Si en el directorio de una empresa algunos socios se esfuerzan para que ella obtenga ganancias, y otros, por el contrario, hacen cuanto está a su alcance para empujarla a la quiebra, con el fin de emprender nuevos negocios, es casi imposible que dicha empresa mejore su situación.
En ese cuadro, lo honesto sería que todos los socios transparentaran sus intenciones y actuaran en consecuencia. Lo impresentable es que algunos alienten el hundimiento de la sociedad, pero se mantengan en el sillón del directorio a la espera de firmar los documentos de la quiebra.
Es válido comparar tal situación con los avatares de la Concertación en los últimos años.
La formación de una lista de concejales del PPD, el PR y el PC, concebida como primer paso para constituir un “frente de izquierda” a la antigua usanza, es un episodio más del conflicto sobre la continuidad de la Concertación que se inició luego de la derrota de Frei en la elección presidencial.
El año pasado, el senador Jaime Quintana, candidato del girardismo a la presidencia del PPD, dijo que la Concertación se merecía “un funeral con honores”. No había equívoco alguno: el deseo de su corriente era que la coalición de centroizquierda fuera sepultada, con el fin de formar un bloque más afín con la línea y los intereses del jefe de fila, Guido Girardi.
Curiosamente, los enterradores han demostrado que primero quieren hundir a la coalición antes de armar otra cosa. O sea, algo así como un suicidio asistido.
En 2011, todos los esfuerzos del girardismo se orientaron a constituir una nueva fuerza con Marco Enríquez-Ominami, creyendo que este mantiene cautivos a los votantes que le dieron su apoyo en 2009, lo cual es pura fantasía. El plan para asociarse con ME-O fracasó estrepitosamente, en primer lugar porque el proyecto personalista de éste no deja espacio para nadie que pueda disputarle el rol de primer actor.
Por su lado, el senador José Antonio Gómez, presidente del PR, hace bastante tiempo que declara periódicamente que la Concertación se acabó, pero a la semana siguiente asiste a la reunión de presidentes de los partidos del bloque como si nada pasara. Todo ello es muy confuso y acentúa el descrédito de la llamada clase política.
¿Quiere Gómez ser candidato presidencial a todo evento, o sea sin pasar por ninguna primaria, sino inscribiéndose directamente en la primera vuelta de noviembre de 2013, quizás convertido en abanderado del PC y otros grupos? Tiene todo el derecho del mundo.
¿Prefiere que el PR rompa con la DC y el PS, partidos con los cuales camina hace más de 20 años? Es parte de la autonomía de su colectividad.
Pero la ambigüedad respecto del compromiso con la coalición no puede mantenerse indefinidamente. Está en juego la credibilidad y la autoridad de los partidos y sus dirigentes y, consiguientemente, la confianza o desconfianza que puedan despertar en los ciudadanos. La incoherencia no es opción de gobierno.
Quienes han sido aliados durante tanto tiempo tienen el deber de aclarar si desean mantener su acuerdo de colaboración. El discurso de la “ampliación” de la centroizquierda es poco convincente cuando en realidad se dan pasos hacia su fragmentación.
Además, la unidad de acción con otras fuerzas opositoras -la más relevante de las cuales es el PC con 5% o 6% de la votación nacional-, ya existe en los hechos, como lo prueba el pacto por omisión para la elección de alcaldes. Seguir hablando de constituir un bloque con “movimientos sociales”, “redes ciudadanas” y “grupos temáticos” es completamente artificial. Los pactos políticos son acuerdos entre partidos políticos.
Una coalición es una asociación voluntaria. Por ello, nadie debería sentirse amarrado en la Concertación.
Y no se trata de una discusión sobre el nombre de la coalición, sino de su perspectiva política, que no es otra que la vía democrática, reformista, genuinamente progresista y no populista, que hizo avanzar a Chile de manera sólida durante dos décadas, y que ahora tiene el reto de levantar una nueva plataforma de progreso para los próximos años, que son, si nos atenemos a las últimas proyecciones del FMI, los del salto de Chile al desarrollo.
Es deseable que los cuatro partidos concertacionistas renueven el compromiso del 5 de octubre pasado en cuanto a seguir trabajando unitariamente, como por lo demás lo siguen haciendo en el Parlamento.
Todos los ciudadanos que se identifican con la centroizquierda esperan que los cuatro partidos enfrenten juntos la batalla presidencial.
Por supuesto que el candidato o candidata de unidad debe surgir de una elección primaria, abierta y vinculante.
Solo la unidad de las fuerzas de centro y de izquierda representa una real alternativa de gobierno. Si algunos prefieren cultivar su propio jardín para que broten algunas florcitas, en los hechos favorecerán la elección de un segundo gobierno de la derecha. Ojalá prevalezca la sensatez en la centroizquierda.