Mi columna anterior sobre el tema del “empoderamiento” provocó algunas críticas de lectores de este sitio Web de Cooperativa.
Sin perjuicio de la respuesta que propuse a tales críticas –pues acostumbro responder a los lectores que leen y comentan mis columnas- y una vez cerrada la parte más álgida del proceso movilizacional de Aysén, convendría continuar el análisis propuesto.
En mi opinión –discutible, como todas ellas- ese proceso muestra que sin política, sin políticos y sin partidos ni organización política, los movimientos sociales y los ciudadanos no pueden ser adjetivados como “empoderados”, al menos en un régimen político democrático.
En efecto, cuando los dirigentes sociales se organizaron, recurrieron a los políticos y a los partidos políticos e hicieron política, entonces comenzaron efectivamente a “empoderarse” y por ende a encontrar los medios para lograr algunas respuestas y soluciones a sus demandas.
Los dirigentes, quienes los acompañaban, la ciudadanía de Aysén y de Chile en general, rechazaron la desorganización y violencia que tendió, por un tiempo, a acompañar sus legítimas demandas.
El Gobierno, correcta y legítimamente a mi juicio, rechazó esa violencia e intentó que las demandas fueren presentadas y procesadas de la manera que corresponde en un régimen político democrático: organizada y pacíficamente.
Cuando las partes del conflicto convinieron que la desorganización y la violencia eran malas compañeras, el movimiento social comenzó a hacer política y a quedar empoderado, y entonces -y solo entonces-, pudo enfrentar al Gobierno de una manera democrática y exitosa.
Por cierto, ni el movimiento social de Aysén ni el Gobierno han concluido por completo el complejo proceso de negociaciones que puso término al conflicto.
Tampoco han salido completamente indemnes de todo ello.
Así, los dirigentes sociales de Aysén deberán enfrentar el descontento de un segmento de sus bases sociales y el Gobierno deberá hacerse cargo del serio conflicto político interno provocado por la renuncia de uno de sus Ministros, don Rodrigo Álvarez Z.
Pero así es la política. Un juego difícil, complejo, conflictivo, duro, para todos los participantes, y que muchas veces se reduce, empíricamente, a una mera lucha por el poder.
Sin embargo, en los enfrentamientos políticos que ocurren en un régimen político democrático –por imperfecto que sea- lo que cabe esperar de los actores políticos es que no recurran a la violencia ni como recurso político ni como estrategia de poder o de empoderamiento.
Y eso vale -al menos esa es mi opinión- para todos, movimientos sociales, partidos políticos, políticos, ciudadanos indignados o no, movilizados o no, gobernantes y gobernados.
Es válido también para quienes hoy están en la Oposición y mañana pueden estar en el Gobierno y entonces deban enfrentar las múltiples demandas de los ciudadanos indignados, movilizados y “empoderados”, en la siempre conflictiva sociedad y política chilena.
Todo lo anterior por cierto es una propuesta, una opinión, que puede o no gustar, pero es lo que un columnista debe estar dispuesto a arriesgar cuando la propone a los lectores.
Una última opinión: me parece a mí que en el Chile de hoy hace falta más reflexión de los académicos, esto es, de quienes hacen su trabajo intelectual en las Universidades, en ese espacio social civilizado que por su esencia constituye el lugar del pensamiento pausado, sin ira, sin emotividad ni exaltación.
Este sitio Web de Cooperativa y otros que existen por ahí en el espacio cibernético debieran enriquecerse aún más con sus aportes al debate político ciudadano.