Considero que en las opiniones sobre la actual situación complicada por la que atraviesa nuestro país podemos estar auto otorgándonos facilidades analíticas.
En efecto, muchos se apresuran a definirla como una crisis del modelo y acompañada de un deterioro y crisis de la legitimidad. Palabras más palabras menos, a eso se resume en definitiva el diagnóstico que se tiende a formular, una y otra vez.
Opino que convendría ir más a fondo, definir con mayor precisión los términos utilizados -crisis, modelo, legitimidad- y analizar la interrelación entre ellos.
Desde luego, a mí me parece evidente que estamos en una crisis, en el sentido que existe una situación de cambio social que trae incertidumbres en cuanto a su desarrollo y desenlace.
Las instituciones, los procesos económicos, sociales y políticos funcionan pero con dificultades; los actores se interrelacionan con severas complicaciones; no existe eficacia para enfrentar y resolver los problemas con algún grado de certidumbre en cuanto a los resultados.
Pero ¿se trata de una crisis del modelo? ¿Es que existe un modelo? ¿O se tratará más bien de una especie de espantapájaros creado ad-hoc para poder golpearlo? ¿Será posible que en realidad solamente un sector de la población -no sabemos su magnitud- y algunos analistas, consideren que se trata de una “crisis del modelo”?
El modelo al que se refieren la mayoría de los analistas a que aludo tiende a ser designado como el “modelo neo-liberal”. Pero éste no ha existido plenamente en Chile en rigor.
En el caso de Chile se ha tratado de un esquema económico de libre mercado, abierto al exterior, con énfasis en las exportaciones y en los equilibrios macro-económicos, pero acompañado de participación empresarial estatal y una extensa supervisión a cargo de organismos del Estado – otra cosa es que ésta última no haya operado plena y eficazmente, por nuestra omnipresente tendencia a ignorar la ley o incumplirla o simplemente hacer las cosas mal.
En realidad los mecanismos propios de un “modelo” neo-liberal corregido, con participación y control regulatorio estatal y con mecanismos de defensa de los derechos de los consumidores y de los ciudadanos para evitar los abusos existían desde antes del actual Gobierno.
Tales mecanismos de control no operaron o no lo hicieron bien y ello llevó a la crisis.
En tal sentido, mi opinión es que se trata de una crisis gatillada por los innumerables abusos –entre ellos los de la colusión de farmacias o el caso de La Polar o el costo del crédito, entre muchos otros- que terminaron por colmar la paciencia de los chilenos, especialmente de los sectores medios, que vivían -pero ya no viven más- insertos en una cultura de la apatía, la desorganización y la inexpresión.
A mi juicio, por el lado político, los políticos y los partidos políticos, no percibieron el origen, la fortaleza de los actores sociales y la intensidad de la crisis y, hasta ahora, han sido incapaces de enfrentarla y resolverla.
Pudiera ser entonces que en definitiva las movilizaciones y demandas que se expresan actualmente no fueren necesaria ni tampoco mayoritariamente contra el modelo. No lo sabemos con certeza.
Más bien serían –según la hipótesis alternativa que propongo- contra los abusos cometidos, contra las ineficiencias de los controles y a favor de ser incluidos en el modelo y en sus beneficios que, como por ejemplo en el caso de la educación universitaria, se hicieron imposibles de costear por los segmentos sociales medios de la población chilena.
Queda pendiente aquello de la crisis de legitimidad.