En los últimos años los aniversarios de la epopeya democrática del NO se convirtieron en actos aburridos, con muchos discursos y taquilla oficialista con ministros, subsecretarios, jefes de servicios, parlamentarios, dirigentes de partidos y muuuuuucho funcionario público (estatal y municipal).
Poca presencial social y sobre todo la inefable nostalgia del himno “Chile…La alegría ya viene”…
Siempre supimos, de verdad en estos años, que esos actos ya no estaban representando la realidad de la Concertación. Pero unía el poder, unía el Gobierno y, en cierto modo, sigue uniendo el parlamento (los cupos) y las cuotas de candidaturas municipales….Tema que apasiona a algunos.
El remezón comenzó en el 2001 con el mochilazo de los secundarios.
Miles de escolares salieron a las calles para protestar por el alza del pasaje escolar.
Fue una gran señal. Sin embargo, se desconoció su importancia y no se sondeó su profundidad.
Fue un dato más, pues en diversos espacios de la sociedad, diferentes núcleos comenzaron a expresar su reclamo, sentido o no, en contra del sistema político, los abusos del mercado y distintas inequidades. Pero el país mantenía su confianza en la coalición Gobernante y la Concertación siguió gozando de apoyo electoral.
En el 2005, y gracias a la irrupción de Michelle Bachelet (cuya proclamación fue anticipada por el PPD) y la novedad de poder instalar una mujer como Presidenta frenó, en cierto modo, el surgimiento de una crisis más abierta de la concertación y ella supo imprimir un sello social que restableció importantes márgenes de credibilidad.
No obstante, los dados estaban corriendo y el “pingüinazo” del 2006 debería haber despertado todas las alarmas necesarias, pero la institucionalidad imperante y la lógica de contención de los movimientos sociales inserta en el oficialismo de la época pudo más, y el movimiento estudiantil no estaba preparado para desconfiar de la clase política y del Gobierno.
Los “pingüinos” del 2006 confiaron, y en su concepto fueron defraudados. Esos mismos estudiantes secundarios son los que lideran hoy las masivas movilizaciones ciudadanas y tienen en vilo al Estado en estos cinco meses. Y no quieren saber nada con los partidos políticos.
La elección presidencial del 2009 desnudó –finalmente- las insuficiencias y contradicciones de una coalición que no tenía en su agenda la idea de una renovación política.
El PS aportó la mayor cuota de crisis con renuncias de importantes grupos de militantes que se fueron al MAS o luego con el PRO.
Tres presidenciables ex PS se levantaron de esa crisis: Arrate, Navarro y Marco Henríquez-Ominami.
El PS pareció ser el partido que menos entendió las señales.
El PDC no fue menos, aportando también una crisis que facilitó la salida de prominentes personalidades (Zaldívar-Ravinet).
En ese contexto, y sumado el hecho de que la candidatura presidencial de la Concertación nació forzada, sin carisma y carente de contenidos progresistas de verdad, se hizo posible la cristalización del desencanto de un gran sector social que desencadenó la derrota presidencial.
La Concertación no estaba preparada para perder, y la Alianza no estaba preparada para gobernar. Chile entraría en un período crítico y subjetivamente intenso.
El próximo 5 de octubre del 2011 no debería realizarse el mismo ceremonial de siempre, de conmemoración del NO.
Creo difícil que los dirigentes de los cuatro partidos de la coalición que hoy tiene sólo un 17% de respaldo y cuenta con un 71% de rechazo se paren en un escenario (como se intentó el 2010 en la caleta El Membrillo en Valparaíso) y puedan dar una muestra unitaria, cuando la unidad concertacionista atraviesa por un severo cuestionamiento.
A instancias del PPD los Presidentes de partidos resolvieron que el 5 de octubre deben informar al país qué es lo que van hacer, qué proceso de renovación van a impulsar y de qué manera se buscará recuperar la credibilidad pública y especialmente del movimiento social.
Para unos, el PPD entre ellos, el ciclo histórico está concluido.
En consecuencia debe buscarse una transición hacia un referente de nuevo cuño para derrotar a la derecha y sobre todo para enfrentar decididamente el modelo de desarrollo.
Para otros, el tema pasa por sostener lo que existe, remozarlo o maquillarlo y desde lo que existe, convocar a otros para sumarse en función de la tarea de retornar al poder. Son visiones con una limitada viabilidad. Entonces, ¿que se conmemorará el 5 de octubre?
Lo que sí tengo claro es que no habrá puesta en escena de un nuevo aniversario del No con las referencias nuevamente a la nostalgia del pasado.
Tampoco volveremos a escuchar el Himno “Chile la Alegría ya viene”…Su eco ya está en la historia y ahí debe quedar para siempre.
Y no se volverá a proyectar en video el “resumen” de cuatro gobiernos y cuyo contenido lo sabíamos de memoria.
Es muy probable que los ex Presidentes Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet no acudan a un evento políticamente enrarecido y es mejor hoy que no lo hagan, y ya no debería haber un “vocero” o “vocera” haciendo un lacónico y típico discurso de “unidad concertacionista”.No hay condiciones para esto.
Lo único que queda disponible para honrar la memoria histórica del 5 de octubre es recordar que la Concertación por el NO nació de la demanda unitaria de una sociedad que urgía por liberarse de una dictadura y esa sociedad exigió a sus fuerzas políticas unirse.
Fue el pueblo en las calles quien obligó a la unidad opositora.
No había “ejes estructurales” en ese tiempo de lucha y dolor.
Y por mucho que Almeyda y Aylwin hubiesen conversado y firmado un documento de ideas comunes, ello fue posible porque el país y particularmente las víctimas de violaciones a los DDHH no estaban en condiciones de aceptar egoístas diferencias políticas y porque esa firma fue facilitada por la concurrencia y voluntad de muchos actores.
Ellos no fueron protagonistas solitarios e iluminados de la resistencia democrática.
Simplemente concurrieron a un proceso de unidad que era inevitable.
Todos los partidos acudieron al llamado del país y fueron 17 entidades las que sumaron fuerzas para derrocar a Pinochet. Ningún partido se sentía “superior” a otros.
Esto se fue reduciendo posteriormente hasta que la Concertación llegó al estado actual, con tan solo cuatro partidos, dos de los cuales (PS-DC) pretenden hegemonizar el futuro.
La realidad política señala que el futuro deberá radicar en una Nueva Mayoría Social que esta vez encare otros desafíos: derrotar a la derecha es uno, pero el objetivo más importante es producir cambios de fondo en el modelo de desarrollo, y el tiempo de los consensos con la derecha debiera ser superado y las diferencias debieran ser transferidas al soberano: a los ciudadanos, para que resuelvan en una democracia directa, participativa, lo que es mejor para Chile.
Por un tiempo, la política de los acuerdos fue necesaria. Pero eso es historia. Y pasado.
Hoy, Chile está más que preparado para resolver directamente lo que mejor le conviene.
En estos días los presidentes de partidos de la Concertación afinan un documento que será dado a conocer el 5 de octubre. Su presentación deberá ser sobria. Sin parafernalias del pasado. Sin himnos. Sin videos. Sin grandes figuras.
Hay que abrir paso al futuro. Y dejar atrás lo que ya está ahí. Sólo esperamos que los anuncios no sean más de lo mismo.
La Concertación terminó su ciclo. Lo que resta es instalar la Mesa de Unidad de la Oposición Democrática. Cualquier otra cosa, por adornada que se presente, es música.