Los tiempos políticos no le hacen caso al calendario. Faltan 20 meses para la elección presidencial, pero ya comenzaron los preparativos de la carrera a La Moneda.
Aunque dentro de 6 meses se efectuará la elección municipal, ello no parece ser un obstáculo para las candidaturas presidenciales que están en ciernes: por el contrario, algunos aspirantes se preparan para recorrer el país con el fin de apoyar a los candidatos a alcaldes y concejales y, del mismo modo, éstos se disponen a arrimarse al árbol que les dé buena sombra.
No tiene sentido criticar el adelantamiento de la competencia presidencial. Con gobiernos que duran 4 años es casi inevitable que en la mitad del período empiece el precalentamiento de los aspirantes.
En la propia coalición gobernante es visible que Golborne, Allamand y Longueira están tratando de sacar el máximo partido a su figuración como ministros para crecer como precandidatos: ya veremos hasta cuándo podrán hacerlo sin crearle problemas a Piñera, o sea en qué momento él les pedirá que dejen sus cargos.
En la oposición, la mayor novedad es que Claudio Orrego, prestigiado como alcalde de Peñalolén, lanzó su campaña para convertirse en el precandidato presidencial de la Democracia Cristiana.
También Ximena Rincón quiere probar suerte, y muchos creen que Ignacio Walker, presidente del partido, también decidirá competir. Se ha hecho, pues, más tangible la posibilidad de que la DC tenga su propio representante en la primaria de la Concertación.
Por su lado, Andrés Velasco precisó su deseo de participar como independiente en cualquier circunstancia en la primaria concertacionista, vale decir, postule o no postule la ex Presidenta Michelle Bachelet. También Gómez, del PR, que dio por muerta a la Concertación el año pasado, se prepara para postular otra vez bajo su alero.
¿Qué pasa con Enríquez- Ominami? Es cuento aparte. Su proyecto personal no tiene relación alguna con la Concertación. Está claro que él no supeditará su inscripción como candidato presidencial al resultado de ninguna primaria. Ya resolvió que su nombre figurará en la papeleta de votación en noviembre de 2013, y se podría apostar que también será candidato en 2017.
No obstante que en septiembre del año pasado pareció que la Concertación llegaba a su fin como pacto político, sigue siendo la fuerza alternativa al gobierno de la derecha. No ha surgido otro bloque en su reemplazo.
Aunque sus integrantes coinciden en la necesidad de establecer acuerdos con el resto de las fuerzas opositoras, lo más probable es que la primaria presidencial comprometa sólo a los 4 partidos de la coalición, y no es poco decir.
Como es obvio, es indispensable que la primaria se articule en torno a un proyecto político compartido (un programa básico, una fórmula de gobierno, etc.), de lo cual es expresión necesaria el compromiso de los precandidatos de apoyar a quien resulte vencedor.
Todo el mundo sabe que la figura de la centroizquierda que concita mayor adhesión ciudadana sigue siendo la ex Presidenta Bachelet. Los alevosos ataques que ha recibido de los representantes de la derecha en el último tiempo no hacen sino confirmar que, en el caso de que ella decida postular, tiene grandes posibilidades de volver a La Moneda.
El escenario de competencia en la centroizquierda no debería inquietar a quienes simpatizan con la ex Presidenta. Sería un error interpretar el surgimiento de nuevas figuras como una especie de “falta de respeto” hacia ella. En democracia, los liderazgos están permanentemente puestos a prueba. Se concursa cada vez.
El reto de la Concertación es realizar una votación de amplia convocatoria: si en la única primaria nacional efectuada hasta ahora, la de 1999, en la que compitieron Ricardo Lagos y Andrés Zaldívar, votaron 1.384.326 personas, la nueva convocatoria debería movilizar por lo menos a unos 4 millones de electores.
Si la primaria es de buen nivel en cuanto a la estatura moral y política de los postulantes y la calidad de las propuestas, cabría esperar un gran interés por participar de parte de mucha gente que no está inscrita en ningún partido, en particular nuevos votantes, lo que le daría una vigorosa legitimidad a la candidatura que nazca de ese proceso.
La revitalización de la Concertación depende en buena medida de su capacidad de hacer política de puertas abiertas, transparentar sus decisiones y ofrecer un camino de progreso que motive a la mayoría de los ciudadanos. Debe demostrar que merece volver a gobernar.