Las movilizaciones ciudadanas que han marcado este 2011 son un claro ejemplo de que la ciudadanía cada vez tiene más fuerza, organización y capacidad de demostrar de manera enérgica, convincente y persistente su opinión.
Paradójicamente el sistema electoral chileno no permite que estos movimientos tengan un impacto real en las elecciones populares. En otros países, como España, donde la inscripción es automática y el voto voluntario, el voto ha significado un “golpe ciudadano”, significativo ejemplo fue la caída de José María Aznar tras el atentado del 11 de marzo del 2004.
El acto de votar está muy relacionado con el término de “empoderar a la ciudadanía”.
Si el proyecto de Voto Voluntario e Inscripción Automática no entra en vigencia para las próximas elecciones presidenciales, habrá 4.763.143 chilenos mayores de 18 años fuera del sistema, muchos de ellos hoy son los protagonistas de los movimientos sociales que han convocado a miles de personas a las calles.
En este escenario no deja de llamar la atención que en lo que va del año sólo 43.836 personas se hayan inscrito para votar.
Proyectándose a futuro, la existencia de una cifra tan alta de potenciales votantes que opten voluntariamente por marginarse de los procesos electorales, hace que nuestro sistema sea cada vez menos representativo, delegando en otros la responsabilidad de elegir a las autoridades.
En un sistema democrático el acto de votar le otorga al ciudadano una herramienta sumamente potente de premiar o castigar, incluso los votos nulos, blancos y las abstenciones son un mensaje para las clases gobernantes. Por eso es que resulta curioso que a pesar de la fuerza ciudadana y el clamor de cambios, sean tan pocos los que se sientan convocados a votar.
Aquellos que dicen no estar “ni ahí con la política”, lo que es sumamente válido, no alcanzan a dimensionar que las decisiones ciudadanas son decisiones políticas.
Si sumáramos en las urnas a todos los que se han manifestado contra Isla Riesco, HidroAysén, la igualdad sexual y la educación, se podrían efectivamente generar recambios y modificar el sistema. El voto es un derecho ciudadano y llama la atención que algunos prefieran renunciar a éste.
Con la aprobación de la inscripción automática y el voto voluntario, el Gobierno, los partidos políticos y todos quienes ocupan cargos de elección popular, mirarían los movimientos ciudadanos con mayor seriedad y resolución, ya que si son capaces de convocar a cientos de miles a las calles, perfectamente también lo harían a las urnas y sólo así finalmente se materializaría el empoderamiento de la ciudadanía.