30 sep 2011

La insoportable levedad de la política

En anteriores columnas he defendido la política, los políticos, los partidos políticos, el Gobierno y la Oposición, los ciudadanos movilizados – y ojalá organizados. Todo ello coetáneamente con una irrestricta defensa del régimen político democrático, por imperfecto que sea.

Una defensa que resulta difícil en estos tiempos de tanto desprestigio, desafección, rechazo a la política –muchas veces por causas justificadas; y de una crítica muchas veces destemplada, sin contemplaciones, del régimen político democrático.

He argumentado también que el actual régimen político democrático ciertamente no es perfecto y que requiere de muchos perfeccionamientos en materia de régimen constitucional, representatividad, electorado, partidos políticos, proceso legislativo, etcétera.

Sostengo que, empíricamente, la política es una actividad dura, difícil, en torno al poder y que tiene la tendencia a transformarse en una lucha denodada, en que todo vale, para obtenerlo, ejercerlo, acrecentarlo, mantenerlo.

Por lo tanto, he sugerido también que para dignificar el nivel de la política es preciso –desde mi perspectiva- tener un conjunto, no muy numeroso por lo demás, de nociones de carácter ético, de ciertos valores básicos compartidos, que nos permitan distinguir lo que está bien de lo que está mal en política.

Expresado todo lo anterior, debo reconocerles a los críticos de los políticos y de la política chilena que ella en estos últimos tiempos adolece de liviandad.

Así, los políticos de Gobierno no reconocieron desde el comienzo la seriedad de la crisis provocada por las demandas estudiantiles y reaccionaron tardía e inflexiblemente a ellas

Los jóvenes políticos dirigentes estudiantiles formularon demandas también con inflexibilidad y tendencia al absolutismo.

Los dirigentes políticos de partidos de gobierno discrepan abiertamente entre ellos por diversas materias; los dirigentes políticos de oposición sostienen un serio conflicto acerca de la naturaleza, composición y subsistencia de su coalición de partidos; las disputas cruzan el espectro político en materia de los candidatos para las para nada próximas elecciones presidenciales.

Entretanto, no se enfrentan ni resuelven los problemas de la personas y del país y, a mi juicio, Chile sigue perdiendo.

Perdiendo sus oportunidades de avanzar con justicia, derecho y con algún grado de concordia, en medio de la crisis mundial que felizmente no ha llegado, al menos tan intensamente, por ahora, a nuestros lares.

Es como si todos hiciéramos de la política un espectáculo y tratáramos de atraer al público con dimes y diretes, ataques y contraataques, declaraciones que van y vienen, como si se tratara de un show de TV, de aquellos denominados “realities”.

En grandes trazos, a mí me parece entonces que en política estamos asistiendo y participando en un espectáculo con tendencia a la levedad.

Y ello contrasta con la realidad tremendamente seria de lo que está en juego en la política: el derecho, la justicia, la paz, el desarrollo. Ella, entonces, no se presta a aproximaciones leves o livianas.

Afortunadamente, desde mi perspectiva, recientemente han emergido al menos tres señales políticas promisorias.

Me refiero a los acercamientos e inicio de diálogos entre los dirigentes políticos estudiantiles y el Gobierno; la aprobación en el Congreso Nacional, con una amplia aprobación de los políticos y de la ciudadanía, de la nueva ley del postnatal, de próxima promulgación; y, ciertas reuniones entre siete Senadores representativos de todos los sectores políticos para estudiar en serio -sin cámaras de TV- una ley que al parecer podría poner término a la discusión altamente ideológica y emocional sobre el denominado “lucro”.

Son pocas señales, cierto, pero significativas de que quizás podamos estar avanzando a poner término también a esa insoportable levedad de la política que los ciudadanos de este sufrido país hemos venido soportando desde hace algún tiempo.

