Son muchos los conceptos y contenidos que se nos entregan cuando uno comienza la hermosa tarea de asumir la política como el camino para realizar un proyecto de sociedad que busque concretar los ideales que representan los valores que uno asume como inspiradores de ese compromiso de vida.
Pero junto con asumir esos contenidos la practica de la actividad política y el contacto permanente con la gente nos van indicando la necesidad de incorporar otras características a ese accionar para lograr de verdad cumplir la acción política con los grados de eficiencia, liderazgo, sentido común, capacidad de decisión, realismo , y lograr de esa manera ser exitosos en el propósito de servir a la gente y conducir con sabiduría las acciones que permitan cumplir los objetivos políticos que nuestros ideales representan.
Esa conjunción de teoría y aprendizaje práctico de la función dirigencial son vitales para no fracasar en la responsabilidad de cumplir el rol de líderes y conductores de los procesos sociales y políticos de la sociedad.
Chile ha visto en su historia generaciones de políticos que han sabido cumplir con extraordinaria calidad esa labor y la grandeza que demostraron les permitió resaltar la necesidad insustituible de la acción política para avanzar en la realización de los grandes proyectos de país.
Esta historia política de Chile es la que hoy lleva a entender el porqué la decepción de miles de chilenos con la política que hoy tenemos y quienes dirigen esa actividad tan noble.
Durante las ultimas semanas hemos visto como la “falta de oficio” como se dijo por ahí ha estado presente en las acciones de los dirigentes políticos.
Estas falencias son un mal compartido en todo el espectro político, pero con franqueza donde más resulta preocupante es en el mundo de la concertación. Mi mundo.
Hemos dado un espectáculo imperdonable y que requiere de una urgente intervención de todos para corregir los errores cometidos.
La crisis vivida es la consecuencia de la incapacidad de asumir en su momento las reflexiones y acciones que se requerían para enfrentar el análisis de una derrota electoral y las acciones a desarrollar para intentar recuperar la confianza y el cariño de los chilenos.
Esa omisión es la mayor demostración de las deficiencias de los actuales dirigentes que además no han podido generar un ambiente político que logre entusiasmar a los partidos en un proyecto común que consiga desterrar las acciones egoístas y de ambiciones individuales, que se han transformado en el motor de la política del Chile de hoy.
Ha faltado coraje durante estos dos años para asumir los necesarios procesos de reflexión y decisión que por respeto al pueblo de Chile se requería desarrollar.Hemos sido testigos que la acción de los actuales dirigentes a pesar de sus buenas intenciones no ha podido hacer de la política la actividad que logre auténticamente canalizar la realización de las personas.
Esta situación e incapacidad ha quedado en evidencia con la última experiencia sobre los acuerdos políticos y electorales. El proceso vivido se asemeja mucho a una de esas teleseries de mala calidad que habitualmente se dan en la televisión chilena. Hemos visto como desde hace meses los cuatro partidos de la concertación fueron inexplicablemente resolviendo e implementando en forma parcelada un tema que resultaba central para crear un mejor ambiente en esa alianza política.
No es entendible que un tema tan delicado y sobre el cual obviamente hay mayor conocimiento de sus consecuencias entre la dirigencia política que en la ciudadanía haya sido tratado e implementado de manera tan irresponsable. No resulta comprensible que no haya existido la preocupación por analizar este tema como un todo en su globalidad y determinar un mismo criterio de límites políticos para cada una de los distintos niveles del proceso electoral de octubre.
Una negligencia de esta naturaleza no puede dejar de ser evaluada,al interior de cada uno de esos partidos.
En estas semanas los respectivos presidentes de partido han tratado de justificar con argumentos supuestamente muy serios la peor de las formas de conducir que hemos visto en estos veinte años de democracia y que puede tener como consecuencia el fin de la mejor experiencia de alianzas políticas.
Se pone en riesgo el logro de una gran generación que supo hacer política con un espíritu de mayor generosidad y por sobre todo con un sentido de mayor compromiso con la causa común de mejorar la calidad de vida de los chilenos.
La obsesión por imponer formulas que delatan complejos izquierdistas y pensar equivocadamente que solo se puede crecer hacia ese mundo; la innecesaria actitud de buscar asegurar la nominación presidencial para quien aparece como una candidata indiscutida; la indefinición y poca seguridad del rol de partido articulador y provocador de acuerdos para hacer de la concertación un espacio mas inclusivo de todos los sectores; la ambición desmedida que lleva a otros a justificar su actitud en la supuesta búsqueda de caminos progresistas y que da la sensación que se busca más protagonismo que verdadera identidad política; la ingenuidad imperdonable de estar entregados en forma parcelada a las decisiones estratégicas que el PC hace en claro beneficio de sus exclusivos intereses electorales y políticos.
Todos estos elementos representan una pequeña parte de los males que hoy enfrentamos.
Esta grave situación nos exige la necesidad de recuperar la política, para que se oriente hacia los fines que debe tener y por sobre todo para que se ejerza con la calidad y sentido de compromiso con el bien común que es lo único que debiera estar inspirando el actuar de los partidos que la componen.
Hoy, aun es posible recuperar la política, esa política que al decir de Iván Fuentes, esta enferma y que necesita de mejores doctores para recuperar su verdadero sentido y la calidad de su accionar.
Esa debiera ser la tarea central de los militantes de los partidos de la concertación.
Hagamos los cambios en nuestros partidos que nos permitan recuperar la Política para que sea de verdad la gran política que los chilenos esperan y exigen.