Fui invitado por el Partido Democrático Italiano en mi condición del Vicepresidente de la DC chilena, para participar en una masiva manifestación pública que se desarrolló el pasado fin de semana en la Plaza San Juan de Roma.
Al partido Democrático le interesa conocer la experiencia de una coalición de centro izquierda, construida sobre las vertientes ideológicas del humanismo cristiano y el socialismo.
La Plaza San Giovanni, colmada de dirigentes, militantes y miembros de partidos amigos, invitados de diversos países de la Unión Europea, que respondieron a la convocatoria del secretario general del Partido Democrático, Pier Luigi Bersani.
Comparto con ustedes mis palabras en este acto masivo.
Vengo del Sur profundo del mundo, de Sud América, de Chile, lo hago en mi condición de Vicepresidente de la Democracia Cristiana chilena y si me lo permiten en representación de la coalición de “Centro e Izquierda, la Concertación de Partidos por la Democracia, que dio gobierno y gobernabilidad a Chile por 20 años, eligiendo 4 Presidentes de la República durante ese periodo.
Respetamos sinceramente la autonomía de los pueblos para darse las fórmulas democráticas, según sus particulares historias, culturas, y propuestas de desarrollo político, social y económico.
No creemos en modelos absolutos de exportación, cada sociedad es libre de elegir su camino, su vía, sobre la base del respeto irrestricto a la democracia, a la libertad a los derechos humanos.
No obstante y sobre la base del principio de no intervención en la política doméstica, cuando uno ve a tantos reunidos y empeñados en la “Ricostruzione”, in nombre del popolo italiano”, puede y debe compartir una experiencia de construcción de unidad en la diversidad.
El partido político que aquí represento, desde el centro vanguardista forma parte de una coalición de “Centro e Izquierda” que fue oposición a una dictadura militar de extrema derecha, la enfrentó y la derrotó con la fuerza de las ideas y la movilización popular pacifica.
Luego fue gobierno durante 20 años y déjenme decirlo con legítimo orgullo, un buen gobierno, y aquí están las razones que acreditan esta afirmación.
1) Cuando el pueblo nos eligió en 1990, el número de chilenos que vivían en la pobreza era superior al 40%, cuando terminó el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet el 2010, el número de chilenos bajo la línea de la pobreza era apenas superior al 10%.
2) En 20 años de gobiernos el ingreso per cápita se triplicó.
3) La esperanza de vida al nacer, en esas dos décadas, aumentó en 8 años.
Todo aquello lo construimos desde una coalición política que unió al centro y la izquierda democrática, antes adversarios, incluso más de una vez enemigos.
Lo hicimos desde una mirada progresista de la sociedad, de la cultura, de la economía, de la política.
Lo hicimos poniendo en común, lo que nos une, reconociendo nuestras diferencias, nuestras especificidades ideológicas, sí poniendo el acento y la mirada en lo compartido, postergando legítimas diferencias, todo en la perspectiva de otorgar gobernabilidad y sentido de pertenencia y unidad nacional, a la cotidiana tarea de dar buen gobierno.
Hoy que el pueblo nos puso, democráticamente, en la oposición al actual gobierno de Chile, seguimos actuando unitariamente y más allá de las dificultades, entendemos que nuestra posibilidad, concreta, de recuperar en las próximas elecciones presidenciales, el poder, pasa definitivamente por mantener las bases de esta coalición progresista, donde caben el centro y la izquierda.
He relatado sumariamente nuestra propia experiencia, porque vemos con honesta esperanza lo que está construyendo día a día, el Partido Democrático, lo que construyen ustedes.
Millones que vivimos en los países del Sur de América, miramos con atención y entusiasmo los procesos de convergencia social y política que transitan países de la Unión Europea.
Lo que pase aquí, en Europa, no sólo no es indiferente para nosotros, es esencial, un mejor mundo pasa por ello, aquí están parte de nuestras raíces culturales.
En un mundo que cada día nos da advertencias, sobre la crisis y sus devastadoras consecuencias, que nos dice que ya basta de desigualdades, que da cuenta de descontentos sociales, de disturbios urbanos, de violencia, surge en muchas partes la necesidad imperiosa, de reconstruir, sobre la base de la unidad de propósitos de los progresistas, un mundo mejor donde impera la justicia, y la igualdad de opciones para todos.
Como decía Baumann, “ya va siendo hora de que dejemos de decir que no hemos oído las advertencias o de preguntas por quién doblan las campanas, cada día más estruendosas”.
Pasemos ahora, no mañana de la perplejidad a la lucidez.