Opino que, de persistir en definitiva esa levedad, nos arriesgamos a que en Chile también ocurra, como en tantos otros países de nuestra sufrida América Latina, que emerjan, desde la derecha hasta la izquierda, movimientos políticos y políticos populistas de la anti-política, políticos, partidos políticos y régimen democrático.

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  • Jorge Gabriel Ruedlinger Vera

    En la columna de un semanario dije hace poco que con respecto a las protestas estudiantiles y otras los políticos chilenos en la actual oposición son como esos perros que acompañan las marchas. En realidad no saben que  hacer, pero alguien los despertó para que ladren. Peor: Los auténticos perros callejeros van al frente y ladran más fuerte, aunque no tienen el hueso asegurado. Es penoso. Respecto a los de gobierno, se sabía que no hay nada que esperar.
    Deben estar en los pasillos del congreso, unos y otros, gorditos como gatos de convento, tratando de conservar el kuchen y esperando.
    Esperando qué?
    Que vuelva la Sra. Michelle.
    Que las cosas se arreglen solas.
    Que alguien los entreviste para hablar de un nuevo orden político o de la importancia del agua en la navegación, para que los vean en su región.
    Por qué no se van todos?
    POR QUÉ NO SE VAN TODOS?

    • patricio chaparro navarrete

      Don Jorge: aunque su comentario no dice mucha relación con lo que expongo en mi columna, no comparto sus abusivas comparaciones con perros y gatos.  Me parecen poco dignas y ofensivas para las personas a que usted alude.
      También opino que su frase  ¿”por qué no se van todos?” retrata bien el riesgo que estamos corriendo hoy los chilenos: el populismo.
      En efecto, si usted y otros piensan de esa manera dejan abierta la posibilidad que una vez cumplidos sus deseos (“se van todos”), ellos sean reemplazados por políticos y movimientos políticos populistas, desde la derecha a la izquierda, que aborrecen de la política, los políticos y el régimen político democrático.
      La historia política de nuestra sufrida América Latina está llena de ejemplos de esos populismos, que son una muy mala noticia para la dignidad  derechos de las personas en una sociedad civilizada y democrática.
      Atentos saludos, PChN

  • Jorge Gabriel Ruedlinger Vera

    En la columna de un semanario dije hace poco que con respecto a las protestas estudiantiles y otras los políticos chilenos en la actual oposición son como esos perros que acompañan las marchas. En realidad no saben que  hacer, pero alguien los despertó para que ladren. Peor: Los auténticos perros callejeros van al frente y ladran más fuerte, aunque no tienen el hueso asegurado. Es penoso. Respecto a los de gobierno, se sabía que no hay nada que esperar.
    Deben estar en los pasillos del congreso, unos y otros, gorditos como gatos de convento, tratando de conservar el kuchen y esperando.
    Esperando qué?
    Que vuelva la Sra. Michelle.
    Que las cosas se arreglen solas.
    Que alguien los entreviste para hablar de un nuevo orden político o de la importancia del agua en la navegación, para que los vean en su región.
    Por qué no se van todos?
    POR QUÉ NO SE VAN TODOS?

    • patricio chaparro navarrete

      Don Jorge: aunque su comentario no dice mucha relación con lo que expongo en mi columna, no comparto sus abusivas comparaciones con perros y gatos.  Me parecen poco dignas y ofensivas para las personas a que usted alude.
      También opino que su frase  ¿”por qué no se van todos?” retrata bien el riesgo que estamos corriendo hoy los chilenos: el populismo.
      En efecto, si usted y otros piensan de esa manera dejan abierta la posibilidad que una vez cumplidos sus deseos (“se van todos”), ellos sean reemplazados por políticos y movimientos políticos populistas, desde la derecha a la izquierda, que aborrecen de la política, los políticos y el régimen político democrático.
      La historia política de nuestra sufrida América Latina está llena de ejemplos de esos populismos, que son una muy mala noticia para la dignidad y derechos de las personas en una sociedad civilizada y democrática.
      Atentos saludos, PChN

