Es tiempo de descanso en Chile. La mayoría de nosotros tomamos vacaciones en este mes de febrero. El Senado y la Cámara entran en receso por esas cuatro semanas. Un tiempo de descanso que permite renovar fuerzas y tomar impulsos para afrontar un año que se anuncia desde ya complejo y con muchos e importantes desafíos.
Un año en que tendremos que sentar las bases para una nueva educación pública.
Los estudiantes universitarios y secundarios, con sus movilizaciones y fundadas demandas, pusieron de manifiesto la gravedad de la crisis y la necesidad de introducir cambios decisivos que le devuelvan a la educación su papel clave en el progreso de las personas y el aprovechamiento de las oportunidades.
Un año de elecciones municipales, que verá esta vez a los candidatos tratando de cautivar a un electorado que ha cambiado decisivamente, que sabe de su poder, que ha aprendido a articular sus demandas, que no se dejará seducir por palabras bonitas pero vacías de contenido. Una ciudadanía más consciente y empoderada que entregará sus preferencias a quienes la respeten y consideren, a quienes mejor representen el nuevo estado de las cosas en Chile.
Un año en que no será posible eludir temas como la reforma radical y profunda al sistema electoral, diseñado por la dictadura de Pinochet y que tiende a perpetuar tanto los privilegios como las exclusiones, una camisa de fuerza que le da más poder a los partidos y menos poder a los ciudadanos.
Afortunadamente, cada vez son más los partidos y personas que entienden que un régimen así, que no abre sus puertas ni considera realmente a los ciudadanos, no puede continuar.
Un año en que el progresismo tendrá el desafío de refundar y reactualizar su propuesta para el futuro del país.
Ello requiere que sin complejos ni maquillajes, el progresismo sitúe en el centro del debate las propuestas que forma parte de su identidad: educación pública de calidad para todos, carga tributaria equilibrada y justa, nacionalización del agua, libre distribución de la píldora del día después, defensa del medio ambiente y de los ecosistemas, defensa de los pueblos originarios, una nueva matriz energética limpia, nuevas formas de protección social, nueva Constitución, protección y defensa de los trabajadores, entre muchos otros temas.
Para esta propuesta el progresismo debe convocar a todos los que se identifiquen con este ideario. Las coaliciones han hecho crisis. La distribución del poder está cambiando y urge que partidos y organizaciones políticas sepamos responder con flexibilidad y creatividad a la nueva realidad que comenzó a plasmarse cuando la gente redescubrió el poder que emana de reunirse para manifestar sus anhelos, demandas y necesidades.
Ese será el gran desafío del año, al que yo espero dedicar mis energías.