Un grupo de concertacionistas ha publicado una declaración nominada “De cara al futuro”, que debe ser analizada.
Se trata de uno de los primeros documentos lanzados mirando las elecciones del próximo año, en las que los chilenos deberemos elegir Presidente de la República.
Se trata de un documento transversal, esto es firmado por destacados militantes demócratas cristianos, pepedés, radicales y socialistas de los sectores más moderados de sus partidos. Muchos de los firmantes son conocidos políticos y empresarios.
Lo primero que hay que decir es que entre 1990 y 2012 han pasado veintidos años, el país se ha democratizado, la economía ha crecido y se ha hecho estructuralmente monopólica, el capital financiero ordena nuestra plata, nuestra falta de plata y nuestras vidas; las fuerzas políticas están cuestionadas y en revisión; el movimiento social ha desnudado el verdadero carácter del sistema, y, lo que es muy relevante, los jóvenes de los ochenta, firmantes y funcionarios de los noventa, han evolucionado en su práctica social y política y en su ideología. Hoy se puede decir “en Chile todos nos conocemos”.
Para un mal pensado cualquier documento serio de estos principales redactores será objeto de fundado prejuicio: se tratará ahora, pensará el mal pensado, de “comprender” y frenar (vaciándolo de contenidos y formas) el movimiento social de 2011, y se tratará de posicionarse, llamando la atención, al interior del amplio y variado espectro que apoya a Bachelet.
Entremos en el análisis.
Nadie puede posar de demócrata y al mismo tiempo seguir defendiendo, sin crítica, la obra de la dictadura militar y los intereses más profundos del capital financiero. Quien lo haga es lo que es y no lo que dice ser. Cualquier cosa menos un demócrata. Cualquier cosa menos un reformista. Eso sucede en nuestra derecha. No hay allí una unión demócrata y además independiente.
Nadie puede reclamarse social-cristiano o reformista católico y, al mismo tiempo, mostrarse cómodo o impotente frente a nuestro sistema de capitalismo extremo. Eso no cuaja con León Bloy o Jacques Maritain, tampoco con Clotario Blest, Rafael Agustín Gumucio, Jaime Castillo, Jacques Chonchol o Radomiro Tomic.
Nadie puede llamarse socialista a secas o socialista democrático y trabajar, al mismo tiempo, para las grandes empresas cupríferas, los monopolios farmacéuticos y las cúpulas empresariales. Eso no cuaja con Marx ni con los neo marxistas ni con Keynes ni con los pensadores social demócratas. Tampoco con la comprensión media de los chilenos.
Eso es lo que sucede con muchos de los firmantes.
El papel puede resistirlo todo pero los que leen el papel, no.
Veamos el papel.
Afirman, y tienen razón, “mantenemos la convicción de que un bloque mayoritario por los cambios –sea cual sea el nombre que éste finalmente adopte- unido en propuestas y accionar, es condición indispensable para promover transformaciones reales y profundas”.
Pero ¿desde dónde nos hablan? ¿Desde qué postura teórica? ¿Desde qué práctica? ¿Hacia dónde apuntan?
Es absolutamente cuestionable su auto calificación de “ciudadanos de centro y de izquierda”.
¿Nos hablan desde la izquierda?
¿Quién es de izquierda entre los firmantes?
Las muchachas y muchachos PPD (merecen mi respeto) deberán caminar un largo trecho aún para confirmar la nueva definición de izquierda de su partido. Por ahora, veremos.
Eugenio Tironi, Oscar Guillermo Garretón y Enrique Correa fueron de izquierda, algunos de ellos de ultraizquierda, pero desde hace unos 15 años están cumpliendo un sólido rol de centro o de centro-derecha, y esto por su adscripción a los sectores más moderados de la Concertación, porque, de acuerdo a su accionar práctico, poco difieren de los personeros de derecha y de extrema derecha.
Es desde esa mirada de centro y centro-derecha que escriben este “De cara al futuro”.
Los firmantes, autodenominados también “del mundo social cristiano, socialdemócrata y liberal-progresista” dicen querer “retomar” los fundamentos de la alianza de centro-izquierda originaria (la que derrotó políticamente a la dictadura, agrego, y dio gobierno a Chile en 1990).
Esa fue una alianza del centro demócrata cristiano con las fuerzas que antes apoyaron el gobierno de la Unidad Popular desde el PS, el PR, el Mapu y la IC.
La verdad es que el socialismo chileno de los años 1980-1990 no era socialdemócrata. No lo eran el Partido Socialista de Almeyda (y Escalona) ni el Partido Socialista de Arrate ni el Mapu de Garretón-Correa, ni la Izquierda Cristiana de Luis Maira. Todos ellos postulaban una profunda transformación del capitalismo chileno e incluso varios de ellos se definían como marxistas.
Oscar Guillermo pasaba del exilio a la cárcel. El joven Eugenio Tironi, que había tenido posiciones extremas en la izquierda, se jugaba por la unidad y asesoraba al Comando del NO. Enrique Correa, recién legalizado, asesoraba a las organizaciones sindicales y a la renaciente CUT.
Los tiempos y ellos han cambiado. Algunos más que los tiempos.
La mayoría de los dirigentes socialistas se fue “moderando” y poco a poco integrándose en el sistema, dejando atrás incluso postulados socialdemócratas y aceptando o promoviendo ministerios de Hacienda y Bancos Centrales cada vez más cercanos al neoliberalismo, algo así como un neoliberalismo con preocupación social. Varios se hicieron empresarios o asesores de empresarios.
Muchos de los firmantes de “De cara al futuro” fueron, además, redactores y representantes de las tesis y posiciones de los llamados “autocomplacientes”, y rechazaron las críticas de los que al interior de la Concertación cuestionaban la política económica de Aninat, Eyzaguirre y Velasco; los frenos sociales de Pérez Yoma, Mariana Aylwin y Mónica Jiménez y los salvavidas lanzados en el gobierno de Frei Ruiz Tagle por el mismo Frei y José Miguel Insulza al complicado, en ese entonces, dictador Pinochet.
Finalmente, los firmantes de “De cara al futuro” abogan por una alianza entre “el socialismo democrático y el centro”.
¿A qué se refieren con eso de socialistas democráticos?
¿No son democráticos el MAS, los socialistas que militan fuera de la Concertación, el MAIZ y el PC?
¿Los y las que están al frente hoy de los movimientos sociales? ¿Se copia la miope visión de Walker sobre la izquierda de fuera de la Concertación?
¿Proponen excluir hoy de un hipotético futuro gobierno, por antidemocráticos, a la mayoría de los actuales dirigentes sindicales y universitarios? ¿A quién se lo proponen? ¿Y con qué ropa, con qué base electoral y social? No estamos en 1990; estamos en 2012.
Es posible el gobierno de Michelle. Pero lo peor que puede pasarle es que sea hegemonizado por la derecha concertacionista, minoritaria en su mundo y ligada ya indisolublemente a los dueños del status quo.
Hay mucho coco allí, sin duda, pero mucho coco con olor a rancio.