El 5 de octubre de 1988 encendió las esperanzas de millones de chilenos que deseaban el término de la dictadura militar y su reemplazo en forma pacífica por una democracia nueva y renovada.
Había triunfado la expresión popular que deseaba congeniar equidad con libertad y paz.
En los siguientes veinte años muchas de las aspiraciones se cumplieron, otras permanecen en el rincón de las utopías y otras no se concretaron por ineficiencia, falta de voluntad o indiferencia.
Sin embargo nadie podría señalar que el Chile de hoy tiene menos calidad de vida que el que nos legó la dictadura, en lo político, lo económico y lo social se lograron avances como nunca antes en la historia de Chile.
Es mucho lo avanzado y es necesario reconocerlo para saber desde donde se debe iniciar la nueva etapa, también porque el esfuerzo realizado nos permite estar seguros que somos capaces de continuar avanzando y por último porque de ese análisis saldrá lo que falta y lo que es conveniente rectificar.
La Concertación de Partidos por la Democracia fue una coalición de gobierno exitosa, la más exitosa en nuestra historia, quizás si la mayor demostración de eso es que las demandas ciudadanas actuales son en su mayoría de una categoría más elevada que las que hacíamos hace veinte años.
Muchas fueron las razones de ese éxito, pero quizás si el más representativo es que supo convocar a todos los chilenos y a través de los pocos espacios que dejaba la dictadura, tuvo la sabiduría de construir la alternativa en forma comunitaria, la Concertación fue la obra de trabajadores y estudiantes, profesionales, técnicos e intelectuales, hombres y mujeres, no sólo nadie sobraba sino que todos tenían su lugar para expresarse.
Después de veinte años, Chile enfrenta nuevos desafíos, algunos como resultado de lo avanzado, otros del desgaste terminal de fórmulas siempre resistidas como el sistema binominal o estructuras económicas no competitivas como las Isapres o la segregación social, en vivienda, salud y educación.
Los que seguimos aspirando a una patria más justa para todos, esperamos que el 5 de octubre y su construcción popular y democrática sea el faro que pueda conducir la renovación, mantener la virtud del acuerdo en la diversidad, convocar a todos los chilenos con y sin organizaciones de base a participar en la obra nueva y ser el referente de un nuevo período de bienestar y desarrollo.
Hace veinte años el malestar de la ciudadanía se fundaba en la falta de libertad, la prepotencia de los gobernantes y la enorme desigualdad expresada en un país con un 40% de pobreza.
Hoy también existe malestar y tiene que ver con las desigualdades económicas que se mantienen, con lo poco democráticas de las estructuras de poder y con falta de fe en que puedan realizarse los cambios deseados.
El Chile moderno no tiene un mejor momento que un 5 de octubre para comprometerse a reiniciar una vez más el camino de la esperanza.