En estos días la discusión política gira alrededor de los gastos parlamentarios. Poco se escucha sobre reforma tributaria, educación, Isapres, negociación colectiva, descentralización: los representantes elegidos están peligrosamente anulados por su desprestigio ante la opinión pública.
Mientras, el gobierno mantiene un manejo sin eficacia ni imaginación de la agenda pública y en la oposición se incuba una crisis, cuyo sustrato es la ausencia de coherencia y de propuestas alternativas (ejemplo: su propuesta tributaria apenas propone aumentar el royalty, mientras las utilidades de las mineras privadas alcanzan niveles estratosféricos sin que casi nadie diga nada) y cuyo paroxismo parece ser el anuncio del PDC de suspender todo acuerdo amplio de oposición para enfrentar a la derecha en la elección de alcaldes a raíz de un anunciado pacto entre PPD, PR y PC para concejales.
Aumenta así el marasmo de la esfera política, a mitad de camino del período de gobierno, en que toca ir configurando las opciones de remplazo.
En el caso de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, los que promovimos sus candidaturas aliamos en su momento al PS, PPD y PR y le propusimos al PDC dirimir la legítima disputa de opciones ante los ciudadanos, en primarias abiertas.
En el primer caso, Lagos le ganó en 1999 a Zaldívar por 70 a 30% de los 1,4 millones de votantes y triunfó en la elección presidencial.
En el segundo, Alvear se retiró frente a Bachelet antes de concurrir a las urnas, para luego transformarse en la primera presidenta de Chile en 2006.
En el caso de Frei hubo una aproximación sectaria, especialmente en el PS y la DC, que terminaron supuestamente aliados pero en realidad fracturados, y no hubo primarias reales ni propuestas progresistas (Frei no consideró siquiera una reforma tributaria para disminuir las desigualdades), se levantó una candidatura fuera de la Concertación y Frei perdió su opción presidencial, a pesar de la buena valoración del gobierno saliente por la opinión pública.
En la actualidad, los que dominan el PS han reiterado su lógica conservadora y sectaria y desechan toda alianza de los partidos progresistas, que en la nueva etapa debe incluir a todas sus expresiones, incluido el PC, y las recientemente creadas a partir de escisiones del socialismo PRO y MAS-MAIZ, con una plataforma que dé cuenta del Chile del siglo 21, empezando por la despenalización del aborto, nuevos derechos sociales y laborales, recuperación del control de los recursos naturales, educación y salud públicas de calidad, lucha contra el cambio climático con una nueva matriz energética y productiva, entre otros temas.
El socialismo conservador ha mantenido una actitud interna y externa hostil con las expresiones de izquierda para aliarse en las elecciones municipales y parlamentarias con un PDC dirigido por conservadores, que se niegan siquiera a restablecer en materia de aborto la legislación vigente entre 1931 y 1989 y no están dispuestos a aumentos relevantes del royalty minero, por ejemplo.
Ha roto así lo realizado exitosamente en lo político en décadas pasadas y renunciado a su identidad y a toda reflexión programática, con el pretexto de promover una nueva candidatura de Bachelet, pero ahora con otra fórmula de alianzas y sin otro contenido que recuperar el poder.
El resultado: ningún compromiso DC de apoyo presidencial hasta ahora y la dispersión y división del progresismo en las elecciones municipales, lo que probablemente se prolongará hacia la elección parlamentaria y presidencial futura.
¿Su único sustento?, la popularidad en la lejanía de la ex presidenta Bachelet, que ha roto su silencio sólo para dirigirse a los conservadores de la Concertación, es decir prologar un libro del neoliberal Velasco y para felicitar efusivamente a Escalona, que asume la presidencia del Senado con la bandera de un anacrónico “Estado protector”, que calza bien con las mentalidades autoritarias que se sienten llamadas a “proteger” a los demás, como si la idea del Estado democrático y social de derecho, que en Chile debe ser urgentemente instaurado en base a un nuevo proceso constituyente, no fuera la base necesaria de toda propuesta progresista moderna.
Los que se sienten fuera de la alianza contranatura y exclusivamente pragmática entre las burocracias partidarias DC y PS, hacen bien en reagruparse y sintonizar con las aspiraciones mayoritarias de la sociedad chilena.