En una entrevista publicada por El Mercurio el sábado 24 de septiembre, le preguntaron a Carlos Ominami:
“¿Bachelet debería explicitar su opción presidencial?”. Esta fue su respuesta:
“Creo que los liderazgos se ven en los momentos difíciles. Critico la idea de que lo mejor que puede hacer Bachelet es no hablar. Es un antiliderazgo. Ellos tienen que ser capaces de alumbrar y orientar en los momentos difíciles”.
“Hay quienes dicen “arreglen sus cosas, pongan la alfombra roja y yo camino por ella”.
“Esos son candidatos, pero creo que los liderazgos se construyen de manera distinta, tienen que acompañar a los suyos en momentos difíciles, abrir caminos y generar orientación”.
La pregunta se refería explícitamente a Michelle Bachelet y, por lo tanto, la frase “pongan la alfombra roja y yo camino por ella” debe entenderse referida a ella.
Se trata claramente de una alusión maliciosa, que podría interpretarse incluso como una forma de presión moral para que ella descarte desde ya una nueva postulación presidencial, la que, de materializarse, él calcula que podría fortalecer a sus adversarios dentro de la Concertación.
Ominami no da puntada sin hilo: “La ex Presidenta ha tomado la decisión de no opinar de política. Pero al mismo tiempo no hay ninguna revisión crítica de lo que se hizo durante su gobierno. Eso puede presentar serios problemas”.
La gestión de la ex Presidenta está expuesta al examen y la crítica de todos los ciudadanos.
Ello es parte del ejercicio democrático. Con todo, hechas las sumas y las restas, los ciudadanos han aprobado ampliamente la labor cumplida por ella y su equipo de gobierno.
¿Qué más quiere Ominami?
¿Un acto de contrición? No faltan los motivos de insatisfacción por esto o lo otro, pero, a la hora del balance, es indudable que Michelle Bachelet cumplió una gestión exitosa, asociada por la mayoría de los chilenos a los valores de la protección social.
No se trata de conformismo, sino de sentido de las proporciones. Es llamativo que algunos anden exigiéndole autocrítica a medio mundo, sin que se les pase por la cabeza la posibilidad de rendir cuentas ellos mismos.
En los hechos, Ominami siembra dudas sobre los merecimientos de Michelle Bachelet para recibir el respaldo que muestran las encuestas después de 18 meses de haber dejado La Moneda.
Es evidente que la eventual candidatura de la ex mandataria no calza con sus planes. Sólo queda constatar que la política puede adquirir formas retorcidas: en este caso, enrarecer el ambiente para que la principal figura de la coalición que él detesta no llegue a postular.
El plan de demolición salta a la vista: “Hace mucho tiempo que no tengo ilusiones en el PS.
De hecho creo que el Partido Socialista inició, inexorablemente, su ida hacia la decadencia política”.
Pues bien, hace apenas dos años Ominami hizo todo lo posible por postular de nuevo al Senado en representación de ese partido, aunque pidió que le permitieran proclamar a su propio candidato presidencial. No pudo conseguir esto último, y entonces abandonó las filas socialistas.
El ex senador sostiene que los liderazgos se prueban en los momentos difíciles.
Tiene razón. Y no se necesita demostrar que Michelle Bachelet enfrentó varios momentos duros durante su mandato, frente a los cuales no se dejó atemorizar. Pero, en fin, cada uno tiene derecho a defender su propia idea de líder; en la última elección presidencial, él demostró tener una concepción muy concreta de las características que debía reunir un aspirante a Jefe de Estado.
En la misma entrevista, Ominami calificó a la Democracia Cristiana y al Partido Socialista como “eje conservador”.
Ya que el PRO parece no haber cumplido con las expectativas, las esperanzas están puestas en la liquidación de la coalición real con el fin de inventar una entidad más cercana a sus inclinaciones.
La discusión sobre la continuidad de la Concertación interesa a cientos de miles de chilenos que se han identificado con ella tanto en las duras como en las maduras, y que tienen claro que cualquier proyecto de futuro debe partir por fortalecerla, no por destruirla.
Ojalá el PS, la DC, el PRSD y el PPD lo entiendan así.
La alfombra roja no está extendida para nadie. Eso es algo que resolverán los ciudadanos.
Frente al reto de 2013, la centroizquierda deberá efectuar una primaria abierta, que permita una amplia participación, y ofrecer una vía coherente de progreso, que conquiste la confianza de la mayoría del país.