Como regalo de cumpleaños el Presidente Piñera ha recibido la encuesta Adimark de noviembre, donde su gobierno logra el piso de aprobación que internamente se había propuesto: 35%.
Cuando el Gobierno llegó en agosto a una aprobación históricamente baja de 27%, en Palacio y en los partidos de la Alianza por Chile se encendieron todas las alarmas: la adhesión estaba bajo los mínimos históricos de la derecha chilena. Piñera tenía menos adhesión que Pinochet, perdía el voto duro, principalmente UDI, y el país estaba en una crisis profunda de protestas callejeras.
La conclusión fue la lógica: debía apelarse al votante tradicional de la derecha, para llegar a un primer piso del 35%.
Para ello se diseñó una agenda comunicacional clara y sencilla. Los discursos y acciones se focalizaron en la violencia de los encapuchados y en discutir la forma de la protesta estudiantil, no el fondo, ya que los partidarios del gobierno saben que aún hoy más del 70% de la población estima que las demandas en educación son justas y buenas para el país.
Posteriormente se agregó a la agenda comunicacional el tema de la delincuencia, otro flanco donde el gobierno tiene mala evaluación y donde se ha buscado deslindar responsabilidades en el Poder Judicial y el Ministerio Público. También se habló de postnatal, jubilados, bonos y vivienda, la llamada agenda social.
No hay duda que la agenda comunicacional funcionó, en parte porque su simpleza ayudó a que el gobierno se ordenara como no había logrado hacerlo antes (cambio de gabinete de por medio con el claro liderazgo del ministro Andrés Chadwick).
También ayudó que los líderes estudiantiles no supieron leer el momento. La Confech, con Camila y Giorgio como rostros, no entendió a tiempo que en los medios las marchas se estaban convirtiendo en sinónimo de encapuchados y violencia. Que la mayoría de la nación rechaza la violencia en todas sus formas.
Tampoco supo generar nuevas formas de mantener su mensaje vigente. Mientras a Chile llegan diversos artistas que solidarizan con el movimiento estudiantil (como Serrat y Peter Gabriel) los líderes de la Confech viajan a Europa a reunirse con burócratas de la OCDE.
En el minuto en que el movimiento estudiantil necesitó renovar su frescura, los líderes se pusieron conservadores y prefirieron insistir en la fórmula que les había dado resultado: sacar gente a la calle, hablar con el ceño fruncido y estar enojados con todos.
Con ello facilitaron al Gobierno construir su “agenda para el voto duro” y ahora, al finalizar el año, como regalo de pascua ponen un “bonus track”: muestran las primeras señales de división de la mano de los motejados como “ultras” (nombre que en comunicación política llega a ser casi tan dañino como el de los “príncipes” de la DC).
El tercer actor relevante en esta historia ha hecho todo lo posible por ser irrelevante. A la Concertación le ha faltado discurso e ideas. Lo suyo no es un problema de comunicaciones, pues parece no tener nada para comunicar. A ratos parece que el conglomerado opositor no tiene mayor apuesta que dejar jugar sólo a un Gobierno que se hace zancadillas solo.
Son pocos los líderes de la Concertación que parecen darse cuenta que, por malo que sea, un gobierno aprende de sus errores y que la gestión política podría mejorar el próximo año de elecciones municipales.
Lamentablemente la Concertación se parece a la selección de fútbol, algunas buenas individualidades no son suficientes para armar un buen equipo que haga vibrar a los hinchas.
En este contexto resulta claro que el principal responsable de los resultados de las futuras encuestas es el propio Gobierno. Ahora que ha logrado un primer objetivo de llegar a una mínima adhesión razonable, deberá plantearse una “agenda crecedora”.
De partida le vienen tres meses de calma: Navidad, Teletón, Festival de Viña y vacaciones de por medio.
Si en La Moneda están leyendo bien el momento, la nueva agenda comunicacional tendrá al menos dos hitos:
1) Hacia marzo o abril será el mismo gobierno el que estará poniendo temas que generen adhesión mayoritaria y que ya están medianamente instalados. Se hablará de reforma tributaria (de reducción de impuestos a las personas y aumento moderado a las empresas), de ingreso ético familiar, de impuesto a los combustibles (al menos reducción a los transportistas) y el aparato del Ejecutivo estará reforzado de operadores políticos apoyando a los candidatos de la Alianza por Chile.
Bien harían en tomar como propia la propuesta de Soledad Alvear y cambiar el pago de las patentes para junio.
2) También se abrirá la discusión por un nuevo ajuste de gabinete. Estará motivado tanto por el desgaste de algunos ministros como por los acomodos necesarios para las municipales y deberá estar enfocado a dotar al Gobierno de mejor manejo de conflictos sociales, materia en la que sin duda aún tiene nota roja.
Si el Gobierno asume una “agenda crecedora” muy probablemente podrá saltar del 35% con el que está terminando el 2011 a un 45% el 2012. No se impresione, no es tanto. Es sólo un punto más que lo que sacó Pinochet el ´88. Sin embargo es un objetivo casi óptimo para enfrentar el último año de gobierno y de elecciones presidencial y parlamentarias.
Como diría el Presidente, “nadie tiene clavada la rueda de la fortuna”. Pero es claro que el resultado de las próximas encuestas depende principalmente de Piñera y su equipo.