Conviene, creo, comenzar esta columna aclarando qué significa la expresión “empoderado”, de uso tan intensivo en la política chilena de los últimos años.
El vocablo no existe en español y proviene del inglés “empowerment”, ampliamente utilizado para referir a la administración de empresas y para indicar que a los empleados subordinados de ella se les entregan algunas facultades, restringidas o amplias, para actuar en su nombre y representación. Es en virtud de tal delegación de poderes o facultades que ellos quedan “empowered” ( “empoderados”).
Aclarado lo anterior -y sin entrar en mayores e inútiles detalles lingüísticos y técnicos- hay que reconocer que en la realidad la expresión comenzó a utilizarse y se utiliza para indicar que un grupo social o ciudadano está “empoderado” porque tiene poder político, esto es, aquel referido a la sociedad como un todo.
Se trataría entonces de ese poder que permite a quienes lo tienen adoptar decisiones que serán obligatorias para todos los miembros de la sociedad, pues contarán con la fuerza o coacción más o menos legítima del Estado, para imponerlas en caso que no se cumplan voluntariamente.
Ahora bien ¿puede decirse que un grupo de ciudadanos o un movimiento social está “empoderado” porque tiene cierto liderazgo y presencia activa, indignada y movilizada en las calles de ciudades importantes de un país?
Propongo a los lectores de este sitio Web de Cooperativa que la respuesta a la pregunta anterior es no.
Me inclino a responder negativamente porque el poder político societal, como fue someramente descrito antes, es uno que está radicado en las instituciones políticas, no en los grupos movilizados en las calles.
Ahora bien, en Chile y en muchos otros países los movimientos de ciudadanos indignados, movilizados y algo organizados, con un liderazgo generalmente poco definido en sus procesos de selección y asignación de facultades, se han caracterizado también por su rechazo a los políticos, los partidos políticos -sean de Gobierno o de Oposición-, a la política y a las instituciones políticas.
De otro lado, no cabe duda que esos movimientos existen, pero sin políticos, sin partidos políticos, sin o con poca organización política y entonces -lo que es más importante- sin poder.
De tal modo que, según mi proposición analítica, la expresión “empoderados”, en cuanto a su aplicación al ámbito político, no sería propia de tales grupos de ciudadanos o movimientos sociales.
Advierto eso sí que el análisis formulado se hace desde una cierta perspectiva y preferencia: la de un régimen político democrático.
Esto es, no considera aceptable como recurso de poder político legítimo el de las calles, de las manifestaciones acompañadas de violencia extendida, las brutales e inmisericordes luchas por el poder político societal que se dan entre grupos armados en una sociedad, y que caracterizan fundamentalmente a los procesos revolucionarios.
Pero también señalo que en las revoluciones, una vez y si es que culminan exitosamente, el poder societal se institucionaliza, esto es, se radica en las instituciones creadas y dirigidas por los revolucionarios triunfantes.
Desde otro ángulo, lo que es ciertamente preocupante es que los políticos y los partidos políticos en un régimen político democrático pierdan de vista sus funciones de articulación, agregación, diseño e implementación de soluciones a los problemas económicos y sociales que existen y se expresan en la sociedad – también en la calle, vía movimientos sociales y movilizaciones.
Analíticamente, lo que se percibe es que un número importante de ellos, de todo el espectro ideológico político partidario, más que políticos y dirigentes de partidos políticos tienden a asumir el rol de dirigentes de movimientos sociales, incluso de aquellos que terminan por expresar sus demandas –muchas veces legítimas- en las calles y acompañados de una violencia inveterada y ampliamente rechazada.
Un régimen político democrático sin políticos, sin partidos y sin instituciones políticas que funcionen (ojalá bien) puede en algún momento acercarse al punto en que simplemente colapsa.
A su vez los movimientos sociales o ciudadanos debieran comprender que sin liderazgo organizado, sin políticos, sin partidos políticos y sin instituciones políticas, el supuesto “empoderamiento” es simplemente una conceptualización que no tiene mucho sentido y contenido real.
Algunos jóvenes políticos dirigentes estudiantiles –entre ellos específicamente Giorgio Jackson- parecen así haberlo comprendido y han comenzado a organizarse políticamente.
Bienvenidos sean a la política democrática, ya que por difícil, dura, y conflictiva que ésta pueda ser sigue siendo la más civilizada y respetuosa de la dignidad y derechos de la persona humana.