Pongámonos serios.
La derecha dura, que está en el gobierno, dirá que no fue una “dictadura”. Sí, que se trató de un “régimen de excepción”, de un “régimen militar”. Siempre, mientras dure.
La derecha blanda, que también está en La Moneda, más oportunista, dirá que eso no tiene importancia y que, bueno, se le puede llamar dictadura o régimen militar.
La democracia cristiana –ahora y desde 1980- dirá que sin duda fue una dictadura.
Y la izquierda, blandengue en sus posiciones ideológicas, insistirá en que el gobierno de Pinochet fue eso, una “dictadura”.
Y la gente, educada por los medios de comunicación, la escuela y la universidad, y de alguna manera por la tradición de los últimos 30 años, aceptará que se trató de una dictadura, y punto.
Como de lo que se trata hoy es que un gobierno electo en el período posterior a la dictadura sugiera u oriente la educación de los niños y jóvenes chilenos del siglo XXI, los libros de clases del ministerio de Educación, pongámonos aún más serios.
Los gobiernos de Carrera, O’Higgins, Freire, Prieto o Portales en 1831 e Ibáñez en 1927 fueron dictaduras o regímenes militares.
También lo fueron los gobiernos de los Coroneles griegos, el de la Primavera Portuguesa, el de Nasser en Egipto, el primer gobierno de Perón, el de Torrijos en Panamá, el gobierno de Velasco Alvarado en el Perú.
Los de Hitler, Mussolini y Franco. Y los de Mao, Lenin, Stalin, Ho Chi Minh y Kim Il Sung.
¿Nadie ve diferencias entre estos gobiernos y entre esos gobiernos y la dictadura de Pinochet? ¿Nadie ve similitudes? ¿Nadie ve identidades del de Pinochet con alguno o algunos de ellos?
Cuando fue elegido – cuando aún no gobernaba- el gobierno de izquierda del Presidente Allende, en 1970, el gobierno de derecha de los EEUU – Nixon, Kissinger- decidió “apretar a ese hijo de puta” y orientó en tal sentido a sus organismos de inteligencia, a su diplomacia y a sus entes económicos. También a sus fuerzas afines en Chile.
Esto está históricamente registrado, lo ha reconocido el propio gobierno de los EEUU y los documentos pueden ser hoy revisados, si se quiere.
En octubre de 1970 fue asesinado el Comandante en Jefe del Ejército chileno para propiciar un golpe de Estado que impidiera el ascenso de la izquierda al poder.
Convivieron dos estrategias de derrocamiento del gobierno de Allende hasta marzo de 1973: una, que propiciaba abiertamente el golpe de Estado, y otra que buscaba alcanzar los dos tercios del Congreso para sacar “legalmente”, y sin duda con apoyo militar, al gobierno de Allende.
Desde las elecciones de marzo de 1973, en que la izquierda alcanzó el 44 % de los votos, el centro freísta y la derecha llevaron adelante la estrategia del golpe de Estado.
Ella fructificó en septiembre de 1973.
Se estableció una dictadura militar de derecha, encabezada por Pinochet y, en un inicio, apoyada por la mitad de los chilenos, la burguesía en su conjunto, la dirección de la DC y la derecha.
Desde antes de llegar a La Moneda y con el bombardeo a ésta, se estableció un sistema ilegal y criminal de derecha, siempre de derecha.
Ese régimen echó para atrás las conquistas democráticas de todos los chilenos, desnacionalizó la economía del país, ultimó al Estado democrático construido desde 1920 en adelante y reprimió de manera brutal a todas las fuerzas sociales, de izquierda y a sectores del centro demócrata cristiano.
Ese gobierno dictatorial de derecha pretendió, infructuosamente, que se le considerara emparentado con el de O’Higgins pero no lo consiguió.
En el mundo, Pinochet fue entendido como un pequeño y repulsivo Franco, un nazi y un fascista. Por eso, hasta en su viaje a Filipinas le tiraron caca.
Esa es la imagen imborrable que aún tiene.
No saca nada el nuevo ministro de Educación con hacerse el que “da lo mismo”.
Menos sacan los diputados Moreira y Cardemil. Que, cuando salgan en viaje al extranjero, pregunten a cualquiera cómo califican.
Los libros del Chile democrático van a calificar al gobierno de Pinochet como lo que fue: una dictadura de los ricos de Chile y el mundo para los ricos de Chile y el mundo.
Podrá haber algunos que lo nieguen. Como los que niegan el Holocausto o la Revolución Francesa.
La de Cardemil, Moreira y otros fue una dictadura de derecha.