obstáculos que “un movimiento por la revolución democrática” debe superar.
No me cabe duda que Carlitos Montes actuaría de buena fe si le ofreciera a Jackson participar como candidato de la Concertación. Tomic, en 1969, ofreció cosa muy parecida a quienes, como Montes, fundaron ese año el Mapu: “No se vayan, sean Uds. la izquierda del PDC”. La negativa a Tomic posibilitó el triunfo de Allende.
No correr riesgos de este tipo, en democracia, es todo lo contrario a ser comunista y a ser “revolucionario”.
Los errores cometidos bajo la dictadura no se subsanan con errores de otro tipo.Dicho en lenguaje de Lenin, las desviaciones de ultraizquierda no se subsanan con posteriores desviaciones de derecha.
Uno se vacuna contra los errores y las desviaciones no distanciándose de las masas, de la gente, del pueblo. Debería inquietar acercarse ahora a una coalición que fue fuerte pero que sabe muy poco hacia donde va, no tiene hoy más del 20 por ciento de apoyo y no superará el 30 en las elecciones próximas. Y que era, por cierto, más legítima y representativa en 1990.
Que no se argumente todo en función de la lucha contra el “binominal”.
El “binominal” es un grave obstáculo para la izquierda pero no es más fuerte que lo que era la dictadura de Pinochet. Es sólo parte de la Constitución del 80.
El “binominal” no es más fuerte que el poder de los bancos y de las transnacionales. O que el poder del complejo militar, financiero y comunicacional que predomina en el planeta.
Sentirse “revolucionario” y echarle la culpa al binominal de no poder dar grandes zancadas de avance es infantil, tragicómico, disparatado, absurdo.
Hay y habrá obstáculos mayores, por cierto. Los ha habido. Los conocimos en nuestra propia historia.
Lo que está en el orden del día es acercarse a las masas y competir por representarlas, con la personalidad necesaria, transparente, propia. Hoy, una política así, daría además fuertes dividendos electorales.
Esto no significa, por cierto, una postura de aislamiento, de espaldas al centro. Supone una lucha por la legítima representación y, al mismo tiempo, la necesaria política de alianzas, todas las que sean convenientes para avanzar en la reforma profunda del neoliberalismo.
Fortalecer a la izquierda no implica desconsiderar la alianza con el centro. Por el contrario, es hacerla más útil.