En anteriores columnas he defendido la política, los políticos, los partidos políticos, el Gobierno y la Oposición, los ciudadanos movilizados – y ojalá organizados. Todo ello coetáneamente con una irrestricta defensa del régimen político democrático, por imperfecto que sea.
Una defensa que resulta difícil en estos tiempos de tanto desprestigio, desafección, rechazo a la política –muchas veces por causas justificadas; y de una crítica muchas veces destemplada, sin contemplaciones, del régimen político democrático.
He argumentado también que el actual régimen político democrático ciertamente no es perfecto y que requiere de muchos perfeccionamientos en materia de régimen constitucional, representatividad, electorado, partidos políticos, proceso legislativo, etcétera.
Sostengo que, empíricamente, la política es una actividad dura, difícil, en torno al poder y que tiene la tendencia a transformarse en una lucha denodada, en que todo vale, para obtenerlo, ejercerlo, acrecentarlo, mantenerlo.
Por lo tanto, he sugerido también que para dignificar el nivel de la política es preciso –desde mi perspectiva- tener un conjunto, no muy numeroso por lo demás, de nociones de carácter ético, de ciertos valores básicos compartidos, que nos permitan distinguir lo que está bien de lo que está mal en política.
Expresado todo lo anterior, debo reconocerles a los críticos de los políticos y de la política chilena que ella en estos últimos tiempos adolece de liviandad.
Así, los políticos de Gobierno no reconocieron desde el comienzo la seriedad de la crisis provocada por las demandas estudiantiles y reaccionaron tardía e inflexiblemente a ellas
Los jóvenes políticos dirigentes estudiantiles formularon demandas también con inflexibilidad y tendencia al absolutismo.
Los dirigentes políticos de partidos de gobierno discrepan abiertamente entre ellos por diversas materias; los dirigentes políticos de oposición sostienen un serio conflicto acerca de la naturaleza, composición y subsistencia de su coalición de partidos; las disputas cruzan el espectro político en materia de los candidatos para las para nada próximas elecciones presidenciales.
Entretanto, no se enfrentan ni resuelven los problemas de la personas y del país y, a mi juicio, Chile sigue perdiendo.
Perdiendo sus oportunidades de avanzar con justicia, derecho y con algún grado de concordia, en medio de la crisis mundial que felizmente no ha llegado, al menos tan intensamente, por ahora, a nuestros lares.
Es como si todos hiciéramos de la política un espectáculo y tratáramos de atraer al público con dimes y diretes, ataques y contraataques, declaraciones que van y vienen, como si se tratara de un show de TV, de aquellos denominados “realities”.
En grandes trazos, a mí me parece entonces que en política estamos asistiendo y participando en un espectáculo con tendencia a la levedad.
Y ello contrasta con la realidad tremendamente seria de lo que está en juego en la política: el derecho, la justicia, la paz, el desarrollo. Ella, entonces, no se presta a aproximaciones leves o livianas.
Afortunadamente, desde mi perspectiva, recientemente han emergido al menos tres señales políticas promisorias.
Me refiero a los acercamientos e inicio de diálogos entre los dirigentes políticos estudiantiles y el Gobierno; la aprobación en el Congreso Nacional, con una amplia aprobación de los políticos y de la ciudadanía, de la nueva ley del postnatal, de próxima promulgación; y, ciertas reuniones entre siete Senadores representativos de todos los sectores políticos para estudiar en serio -sin cámaras de TV- una ley que al parecer podría poner término a la discusión altamente ideológica y emocional sobre el denominado “lucro”.
Son pocas señales, cierto, pero significativas de que quizás podamos estar avanzando a poner término también a esa insoportable levedad de la política que los ciudadanos de este sufrido país hemos venido soportando desde hace algún tiempo.
Opino que, de persistir en definitiva esa levedad, nos arriesgamos a que en Chile también ocurra, como en tantos otros países de nuestra sufrida América Latina, que emerjan, desde la derecha hasta la izquierda, movimientos políticos y políticos populistas de la anti-política, políticos, partidos políticos y régimen democrático.