Desperté muy temprano este 2 de julio. Igual que en aquel otro de 1986. Ese día, como el 11 de septiembre del 73 se convirtieron en puntos de inflexión en mi vida.Las redes hablaban de homenaje a Rodrigo y Carmen Gloria. Bien. No hay que olvidar.
Aquél dos de julio, revisé mis pacientes y partí al Colegio Médico. Nos habíamos organizado para detener el país y hacer ver al mundo entero que la dictadura no podía continuar. La democracia se abría camino. La Asamblea de Civilidad era el instrumento convocante. El Colegio unos de sus organizadores. Yo mismo era parte de la organización.
Lo he contado en alguna ocasión, estaba en mi oficina coordinando cuando, ahora no recuerdo si Doña Lily o Doña Carmen, nuestras secretarias, entró con la cara demudada diciendo “Doctor, quemaron a dos chiquillos”
Así comenzó otra etapa que me compromete hasta hoy. Averiguar datos, volar a la Posta Central, recibir la petición de un enviado del Embajador Barnes para hacerme cargo y trasladar a Rodrigo al que entonces era mi Servicio en el Hospital del Trabajador.
Incorporar a Carmen Gloria, solicitar el traslado de ambos. Autorizado primero.Rechazado después y, finalmente conseguido con el apoyo de Physicians for Human Rights y la gestión inestimable del Dr. John Constable. Perdimos tres días. Solo alcanzamos a trasladar a Carmen Gloria.
Cuando la trasladábamos, molesto por los obstáculos que se habían puesto para concretarlo, recuerdo haber dicho “llegará el día en que no necesitemos trasladar para intentar rescatar a uno de los nuestros”. Ese día llegó. Nos demoramos. Mucho nos demoramos, pero llegó.
Lo mencioné cuando inauguramos, recién hace cuatro años, el Nuevo Servicio de Quemados de la Asistencia Pública. Una versión modernizada del mismo en que conocí a Carmen Gloria. La sala en que estuvo, remodelada, existe.
Desde el 2005, cuando me hice cargo del Servicio hemos tratado casi mil Grandes Quemados. Conseguimos reducir la mortalidad de más del 70% a 30%. Más sencillo y más gráfico: en el pasado fallecían siete de cada diez pacientes, hoy rescatamos siete de cada diez.
Cuatrocientas vidas hacen la diferencia. Ese es nuestro Homenaje. Carmen Gloria y Rodrigo se convirtieron en un motivo. Con ella probamos ya el 86 que rescatar pacientes de esa gravedad era posible. Demoramos en poner los beneficios del progreso al alcance de todas las personas, como todavía demoran en cumplirse muchos de nuestros sueños de justicia, solidaridad, paz. Es más, de pronto parece extraviado el camino en los vericuetos de la lucha por el poder. Confío en que se reencontrará.
En nuestro pequeño mundo hace unos días informamos a los medios de un problema emergente. La aparición de una bacteria resistente. Lo hicimos médicos tratantes y autoridades en conjunto. Sin estridencias, sin descalificaciones, sin tratar de sacar partido oportunista como hemos visto en otras ocasiones.
Se trata de un germen oportunista que se instala en los pacientes más graves acentuando la amenaza de riesgo de muerte. Es un resultado indeseable del progreso. Es una señal que lo hecho, si bueno, no es suficiente. Hemos crecido, la ropa nos queda pequeña.
Superar esa amenaza requiere optimizar medidas tan simples como el lavado de manos y encarar medidas tan complejas como el rediseño de espacios y sistemas de circulación o el aumento de dotación. Pero por sobre todo requiere aunar voluntades, evitar confrontaciones.
Trabajar con lo que tenemos, aprendiendo de la experiencia, sin perder de vista el horizonte. Como se ve este dos de julio me encuentra otra vez organizando para enfrentar nuevos desafíos. Ese es nuestro homenaje.