La lucha política al interior de la Concertación ha sido intensa en el último mes. Las primarias y sus efectos sobre el PS, el pacto para concejales entre el PPD, los radicales y los comunistas y los movimientos presidenciales del sector son los hechos que en 30 días pusieron y tienen en jaque a una de las fuerzas políticas y sociales más relevantes de la historia política de Chile que gobernó durante 20 años con cuatro presidentes.
La lista unitaria para elegir concejales y el tema presidencial son los hechos de mayor impacto para el conglomerado a corto, mediano y largo plazo.
A corto plazo se encuentran la consolidación del quiebre interno de la Concertación y la posibilidad –cierta y concreta- de transformar un acuerdo electoral en un pacto político. A mediano plazo, está el tema presidencial y las posibilidades de generar unidad o fragmentación opositora. Y en el largo plazo, surge el quiebre político y definitivo de la Concertación y la reformulación de la política de alianzas en el país.
A los pocos días de terminadas las primarias para elegir alcaldes y de producirse la crisis en el PS, estalla un nuevo conflicto al interior de la Concertación que amenaza su continuidad y unidad político-electoral.
Curiosamente, los mismos que celebraban el pacto por omisión con el PC y el éxito de las primarias, comenzaron en la nueva coyuntura a enfrentarse en disputas verbales y políticas que han debilitando no sólo su rol opositor, sino también sus proyecciones presidenciales. Y ello, sólo con cuatro días de diferencia.
Primer acto. Los comunistas y dos partidos históricos de la Concertación –PPD y radicales- acuerdan competir en las próximas municipales en el plano de los concejales no sólo de manera unitaria, sino también al margen de la hegemonía PS-DC. Se prenden las alarmas y el miedo comienza a recorrer el cuerpo de los partidos “eje”.
Para el PS, el miedo emerge no sólo por ver –potencialmente- perjudicado su rendimiento electoral en ese plano, sino también por ver como el “factor Bachelet” se debilitaba.
A su vez, en la DC no sólo surge el fantasma de la pérdida electoral, sino también se ve enfrentada a un potencial aislamiento político y presidencial. De hecho, en función de lo ocurrido en las municipales del 2008 podría generarse un equilibrio de fuerzas entre ambos sub pactos. No olvidemos, que en esas elecciones los radicales y el PPD ya fueron en una lista al margen del eje PS-DC.
Segundo acto. Ante este escenario surgen reacciones iniciales adjetivadas como “histéricas” que oscilan entre romper el “pacto por omisión” con el PC y dar por muerto al conglomerado –principalmente, desde la DC.
Han pasado los días y la racionalidad política comienza a instalarse. En el marco del binominal y de construir “una nueva mayoría para gobernar” no es recomendable en términos políticos romper un pacto histórico, perder la posibilidad de ganar las municipales en alcaldes y concejales y echar al tarro de la basura la posibilidad real de volver a La Moneda en menos de dos años.
Tercer acto. Los miedos instalados en los autodenominados partidos ejes –PS y DC- los conduce a una política defensiva que busca fortalecer sus posiciones individuales y colectivas. En esa dirección firman un acuerdo político y electoral para llevar lista común para las parlamentarias y candidatura presidencial única surgida de un proceso democrático.
Este hecho, ha generado bastante confusión en torno al apoyo “implícito” que la DC le estaría otorgando a Bachelet. Jugada maestra de experimentados políticos.
Cuarto acto. Ha pasado un mes y todo sigue “casi igual”. La tesis del triunvirato se ha consolidado y los miedos del eje comienzan a despejarse. Sin embargo, el pacto PPD-PRSD-PC avanza hacia un pacto político.
De hecho, en estos momentos no sólo se habla de pacto electoral, sino también de acuerdo programático con el PC y otras fuerzas de izquierda y de que los comunistas puedan integrar algún gabinete en un futuro gobierno de Bachelet. Este último hecho, no ha generado reacciones destempladas en la DC.
Pero, ¿qué explica esta coyuntura? En primer término hay que remitirse al diagnóstico que hace el PPD y los radicales. Desde hace mucho tiempo –sobre todo desde la derrota presidencial- estos partidos vienen planteando que la Concertación ha sido superada y que debe reformular su política de alianzas.
No sólo se trata de responder a las demandas del nuevo Chile, sino también a la necesidad política y electoral de construir una “nueva mayoría” para gobernar.
De este contexto, el pacto PPD-PRSD-PC es el germen –sin duda- de una nueva política de alianzas. Ante este hecho, mientras por un lado el PS afirma –con soberbia y narcisismo- que sin ellos es imposible una alianza de izquierda, la DC plantea que sin ellos no hay vocación de gobierno.
¿Por qué tanta alarma y tensión? Las alarmas se encienden ante un hecho político de alto impacto y que –sin duda- va generar las condiciones para una nueva realidad política. La Concertación –que conocimos hasta hoy- entra a una fase de reformulaciones trascendentes.
No deja de ser curioso, por tanto, observar tanta “histeria” y miedo si se trata no sólo de una tesis que se viene planteando y escuchando desde los primeros momentos de la derrota presidencial –por cada uno de los partidos del conglomerado-, sino también de que los acercamientos y acuerdos con el PC tienen una larga historia. Incluso, el sub pacto entre el PPD y los radicales en el plano de los concejales ya se manifestó en las municipales pasadas.
Las alarmas más intensas vienen de la DC. La explicación se encuentra en su potencial aislamiento. Se vería en una posición intermedia –centro político- entre un Frente de Izquierda y la derecha. De hecho, desde el propio partido surgen voces de que no sería positivo reeditar “los tres tercios”.
¿Qué puede hacer la DC en ese escenario? Lo que no puede hacer desde el punto de vista moral y político –a lo menos, a corto plazo- es ir a tocarle la puerta a RN y a la UDI para formar con ellos un nuevo pacto.
Por ello, un Frente de Izquierda con potencial electoral y capacidad de gobierno a corto plazo –con Bachelet- genera condiciones para una DC debilitada a nivel político y presidencial. No olvidemos que la izquierda –o el progresismo- también se debilita; por lo menos, en términos electorales a nivel municipal, parlamentario y presidencial.
Sin embargo, ese Frente de Izquierda hoy es inexistente. El pacto PPD, PC y PRSD está lejos de aquello. PPD y radicales siguen formando parte de la Concertación y el PC, sigue siendo invitado de honor.
Ha llegado la hora –para la oposición en su conjunto- de darle forma y contenido a lo que todos plantearon hace dos años; es decir, programa y candidatura presidencial unitaria.
Ha llegado la hora de las definiciones. La triada ha puesto en la mesa un debate político impostergable.
En este contexto, los “cuatro jinetes de la Concertación” junto a otras fuerzas políticas y sociales deben buscar fórmulas para construir una “nueva mayoría política” que dé respuesta a las demandas que emergen en el Chile pos Concertación.