Durante los últimos días, dos altos representantes del Ejecutivo –el Presidente de la República y el ministro de Justicia- manifestaron públicamente sus reparos con la actuación de la judicatura en casos vinculados con los hechos de violencia que hemos presenciado en las últimas semanas.
En concreto, se criticó directamente la resolución de un juez de garantía que dejó en libertad a un individuo que habría lanzado una bomba incendiaria a un uniformado.
La pregunta que surge de inmediato a cualquier persona con un mínimo de educación cívica, es si entenderán el Presidente o el ministro las implicancias de sus declaraciones.
¿Se trata de una declaración de indignación populista, o existirá una crítica real a la actuación del Poder Judicial?
¿Habrá surgido en el pensamiento del ministro de Justicia, mientras pronunciaba aquellas palabras, el artículo 76 de la Constitución?
Si el sistema de división de funciones de nuestra institucionalidad fuese perfecto, no habría que preocuparse de los exabruptos.
La actitud del gobierno podría ser interpretada como una manera –algo especial- de aumentar su popularidad entre los ciudadanos amantes de la ley y el orden.
Pero la advertencia se produce ad portas de la discusión del presupuesto de la Nación, que contempla un importante ítem para quienes salieron al ruedo en esta oportunidad.
La reacción del Ministro Dolmestch fue, comprensiblemente, más conciliadora de lo que quizás debiese haber sido.
Donde existe intervención directa del Ejecutivo en la judicatura, deja de existir la democracia y comienza la dictadura constitucional.
Y no se trata de una mera crítica política o de una visión opositora al gobierno. Es simplemente un concepto que describió Montesquieu hace 260 años.
Un concepto -ya abandonado por pintoresco- que intenta ser descriptivo de las profundas facultades que posee el Presidente de la República en nuestro ordenamiento se asoma como misteriosa y peligrosamente vigente.
El “Cesarismo presidencial” de nuestra Constitución encuentra en esta intervención del Ejecutivo una nueva característica que lo acerca aún más a su origen: Aut Caesar Aut Nihil.
Un imperialismo coronado por la intervención del ministerio del Interior, quien parafraseando al líder de un conocido Imperio Galáctico ficticio, señaló que o se está con el orden público, o contra él.
Difícil escuchar algo más atemorizante por estos días.