Bachelet desde el silencio público y desde su auto exilio político se ha convertido en la variable independiente del sistema político en general y de la coyuntura presidencial en particular. En ese escenario todo depende de lo que la ex mandataria diga o haga. Sus acciones y palabras inciden de manera directa en lo que sucede en la política chilena. En lo que harán uno y otros. En lo que dirán unos y otros.
Todos los actores políticos y sociales del país –entre ellos, los ciudadanos- esperan su respuesta. Unos el Sí y otros el No. De hecho, las estrategias y tácticas presidenciales de la derecha y de la oposición dependen del “factor Bachelet”.
Incluso, la política de alianzas de la Concertación y su potencial ampliación está fuertemente vinculada a la decisión final.
El futuro político de Chile depende de sus decisiones. Si no conociéramos el perfil político y humano de la ex mandataria, esta “dependencia de sus acciones” podría interpretarse como que se trata de un liderazgo personalista, caudillista, autoritario y narcisista. Incluso, podría aplicarse la frase “El Estado soy yo”.
Al mismo tiempo, podríamos transformarla en “el futuro, soy yo” o “la concertación soy yo”. No es el caso. No obstante, todos esperan.
¿Cómo se produce el paso de la Presidenta Bachelet al factor Bachelet? Su posicionamiento presidencial surge desde el momento en que deja el cargo hace dos años.
Rápidamente surgen los “escuderos” que empiezan a trabajar para generar las condiciones políticas y electorales para su regreso a La Moneda; y con ella, los que hegemonizan el poder interno de la Concertación.
En rigor la tarea de posicionamiento ha sido fácil. Tres han sido los hechos que han facilitado la tarea de los “escuderos”. En primer término, su rápido posicionamiento como carta presidencial ganadora en las encuestas. Segundo, la debilidad política y el fuerte rechazo que genera el Presidente y su gobierno, y finalmente, la ausencia de liderazgos presidenciales ganadores en la Concertación en particular y oposición en general.
Su alto nivel de aprobación presidencial al dejar el cargo en marzo del 2010 supera el 80%.
La primera operación, por tanto, era traspasar esa evaluación a las encuestas de intención de voto. Rápidamente se cumplió el objetivo. En efecto, las encuestas internas que empiezan a circular sobre el potencial presidencial de la ex mandataria mostraban que el primer objetivo se cumplía. Luego, las encuestas que comienzan a circular de manera pública desde el 2011 confirman el buen posicionamiento que Bachelet tiene para volver a La Moneda.
Las encuestas siguen jugando un rol político al ubicar al Presidente Piñera y a su Gobierno en una posición de aprobación pública muy baja. Es un Gobierno con baja aprobación y alta desaprobación.
Este hecho ha debilitado las posibilidades de que se instale un segundo gobierno de la derecha. De este modo, los “escuderos” logran el segundo objetivo para re-instalar a Bachelet en La Moneda.
Sin embargo, deben tener presente que no hay correlación significativa entre la continuidad de una coalición en el gobierno y los niveles de aprobación de un Presidente.
Dos casos paradigmáticos que ilustran este hecho los vemos en la continuidad Frei-Lagos y Bachelet-Frei.
En tercer lugar, desde la Concertación no ha logrado emerger un liderazgo presidencial potente que no sólo supere a Bachelet, sino también que le gane a la derecha. Es más, tampoco de las otras oposiciones.
Vemos, por tanto, como los tres objetivos para llevar a Bachelet se ha cumplido; posicionamiento potente en las encuestas, debilidad político-electoral de la derecha y ausencia de liderazgos en la oposición.
A dos años de iniciada la gesta, la tarea está cumplida. Los escuderos han logrado convertir a la ex mandataria en el “Factor Bachelet”.
Sin embargo, faltan algunos meses para afirmar con certeza “misión cumplida”. ¿Cuántas veces hemos escuchado que los partidos se juegan hasta el último minuto y que la vida sólo termina con el último suspiro?
Hay que seguir esperando, conviviendo con la incertidumbre y con una lucha política que aumentará su temperatura de aquí a las municipales y desde éstas hasta fin de año.
Hay que esperar el resultado de las municipales –sobre todo, lo que ocurre con los concejales y el quiebre interno de la Concertación- y la decisión final de Bachelet. Hay que seguir conviviendo con la incertidumbre que genera este escenario de silencio y con la intensidad de la lucha política que va en alza.
Este último escenario es el que hay que neutralizar en los últimos momentos de la gesta iniciada hace dos años. La lucha política que se abre no puede desestabilizar ni debilitar el objetivo de “la vuelta a La Moneda”.
La derecha lo ha intentado en distintas ocasiones –caso 27F, déficit fiscal, crisis educacional y herencia recibida- y en cada una de ellas ha fracasado. Y ello, a tal punto que sus decisiones presidenciales dependen del “factor Bachelet”.
En la Concertación la coyuntura actual y futura se relaciona con la ampliación de su base política, electoral y social de apoyo; es decir, la re-construcción de una nueva mayoría social. De hecho, el pacto PPD-PRSD-PC para la elección de concejales tiene como objetivo abrir la Concertación a otras fuerzas y transitar de un pacto electoral a un pacto político-programático. No olvidemos, que esta es una de las condiciones que ha puesto Bachelet.
Neutralizar ambos frentes despeja la pista. La tarea está bastante avanzada. Mientras tanto, los silencios del “Factor Bachelet” seguirán hablando. En semiótica las palabras y los silencios comunican.
Por ahora, hay que seguir las declaraciones y opiniones de sus escuderos que día tras días entregan “pistas ocultas” en sus palabras de que Bachelet va ser la candidata.