  • Guillermo Parra

    interesante opinion porque si hay algo perverso en la cultura actual, en gran parte heredada de la Dictadura, es la demonización de la política, que hace que hasta los mismos politicos reniegen de ella. Sin embargo la politica es -o debiera ser- el noble ejercicio del servicio publico, una suerte de sacerdocio laico destinado a guiar a la sociedad hacia ese Cielo terrestre que todos queremos, la construccion de un Bien Común realmete bien y realmente común. Un ejercicio que exige, al igual que el sacerdocio religioso, una clara vocación y un exigente desapego de intereses propios, egolatrías, abusos de poder etc. ¿Utopia? No se, creo que al igual que hemos visto fallar a sacerdotes de la iglesia católica, vemos dia a dia fallar estos otros “consagrados”. Pero ni en uno ni en otro caso se anula la verdad y nobleza que hay en ambos ejercicios. En un caso habrá que saber rezar y en el otro saber elegir, porque a ambos los necesitamos para construir una sociedad con mas trascendencia y con mas justicia y paz. Si nó, que Dios nos pille confesados…

    • patricio chaparro navarrete

      Gracias don Guillermo por leer mi columna y por su buen comentario.  Comparto con usted que la política es una noble actividad de servicio, muy compleja y difícil.  Una vocación. Ello no es una utopía, ya que la historia política del país muestra que hemos contado con algunos grandes políticos.
      Qué importante entonces es su observación que debemos saber elegir a los políticos.
      Esa es una de las grandes virtudes del régimen político democrático: nos permite a cada uno de los ciudadanos elegir a quien(es) por períodos de tiempo previamente convenidos ejercerán en nuestro nombre y representación el poder politico societal.
      Qué importante tambien que mejoremos la representatividad de los políticos y los procedimientos para elegirlos como asimismo los mecanismos para estar en condiciones de ejercer nuestro derecho de participar políticamente.
      Atentos saludos, PChN

  • Guillermo Parra

    interesante opinion porque si hay algo perverso en la cultura actual, en gran parte heredada de la Dictadura, es la demonización de la política, que hace que hasta los mismos politicos reniegen de ella. Sin embargo la politica es -o debiera ser- el noble ejercicio del servicio publico, una suerte de sacerdocio laico destinado a guiar a la sociedad hacia ese Cielo terrestre que todos queremos, la construccion de un Bien Común realmete bien y realmente común. Un ejercicio que exige, al igual que el sacerdocio religioso, una clara vocación y un exigente desapego de intereses propios, egolatrías, abusos de poder etc. ¿Utopia? No se, creo que al igual que hemos visto fallar a sacerdotes de la iglesia católica, vemos dia a dia fallar estos otros “consagrados”. Pero ni en uno ni en otro caso se anula la verdad y nobleza que hay en ambos ejercicios. En un caso habrá que saber rezar y en el otro saber elegir, porque a ambos los necesitamos para construir una sociedad con mas trascendencia y con mas justicia y paz. Si nó, que Dios nos pille confesados…

    • patricio chaparro navarrete

      Gracias don Guillermo por leer mi columna y por su buen comentario.  Comparto con usted que la política es una noble actividad de servicio, muy compleja y difícil.  Una vocación. Ello no es una utopía, ya que la historia política del país muestra que hemos contado con algunos grandes políticos.
      Qué importante entonces es su observación que debemos saber elegir a los políticos.
      Esa es una de las grandes virtudes del régimen político democrático: nos permite a cada uno de los ciudadanos elegir a quien(es) por períodos de tiempo previamente convenidos ejercerán en nuestro nombre y representación el poder politico societal.
      Qué importante tambien que mejoremos la representatividad de los políticos y los procedimientos para elegirlos como asimismo los mecanismos para estar en condiciones de ejercer nuestro derecho de participar políticamente.
      Atentos saludos, PChN