Quienes tenemos la oportunidad de relacionarnos con diferentes realidades podemos ver a diario como la sensación de incertidumbre está preocupando seriamente a los chilenos.
El desconcierto de muchos sectores va en aumento al ver a un gobierno que ya no tan solo no es capaz de avanzar en el cumplimiento ordenado de sus propias metas, sino que además da la sensación de no tener claro el rumbo de lo que quiere hacer.
Contradicciones entre los ministros; acciones de clara provocación social; errores inexcusables en múltiples hechos; indefiniciones y clara improvisación en muchas de sus políticas; soberbia en el actuar legislativo; implementación de acciones que polarizan las posiciones en el movimiento social.
También, expresiones de autoritarismo en la forma de enfrentar el orden público y su relación con los sectores políticos y sociales; incapacidad de resistir las presiones de los partidos que componen la coalición gobernante son sólo algunos de los tantos elementos o características que hacen que hoy el gobierno del cambio comience a ser visto con preocupación, incluso por sus propios partidarios, en ciertos niveles gremiales y productivos.
Nunca, luego del restablecimiento de la Democracia el país había vivido una situación de tanta incertidumbre e inseguridad política y social.
Durante los pasados veinte años si bien vimos una Concertación con mucho debate de como gobernar, nunca hubo un Presidente que tuviera que apelar a las lealtades y catalogar de desleales a aquellos parlamentarios oficialistas que no asumen la incondicionalidad con su gobierno.
Nadie puede negar que la sensación ambiente que hoy vive el país, jamás se vivió en ninguno de los gobiernos de la Concertación.
Parafraseando al Presidente de la República podríamos decir que en veinte meses Sebastián Piñera ha tenido la capacidad de crear un ambiente de inestabilidad y de inseguridad, social, política y económica, que Chile no conoció, ni un solo día de los que gobernó la Concertación.
Y en este ambiente de dudas y de falta de iniciativa política el país ve como se trata de discutir y analizar el presupuesto de la nación que es la ley que marca las orientaciones y prioridades que fija un gobierno para su accionar.
Un simple análisis de las partidas del presupuesto nos permite concluir que definitivamente los cambios estructurales de la educación no están en el nivel de lo importante, lo mismo ocurre con la delincuencia al ver que los recursos destinados al Ministerio Público, para que en forma eficiente pueda perseguir el delito, no son los que se necesitan, o que las tecnologías alternativas de producción de energía limpia tampoco le importan, y la ausencia de los subsidios para regiones respecto a la inversión que se realiza en el Transantiago, son solo algunos de los elementos que dejan de manifiesto que el gobierno no está sintonizando definitivamente con la gente y sus anhelos.
Este presupuesto viene a confirmar la inexistencia de pretensiones de mayor envergadura en la acción de marcar un rumbo determinado.
Este vacío inexcusable pone en manos de la oposición una gran responsabilidad y la ciudadanía observará expectante y con ojo crítico la forma de actuar y de resolver los temas de interés nacional.
Quienes hemos tenido la oportunidad de mantener un contacto con la gente en diversos niveles, sabemos que hay descontento y mucha critica a la Concertación por los errores cometidos, pero también existe un sustrato cultural concertacionista que permite ver con optimismo que esas confianzas perdidas se pueden recuperar.
Pero para ello es fundamental ordenarnos aún más y mantener con mayor rigor esa coordinación que hoy se está demostrando en el tema presupuestario.
La ciudadanía debería vernos en todos los temas y en todas las acciones con la misma actitud que hemos tenido estos días.
Se debe tener además la capacidad de no caer en el juego de la derecha que busca exponer nuestras diferencias y hacer de ellas un elemento de división.
Avanzar en el compromiso adquirido el 5 de Octubre, en la construcción de ese proyecto que represente el sentimiento de la oposición chilena y se transforme en la carta de navegación que nos lleve a recuperar la confianza popular.
Demostrar con efectividad nuestra decisión y voluntad de cumplir los compromisos adquiridos que permitan los cambios estructurales en el plano social y político.-
En ello el país debe ver acciones concretas.
Junto con eso preparar nuestras propuestas locales en cada comuna y en conjunto con la gente construir los proyectos comunales en un estilo que la Concertación ya vivió y que no es otro que el contacto diario y directo con nuestra gente, porque aunque nos castigaron sigue siendo nuestro pueblo.
Este mes la concertación ha demostrado un trabajo unitario en el tema del presupuesto motivado por objetivos comunes que son la mejor expresión de lo que queremos para Chile.
Hay que seguir proyectando con más ideas y voluntad esa unidad que nos permitió cumplir un rol que siempre fue garantía de gobernabilidad.