El Partido Comunista de Chile parece haber entrado, con todo, en un proceso en el que se va dejando atrás definitivamente las posturas antisistémicas y en el que se marcha, con las velas desplegadas, en la propuesta de “un gobierno de nuevo tipo”, radicalmente reformista, fundado en una amplia alianza de izquierda-centro.
Un gobierno a la izquierda de la socialdemocracia pero que considera esencial el acuerdo con la socialdemocracia.
En nominaciones chilenas, un gobierno de izquierda-centro hasta con la democracia cristiana y no –como ha sido con la vieja Concertación- un gobierno de centro-izquierda en el que fue el centro DC el plato más fuerte y en el que el PC no ha estado en la izquierda gobernante.
Hasta ahí todo bien.
Cosas parecidas pueden suceder con el Partido Comunista y la Izquierda Unida en España, y con el Partido Comunista francés que ha llegado, en alianza, al 10 por ciento en las recientes presidenciales. También participan en el juego electoral la izquierda alemana, con representación en el Bundestag, y el Partido Comunista ruso, con representación en la Duma.
Los peros están en que el PC nuestro no sólo piensa en un candidato o candidata única de la oposición en la definitiva elección presidencial de fines de 2013 (para la que, suponemos, deberá existir un programa mínimo común de los aliados) sino que ha avanzado en acordar hoy, con una parte de la Concertación, una alianza electoral que, al no tener sustento programático, se transforma inmediatamente en electoralista, en hueca.
En el PC, y en la izquierda que lo acompaña en esta alianza, no se ha puesto, como solía decirse, “a las masas en el centro de la política”.
El fuerte movimiento de masas del año pasado, que fue de izquierda y que mucho tuvo de autónomo con respecto a los partidos de izquierda, no ha sido considerado. Se ha partido del presupuesto falso de que “lo existente” en política son sólo los partidos y, más, que los partidos de la Concertación representan hoy el sentir de una gran fuerza popular, cercana, muy parecida, a lo que fue la mayoría popular desde el 88 al 2010. Si no fuera así ¿para qué la alianza?
Tampoco el PC y la izquierda que lo acompaña han aprovechado la elección de concejales –que no se dará encajonada por el binominalismo sino que será porcentual- para levantar listas de izquierda en todo el país.
Ello aparecía como absolutamente conveniente para el desarrollo político electoral de la izquierda en una situación nueva, caracterizada por la disconformidad con el actual sistema político, el levantamiento del movimiento de masas, el debilitamiento de la Concertación y la disgregación que ese debilitamiento tiene que acelerar.
¿Por qué farrearse esta oportunidad?
¿Por qué uniformarse tras candidaturas alcaldicias centristas, debiluchas, con fuertes grados de anticomunismo? La gente de izquierda está viviendo momentos de amargura en Valparaíso, La Florida y otras comunas.
¿Por qué renunciar a medirse como izquierda, ocupando además cargos de representación popular, para después proponerse, en base a esas mediciones, una alianza de izquierda-centro para las presidenciales?
¿La izquierda no podía competir con éxito para concejales con las listas DC-PS, PPD-PR, PRO-PH y RN-UDI, cuando se trata de elegir en octubre 6 o más representantes por comuna con sistema proporcional?
La verdad de las cosas es que uno empieza a dudar.
¿No se tratará de poner por encima de todo una elección de la que poco se habla pero en la que todos piensan: la parlamentaria de fines del próximo año?
¿No será que así se busca, en primer término, asegurar cupos en una lista de la Concertación (que la habrá en 2013) para senadores y diputados?
En una política de cara a las masas y con las masas esa aventura podría ser aprobada, pero no hay tal.
Lo de hoy es un electoralismo hueco, de oficina, y el electoralismo hueco, aunque haya más votos, será siempre en política una derrota.