El documento “Nuestro Compromiso” con que la Concertación por la Democracia aborda el inicio de una nueva fase, enfrenta con espíritu autocrítico lo que no se hizo durante sus gobiernos y reconoce que faltó voluntad política para enfrentar los vetos y la oposición de los poderes fácticos y de la derecha.
Sin embargo, no profundiza en que la principal ausencia fue la paralización de la sociedad civil, que vivió como espectador pasivo el impedimento a las reformas de fondo al sistema económico y político.
Tampoco pone énfasis en que dentro del programa de los gobiernos de la Concertación estas reformas o no fueron planteadas o ellas no fueron debatidas con la ciudadanía para convertirlas en exigencias de la sociedad.
Es decir, no entra en una crítica a la esencia, al norte del proyecto concertacionista que miró a introducir reformas al modelo neoliberal, pero manteniendo una Constitución ilegítima en su origen y con fuertes límites al funcionamiento del sistema democrático.
El documento se propone construir una nueva mayoría política y social más allá de la Concertación y anuncia un primer paso significativo al señalar que el conglomerado debe aportar a construir una oposición con entidad, sin exclusiones, que se exprese frente al gobierno de derecha defendiendo a los ciudadanos y a sus derechos.
Además, llama a converger en un esfuerzo unitario y de coordinación con todos los actores.
No obstante, cuando aborda el tema de ir más allá en la configuración de un conglomerado político, cuyos ejes no son ya los del pasado transicional, constata la inexistencia de acuerdo para dar por superada la Concertación y solo anuncia tímidamente una reflexión y un proceso en tal sentido.
Ese tono de notable ambigüedad, no se condice ni con la exigencia de un conglomerado que debiera asumir con sentido de oportunidad política los desafíos de futuro, ni con el clima de la calle que requiere de una conducción política sin atisbos conservadores.
En el fondo, una formulación aún en la lógica transicional, “dentro de lo posible”.
Este es seguramente el aspecto más débil del documento y el punto en que la propuesta de Carolina Tohá y del PPD no logra aún consenso.
Son límites no menores para una Concertación que necesita urgentemente un baño de credibilidad, de cercanía con una ciudadanía con la cual hay que recomponer una gran fractura, si se quiere volver a encabezar un proceso de transformaciones.
Hoy el escenario se ha modificado cualitativamente, donde ha surgido una nueva subjetividad a favor de los cambios, por lo que ya no basta el entendimiento de cuatro partidos, formato seguido por más de veinte años en la alianza de centro y de izquierda en nuestro país, y que requiere incorporar a todos los actores -políticos y sociales- para ampliar el marco y la identidad de un nuevo conglomerado democrático.
Esta es una tarea pendiente sobre la que el PPD insistirá, como ha dicho Carolina Tohá, porque le asiste la convicción que la actual Concertación se agotó como modelo de alianza y hay que pensar en una nueva agregación.
Hay que partir de la unidad de la izquierda socialdemócrata y de la Democracia Cristiana e incorporar a todos los que estén por un proyecto de sociedad nueva, más equitativa, sin abusos, con justa distribución del ingreso, con educación y salud de calidad garantizada para todos los sectores.
Para ello hay espacio, sobre todo si hay un amplio acuerdo en el contenido de las reformas progresistas que debemos ofrecerle al país para encabezar un nuevo gobierno transformador.
También hay consenso en los compromisos que los partidos adquieren con la ciudadanía, de apoyo a los estudiantes, profesores y padres que quieren una educación gratuita y de calidad.
Y la decisión de impulsar una nueva Constitución y de concretar el cambio del sistema electoral binominal por un sistema proporcional corregido que garantice participación, pluralismo, competencia, respeto estricto a la soberanía popular como también una reforma de los propios partidos políticos.
Para que este documento haga historia y adquiera sentido en la ciudadanía, se requiere que los compromisos se cumplan.
Varios de estos acuerdos habían sido ya planteados hace un año sin que nada ocurriera.
Ahora hay que instalar ya los foros democráticos para debatir con los partidos y sociedad los grandes temas en cada región y comuna del país.
Se deben impulsar primarias para elegir a los representantes a las Municipales y llevar un solo candidato opositor para ganar las alcaldías como preámbulo de una victoria parlamentaria y presidencial el 2013.
La voluntad se prueba en la acción y hay que pasar de los enunciados a formas nuevas de hacer política, a reformular estilos, a instalar nuevos liderazgos, especialmente de jóvenes y mujeres, a generar un proyecto progresista que se proponga ahora al país.
Pero, en lo pendiente, hay que superar los temores, las difidencias ideológicas que perviven como rezagos del pasado.
La realidad continuará cambiando velozmente, la ciudadanía conectada a las redes sociales se posicionará cada vez más como un actor de la vida pública y hay que tener claro que los conglomerados políticos o responden a los signos de esta nueva era, o serán arrollados por una dinámica social que probablemente marcará la política de este siglo y que está recién en sus inicios.