De todo lo que se ha dicho en las últimas semanas sobre la necesidad de revitalizar a la centroizquierda como proyecto político atractivo, creíble y con alta legitimidad, me quedo con la última invitación de Carolina Tohá.
Apunta a ir construyendo fuerza política y social cohesionada en torno de un nuevo pacto constitucional y fiscal, nuevo código del trabajo, nuevo trato con los pueblos originarios, mayor protección de los consumidores y una efectiva reforma educacional.
Es decir, una nueva carta constitucional y reformas políticas que profundicen y eleven la calidad de nuestra democracia; una reforma tributaria que permita avanzar en justicia distributiva y en derechos esenciales garantizados; el trabajo decente como propósito irrenunciable en la organización de las relaciones laborales y del mercado laboral.
También el reconocimiento y respeto de nuestra diversidad como parte de una sociedad plural y multicultural; una nueva relación Estado-mercado para proteger a la sociedad; y una educación que no sólo garantice calidades comparables a todos los estudiantes, sino que represente el modelo de una sociedad cohesionada.
Aún si incompleta, esta agenda es un buen punto de partida para iniciar el proceso de fortalecimiento de una opción transformadora de la sociedad chilena con sello progresista, de centroizquierda en un sentido amplio.
Esta invitación a debatir los ejes de un proyecto de transformación entusiasma más que sacar las cuentas de lo que se hizo o dejó de hacer en los veinte años de gobiernos de la Concertación y, mucho más aún, que dedicarse a discutir sobre quienes se juntan y cuáles son los arreglos políticos para salir adelante.
Es más, me atrevo a sostener que arrancar con el debate del proyecto es el camino para encontrar tales arreglos políticos y construir la convergencia de fuerzas sociales y políticas por la transformación de la sociedad chilena.
Será el debate del proyecto el que permitirá que emerjan vocerías diversificadas, rostros hasta ahora ignorados, liderazgos sociales y políticos de nueva generación, ideas audaces e innovadoras, nuevas prácticas y variados mecanismos de participación.
Así como el diseño de dicho proyecto constituirá, a su vez, la base de los necesarios acuerdos, pactos y alianzas que permitirán hacerlo políticamente posible.
Y lo anterior, no sólo para articular una oposición circunstancial -no olvidemos que ser y hacer oposición exige visiones de futuro (cada decisión que se adopta en el presente está comprometiendo el futuro)-, sino para reorganizar la convergencia de fuerzas políticas y sociales del amplio espectro de la centroizquierda capaces de liderar tal proyecto transformador y hacerlo triunfar.