En medio del proceso de movilización estudiantil, entre tantos reportajes, noticias, estudios, entrevistas y columnas que se han conocido -si se está interesado- uno no para de aprender sobre el tema.
A diario surge nueva experiencia comparada, se hacen análisis sobre la realidad educativa en el país, se visibilizan necesidades a distinto nivel educativo. Al escuchar tantas opiniones y argumentos cobra mucho sentido cuestionar los propios.
La problemática educacional es tan amplia y diversa, que prácticamente nadie puede tener una opinión completamente formada al respecto.
Si no eres un estudioso de la educación, un investigador en el área, un profesor o director de escuela o liceo, un técnico del ministerio o del municipio, no sabes mucho de educación. Y aunque estés metido en el tema, difícilmente sabes TODO de la educación. Hay mucho que se puede aprender antes de proponer.
Los líderes estudiantiles que participan desde un comienzo en las movilizaciones se han visto inmersos en un proceso de aprendizaje notable.
Llevan más de 4 meses pensando y respirando la educación y sus problemas. Han participado de asambleas, mesas de trabajo, solicitado asesoría e informes técnicos sobre distintas temáticas y, claramente, han aprendido. Están expuestos a nueva información y la hacen parte de su discurso.
Hoy escuchamos las razones detrás de la demanda por educación gratuita, por fin al lucro, por reformas al sistema político y vienen acompañadas por argumentos que tienen menos de ideológicos y más de técnicos.
Escuchamos explicaciones razonables y entendibles, cifras y porcentajes, citas de investigaciones y nombres de autores.
Lo más destacable es que en este proceso de aprendizaje se ha logrado vincular demandas por un área social específica con críticas mayores al sistema político. Mantenerse en la discusión y diálogo ha permitido tener una idea del big picture antes que muchos, entendiendo que para lograr reformas en serio en la educación hay que buscar cambios mayores en aquellos mecanismos que permiten efectivamente hacer los cambios.
Los líderes del movimiento están haciendo su pega y se someten a un ejercicio de aprendizaje y apertura a la información que se echa de menos en el mundo político.
Sus demandas y propuestas podrán no ser la verdad única y absoluta, pero dejaron ya de ser un simple reclamo o la repetición de conceptos abstractos o utópicos.
El argumento de que los estudiantes no saben lo que quieren ya no se sostiene. Tal vez, desde la lógica de alguien miope, todo lo que escapa a su perspectiva carece de sentido, está mal.
Y en esa misma lógica, no es razonable pensar más allá de lo que se conoce y, si hay problemas evidentes en un modelo o estructura imperante, los esfuerzos deben ser solo para corregir.
Ante la demanda por reformas profundas (reformas “fundacionales” de verdad) hay quienes rechazan los argumentos nuevos y en principio radicales puesto que significa pensar en algo diferente, que no se contemplado y no vale la pena tematizar.
Resulta más fácil defender lo que se tiene y conoce, menospreciar los argumentos del otro, ningunear. Así es menor el esfuerzo y el riesgo.
Cuando los dirigentes del movimiento estudiantil van a la Comisión de Educación del Senado hacen patente la crisis del sistema político.
Estos chicos que no saben cómo son las cosas fueron a dictar cátedra a los sabios representantes y designados que no supieron responder a la altura del desafío. Porque desde sus enclaves de poder no pretenden cambiar de opinión y aceptar que dicha opinión no es informada.
Muchos políticos ya no se someten a un proceso de discusión y diálogo en sus propios partidos -como sí lo hacen los estudiantes- que los convierta en gente informada en materia de educación y que les permita proponer y cuestionar lo que hay.
Porque no están obligados, porque no hay incentivos para hacerlo, porque no hay premio en informarse. Ellos no ganan nada con ello, a diferencia de los estudiantes quienes lo ganan todo.
Algunos tampoco están abiertos a aprender y cuestionar sus opiniones dado que sienten orgullo por lo que han hecho y abrirse a reformas significa reconocer errores. O porque simplemente tienen intereses que hacen que sea más conveniente que nada cambie.
Si al principio parecía poco acertado mezclar reformas políticas con reformas educacionales, este tipo de situaciones no hace sino darle la razón a los estudiantes.
Y la idea no nace de la nada, se forja en un proceso de aprendizaje sobre la magnitud del problema del cual todos debemos intentar participar, más aún los políticos.
Poner nuevos temas en la discusión nacional ha sido el primer gran logro de las movilizaciones de este año. Junto a las marchas, paros y tomas se han generado espacios de discusión y debate importantes y la atención de gran parte de la ciudadanía.
Está en cada uno aprovecharlos e informarse para luego influir como votante, como líder social o político, como intelectual.
Por ahora, parece que los que más esfuerzo ponen en aprender y más saben de educación, son aquellos que esperan recibirla.