Hemos visto por la prensa cómo el ministro de Salud Jaime Mañalich se contradijo, de manera flagrante, respecto a la huelga de hambre de los estudiantes de Buin.
La semana recién pasada manifestó su preocupación cuando ya se cumplían más de 30 días del ayuno deliberado, e incluso, acusó a uno de los apoderados de asesino y agradeció a Gloria Negrete y al resto de los estudiantes cuando abortaron con la medida de protesta.
Hoy, sin embargo, vemos al mismo ministro negando dicha situación, espetando ante toda la opinión pública que nunca hubo tal huelga de hambre, salvo la que sostuvo la joven de 19 años.
Cuestionamientos que, por lo demás, se realizan pese a los testimonios que se tienen del cuerpo médico del hospital de Buin y los informes acerca de la situación calórica de los estudiantes.
Pero el punto no queda ahí. Esto va más allá de una vuelta de carnero, que carece de todo discernimiento.
Lo preocupante aquí y que merece mayor atención es la voluntad que expresa este Gobierno, representada en la figura del señor Mañalich.
Porque una cosa es cambiar de una semana a otra de opinión, arrastrando en el intertanto una serie de descalificaciones, dimes y diretes, pero la otra, más grave y decidora, es decir que todo un grupo de jóvenes, que representan las demandas de otros cientos y miles de estudiantes, miente.
Ese ánimo de descalificar y esa intolerancia es lo que impacienta y nos lleva a preguntarnos cuál es la real voluntad de las autoridades ante el escenario de polarización que se ha creado y en donde ministros como el de Salud lo único que hacen es profundizar esa brecha.