Se nos movió el piso, pero a algunos se les movió mucho más, especialmente a quienes están a cargo de las emergencias en el país, a las autoridades y a las empresas de Telecomunicaciones porque, aun considerando todos los anuncios de cambio, la opinión pública comprobó que “todo sigue igual”.
Los celulares colapsaron, hubo instrucciones contradictorias y falta de precisión en la determinación de la real intensidad del sismo del pasado domingo.
Hasta el 27 de febrero del 2010, los chilenos creíamos que nuestro sistema de emergencia, aunque siempre mejorable, poseía las condiciones para gestionarlo de manera adecuada.
Después del terremoto pensamos distinto y se visibilizaron las debilidades.
El actual Gobierno asumió señalando que modernizaría la Onemi y que serían eficientes a la hora de enfrentar emergencias. La naturaleza les ha cobrado la palabra y ha sido categórica con varios hechos que han azotado a nuestro país: sismos, incendios, inundaciones, hechos que han puesto el sistema a prueba.
Lo ocurrido el pasado domingo nos refleja que nada ha cambiado y nos preocupa, porque si bien se prometió una Onemi 2.0, la verdad es que actualmente estamos más cerca de una Onemi 0.0. ¿Por qué?
Además de las debilidades observadas este fin de semana, nos preocupa lo que está ocurriendo con lo prometido, esto es, con el proyecto que ingresó el Gobierno al Congreso, actualmente radicado en la Comisión de Defensa, y que busca modernizar la actual institucionalidad.
Al respecto, el Gobierno parece haber centrado más su atención en los cambios de look, en las imágenes y propaganda, que en un proyecto que sintonice con las experiencias mundiales en esta materia y con una mirada moderna que asegure la protección de las personas.
Así las cosas, el Proyecto de Ley del Sistema Nacional de Emergencias y Protección Civil, tal como está y según los comentarios de expertos que han asistido a la Comisión, no responde a las necesidades de cambio que los chilenos requerimos y que además se aleja de las recomendaciones esenciales entregadas para una gestión de emergencias moderna.
A grandes rasgos: es un proyecto centralizado; no reconoce el valor del nivel local -Municipios y Comunidad- que son los primeros en responder a cualquier emergencia; no reconoce en el capital social local el rol de las comunidades y la necesidad de fortalecer sus capacidades de organización y preparación como actores esenciales en la Mitigación, Prevención, Preparación, Respuesta y Recuperación de emergencias, y, entre otros aspectos, no establece mecanismos de aseguramiento de la profesionalización de la Gestión de Emergencias y su recurso humano a fin de asegurar que la Agencia cuente con el personal adecuado, con las competencias y certificaciones que corresponde a una labor estratégica y esencial para la protección de la vida.
Se acerca el invierno y es probable que la palabra emergencia se multiplique; queremos un nuevo sistema de protección civil, comprendiendo que la Gestión de Emergencias es una actividad que debe ser profesionalizada y que para ello se requiere disciplina, ciencia, tecnología y experiencia sistematizada a nivel internacional.
En suma, una mirada moderna, donde las personas y la comunidad informada sean la clave para enfrentar nuestra loca geografía.