Gabriel Valdés Subercaseaux , un señor de grandes gestos nos acaba de abandonar sin mayores aspavientos y nos deja inmersos en mil recuerdos y una gratitud enorme por su vida entre nosotros.
Al igual que muchos, príncipes y mendigos, doctores y sencillos, tuve el privilegio de conocerle, trabajar y recibir su cariño señorial y espontáneo.
Era un desafío seguirle en su bullente creatividad basada en la proyección y en la historia, difícil a veces pues planteaba exigencias.
“Cuando un general dice adelante, los soldados obedecen y le acompañan”, me dijo a la salida de un encuentro en la Embajada Británica por los años 85, cuando me vio dubitativo sobre su segundo período como Presidente de la DC.
Le seguí como buen soldado, y él abría la historia con gestos y palabras inolvidables, como en el lanzamiento de la Alianza Democrática en el gran comedor del Círculo Español.
-¿Qué te parece el lanzamiento de la candidatura de Gabriel? le escribió en una servilleta don Nacho Palma a su colega Tomás Reyes al otro lado de la mesa. Era uno de los líderes de esa generación de jóvenes católicos sociales, fuertes, testimoniales, comprometidos.
Don Gabriel tenía lo que hoy llaman un relato, convencido y convincente. Con él y su carácter abrió la transición, a punta de diálogo, conversación e inteligente y trasparente negociación.
Un 10 de Septiembre de 1991, o algo así, con su ayuda como Presidente del Senado y siendo yo Ministro de Salud, logramos aprobar en un solo día un reajuste y la modificación de las plantas de los trabajadores del sector.
Ya era tarde y nos arrancábamos de Valparaíso con el Senador Ruiz Esquide, cuando llega corriendo un carabinero de la guardia y nos dice que el Presidente Valdés nos llama. Llegamos a su comedor y me espeta:
“Mal agradecido, te arrancabas sin despedirte, después que te aprobamos tu ley. ¡Siéntate aquí frente a mí ! ¿salmón o filete?”.
En Noviembre de 1992, después de mi abrupta salida del gabinete, me llama y me dice:
“Mi oficina en el Centro de Estudios está libre, el escritorio era de mi padre, úsalos para que escribas tus cartas y hagas tu duelo político”.
Ahí permanecí varios meses, escribiendo cartas, reflexionando sobre lo dura que podía ser la política .En ese escritorio sentí lo hermosa que podía ser la camaradería como la que brindaba Gabriel.