Los protagonistas en las historias de los pueblos cambian y rotan de acuerdo a las circunstancias; cambian también los atributos y estrategias.
No por nada hemos sido testigos de una multiplicación de manifestaciones sociales que han sido capaces de poner temas en la agenda con más fuerza que nunca. Es un proceso que se arrastra como una ola en el mar, que se levanta a ratos y vuelve a replegarse, pero que se mantiene vivo y alerta, porque sin duda la participación ciudadana hoy es una realidad irrefutable.
La acumulación de expectativas frustradas, el predominio del abuso y la desigualdad, la crisis de representatividad, el centralismo, y la lógica de los negocios privados en el tratamiento de los asuntos públicos , entre otros, han motivado un estado de ánimo complejo, que las autoridades parecen no ver ni escuchar.
Pero, lo que comenzó con la indignación, frente a los abusos de todo tipo; hoy comienza a situarse en el empoderamiento, en la capacidad de organizarse y llevar a buen puerto algunas de las demandas.
Dos ejemplos claros: lo ocurrido en Aysén y la movilización ciudadana tras el asesinato del joven Daniel Zamudio, pidiendo al Estado chileno señales concretas para erradicar y sancionar la discriminación.
En ambos casos, la gente, su voz y organización han sido claves. Las dinámicas cambian y la participación ciudadana comienza a plasmarse no sólo en los temas de la agenda, sino en su desarrollo y posterior decantación.
Durante estos últimos días, hemos sido testigos de la fuerza y coraje de los ayseninos, de líderes que han emocionado a los chilenos, pues nos han hablado desde el corazón y con un discurso cercano y real, que revela humanidad, transparencia y empatía, atributos que hoy valoramos y reconocemos como esenciales para avanzar hacia un país más justo y con menos inequidades.
Hemos sido testigos, también, del profundo impacto y dolor que provocó el crimen de Daniel Zamudio, un repudio generalizado que ha colocado el valor de la Igualdad como un bien superior, rechazando todo acto de discriminación y odio.
Y, precisamente sobre este concepto, hemos visto, también, como desde la indignación, los ciudadanos han sido capaces de organizarse a través de diversas organizaciones civiles, para entregar sus testimonios, recomendaciones y opiniones, en busca de una mejor legislación y de un marco regulatorio que cautele los derechos civiles esenciales para cada uno de los chilenos y chilenas.
La sociedad no ha estado al margen; y, aquello, es una muy buena noticia.
En varias ocasiones, nuestra bancada DC tuvo la oportunidad de reunirse con diversos actores sociales que, en forma notablemente organizada, fueron capaces de explicitar las falencias de las modificaciones del Senado en el proyecto antidiscriminación, el que finalmente ha pasado a comisión mixta para ser perfeccionado.
El diálogo fue siempre respetuoso y sincero y, el resultado, la unidad de la oposición ante la necesidad de mejorar una iniciativa que no puede ser aprobada con debilidades.
Así las cosas, hoy, las leyes han dejado de ser, para bien de muchos, articulados redactados entre cuatro paredes y aprobados sin mayor debate.
Hoy, a través de las redes sociales, de los medios de comunicación y de sus propios voceros, los ciudadanos comienzan a formar parte de una actividad esencialmente democrática: el diseño del marco legal que rige a un colectivo que, a todas luces, exige la defensa de los derechos civiles en todas sus dimensiones.
La participación ciudadana, entonces, no puede ser interpretada solamente como el ejercicio de consultar e informar a la gente respecto de las decisiones adoptadas o por adoptar por parte de las autoridades; debe entenderse, además, como formas de expresión, compromiso, intervención e involucramiento de los ciudadanos en los asuntos públicos y en los procesos de toma de decisiones de las instituciones del Estado.
Por ello, no cabe otra cosa que felicitar a todas las organizaciones empoderadas, a cada uno de los chilenos que, a través de distintos medios y con distintos códigos, han sido capaces de manifestarse.
Llegará el día, ojalá más temprano que tarde, que los ciudadanos tengan también iniciativa para generar proyectos de ley que luego sean votados en el Parlamento.
Así como llegará el día en que la representación popular sea efectiva y real y no responda a un sistema como el actual, donde el binominal representa un freno a la participación de las minorías en el Congreso.