El Gobierno ha anunciado que reactivará el proyecto que se encuentra en el Senado en materia de regulación de lobby; una iniciativa que ha debido enfrentar una serie de obstáculos para ser promulgada.
Esta tardanza hoy nos trae problemas concretos, pues, tal como lo advertí el año pasado, el Congreso Nacional ha aumentado la cantidad de visitas de estos señores de cuello y corbata que, premunidos de maletines y carpetas, intentan seducir a parlamentarios con motivo de uno u otro proyecto; en este caso, el mayor interés se ha generado en torno a la iniciativa que regulará la actividad pesquera en Chile.
Y claro, no es menor, porque los intereses en juego son nada menos que multimillonarios.Los peces tienen precio y a la hora de pescarlos, verdaderos piratas salen a las aguas dejando a los más pequeños en franca minoría.
Cuando el año pasado dos de estos personajes me esperaban en el pasillo, sin aviso previo, mi respuesta fue categórica, no acepté reunirme con ellos y lo dije en su momento: “no estoy dispuesto a tener que soportar improperios de delincuentes de cuello y corbata que intenten torcer mi voluntad cuando tenga que decidir respecto de algún proyecto de ley”.
Tras este reclamo, efectivamente se produjo en la Cámara de Diputados una relativa limitación al ingreso de personas a sectores aledaños a la sala; pero no cabe duda que no es suficiente, pues aún es posible observar la presencia de reconocidos lobistas en los pasillos o en la cafetería del Congreso.
Estamos legislando varios proyectos que son, sin duda, de alto impacto en grupos de enorme poder, y no extraña que estos grupos ya hayan contratado a lobistas para ejercer su influencia. Como ejemplos, además de la ley de pesca, el proyecto que prohíbe fumar en lugares públicos, y la reforma tributaria obviamente, entre otros.
Efectivamente la Comisión de Régimen Interno de la Cámara, en la cual participo, ha adoptado ciertas medidas, ellas sólo serán fructíferas si nosotros, los parlamentarios, enfrentamos esta realidad con una postura común, especialmente cuando aún no tenemos una ley que transparente esta actividad a través de un registro nacional y de una adecuada información de las acciones que también realizan los pasivos, es decir, quienes son objeto de lobby, con quienes nos reunimos, dónde y por qué.
Para ello, la Cámara abrirá un espacio en la página web, donde los diputados que lo deseen hagan público el registro de sus audiencias, esto último, a mi juicio, debiera ser algo más de una sugerencia.
La Mujer del César no sólo debe serlo, sino parecerlo, especialmente cuando se trata de proyectos que provocan el apetito de sectores poderosos.
La única forma de resguardar la transparencia e independencia de los parlamentarios en la discusión de los distintos proyectos es alejar este tipo de influencias y realizar un trabajo en su mérito, como corresponde a cada iniciativa.
Así las cosas, “una propuesta indecente” podrá seguir siendo sólo el título de una buena película, quedando absolutamente fuera del Congreso.
Señor lobista, si usted está leyendo esta columna, le sugiero considerarlo.