“Ser conservador, es preferir lo familiar a lo desconocido, preferir lo experimentado a lo no experimentado, el hecho al misterio, lo efectivo a lo posible, lo limitado a lo ilimitado ,lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo excesivo, lo conveniente a lo perfecto, la risa presente a la felicidad utópica… Los cambios pequeños y lentos le parecerán más tolerables que los grandes y repentinos, tendrá en alta estima cada apariencia de continuidad”.
Michael Oakeshott, sigue enfatizando que “la disposición conservadora es, pues, cálida y positiva con el disfrute de lo que hay y, correlativamente, fría y crítica con respecto al cambio y la innovación”.
Y esto sería, porque el cambio es “una amenaza a la identidad, y todo cambio es un emblema de la extinción”.
Cada vez que se produce un cambio, aun aceptándolo, sólo se focalizan los efectos catastróficos del desorden asociado.
Esto es, lo que los estudiantes en su lucha por las transformaciones radicales y aceleradas del modelo educativo, dirigidas a aumentar las libertades reales de oportunidades, y no a disminuirlas, como dicen muchos, aún no entienden.
Para esta actitud y talante, las leyes y las instituciones son los sistemas familiares que hay que preservar a toda costa.
Hoy el gobierno es fundamentalmente conservador, aunque con incrustaciones liberales y también progresistas, quizás más cercanas a Renovación Nacional.
Pero Presidente, usted que hizo su riqueza emprendiendo y en el mercado de los valores fundamentalmente con éxito, y por lo tanto, acostumbrado a la toma de riesgos, la especulación, y a cambios turbulentos la mayoría de las veces impredecibles, creo que tiene alma de conservador, pero “aventurero”.
Y la aventura siempre implica, encarar con pasión lo desconocido en pos de un sueño y lo nuevo, aunque a veces, sea una quimera; en este caso, dirigida al bien común.
El problema es que parece haber perdido el gusto por la aventura, o quizás, no puede…¿o simplemente, ya no se atreve?
Recuerde Presidente, lo que nos advirtió Alexis de Tocqueville:
“No puedo evitar temer que los hombres lleguen a un punto en el que cada teoría les parezca un peligro, cada innovación un laborioso problema, cada avance social una revolución, y que se nieguen completamente a moverse”.
Coraje, señor Presidente, no deje que le teman.