La emblemática frase del comercial “se nos viene marzo” ha quedado obsoleta esta vez.
Como nunca antes visto, febrero fue un mes protagonizado por los movimientos sociales. Ni el festival de Viña del Mar pudo contener la atención ciudadana.
Es un buen síntoma, y a su vez un preocupante síntoma que avizora un año movido.
Esto confirma que los estudiantes tienen razón cuando dicen que la causa estudiantil es política y social. El conflicto no solo tiene que ver con “el estudiante”, el conflicto finalmente es la desigualdad social, y en febrero le tocó a Aysén.
El Gobierno, demostrando una vez más una débil habilidad en hacer política ha preferido estimar que los ayseninos son unos “tozudos”, al igual que a mediados de año prefirió creer que los estudiantes eran unos “inútiles”, acusando además a ambos movimientos de estar politizados, como si se tratase de una lepra innombrable.
Los partidos políticos de oposición nuevamente dan cuenta de su falta de vinculación social, reaccionando de manera tardía porque hay que reaccionar. Esto los hace ver, aunque no está en duda la legitimidad de sus acciones, como permanentemente colgados a los movimientos de la calle, a los ciudadanos.
Marzo ya no es el inicio, porque en realidad acá no ha habido final. Los estudiantes se tomaron el país durante el año y le pasaron la posta a las regiones en febrero para recibirla de vuelta próximamente.
Este será un año movido, donde los políticos tendrán que hacer un doble esfuerzo.
Por un lado deberán ser capaces de encantar sus votos para las elecciones de octubre y por otro tendrán que ser capaces de estar a la altura de las demandas sociales.
Será un año interesante, donde probablemente (así esperamos) serán voces jóvenes las que liderarán el mundo de las ideas. Esas ideas que tanto nos hacen falta.