Levadura del primer gran estallido social del siglo 21. Igual que sus bisabuelos en los años 1950 a quienes cantó Violeta. Como sus abuelos en los años 1960. Sus padres no iniciaron el último estallido del siglo pasado, que en los años 1980 derribó a Pinochet. Ese lo detonaron los mineros.
Sin embargo, fueron de todos los que más lucharon y en las condiciones más peligrosas. Lo pagaron bien caro. Chile todavía está en deuda con la heroica “Generación del ’80.”
Esta vez se pasaron. Nunca antes hubo una movilización tan masiva. Aguantaron tres meses a pulso. Cuando parecía que se les acababan las fuerzas, la represión a la Jornada del 4 de Agosto les inyectó adrenalina.
Pasará a la historia igual que el 2 de Abril de 1957. Precipitó la entrada del pueblo a la pelea. Así ocurre generalmente cuando la ola va en alza. Eso lo sabe cualquiera que haya vivido estos grandes ciclos de actividad política de la ciudadanía (*).
Esto se veía venir. Ahora la cosa está lanzada. No se va a detener hasta remover la gran tranca. Destrabará la democratización del sistema político. Esa es la madre del cordero.
Sin embargo aún la solución más sencilla resulta acá en palabras mayores.
Como consagrar el derecho ciudadano a convocar plebiscitos, tal como existe en muchos países. No va a ser fácil porque lo que viene después toca a los pescados gordos. No quieren soltar la teta, como dijo uno que los conoce muy bien. Sin embargo, todos saben que al cabo de un tiempo y muchas peleas, se va a lograr igual.
¡Que vivan los estudiantes! Por ahora, el gobierno tiene un asunto más inmediato que atender: abrir un cauce para que puedan regresar a clases. A punta de marchas y cacerolas, finalmente el Ministro del Interior se ha manifestado dispuesto a instalar una mesa de trabajo. “Hoy a la hora que digan… díganme dónde y ahí estaré,” ha declarado el vocero. En buena hora. Los estudiantes y rectores lo venían pidiendo desde hace semanas.
Como ha sugerido Manuel Antonio Garretón, ex presidente de FEUC e inspirador de la Reforma de la UC en los años 1960, hay que constituirla bien.
El gobierno debe negociar seriamente con los actores del movimiento social: estudiantes secundarios, universitarios y de post grado, profesores, académicos y no académicos, principalmente.
Son ellos y no otros los que mueven la cosa. La mesa tiene que afirmar aquello ya ganado y definir un camino para dirimir democráticamente los puntos en disputa.
Puede consignar varias demandas que el gobierno ya ha aceptado en su respuesta de 21 puntos al petitorio de los estudiantes.
Se modificará la constitución para garantizar el derecho a la educación de calidad.
Se eliminarán las trabas legales a la organización estudiantil y al cogobierno.
Una nueva Superintendencia hará cumplir la ley que prohíbe el lucro en las universidades.
Se reducirá la carga económica sobre las familias.
Se aumentará el aporte basal a las universidades públicas y en especial a las estatales.
Se desmunicipalizará la educación básica y media.
Se incrementará el presupuesto anual de educación al menos en 3.000 millones de dólares al 2014, es decir, al menos en un 9 por ciento real anual. También se ha hablado de un fondo de cuatro mil millones adicionales. Y algunas otras.
Son más las discrepancias, desde luego. Por algo las comunidades universitarias rechazaron la propuesta gubernamental en forma unánime. El movimiento exige eliminar el lucro en todo el sistema educacional y voces del gobierno han insistido que quieren discutir su legalización también en las universidades.
Contrariando a su propio Ministro, los partidos de gobierno han dicho que en la Constitución basta con “velar” no más, en lugar de garantizar la educación de calidad.
Tampoco se ha explicitado de qué forma se va a implementar dicha garantía.
No se ha dicho en cuanto va a reducir la carga que hoy agobia a las familias. Los estudiantes han exigido condonar al menos la mitad de la deuda existente y rebajar los aranceles consecuentemente, con gratuidad para los tres quintiles de menores ingresos.
Tampoco se ha precisado en cuanto va a aumentar el presupuesto basal de las universidades públicas. Los rectores exigen al menos la mitad del presupuesto. Menos se ha precisado el aporte adicional a los planteles estatales.
El gobierno quiere destinar la mayor parte del nuevo financiamiento a reducir un par de puntos la tasa de interés de los Créditos con Aval del Estado. Los estudiantes exigen terminar con este mecanismo que considera escandaloso.
A su costa y la del Estado sólo ganan los bancos y casi todo termina en lucro de instituciones privadas; la mitad en solo tres de éstas.
El gobierno quiere seguir experimentando con los colegios públicos. Ahora quiere traspasarlos a unas estructuras raras que no dependen de nadie. Financiadas igual que hasta ahora mediante “vouchers.”
El movimiento exige su restitución plena al Ministerio de Educación y la reconstrucción de un servicio nacional de educación pública, moderno, centralizado y descentralizado al mismo tiempo. En breve tiempo debe instalar un colegio público y gratuito de excelencia en cada barrio de cada ciudad y pueblo de Chile.
El gobierno propone aumentar el subsidio a la demanda mediante créditos a los estudiantes de educación superior técnica y profesional. Para que sigan lucrando un par de instituciones, una de las cuales era estatal y fue regalada por Pinochet a una secta sin pago alguno.
Los estudiantes han propuesto extender a todo el país la experiencia del CFT de Lota-Arauco, el único público y gratuito del país. Han mostrado que basta un incremento de 7 por ciento del presupuesto educacional para duplicar de este modo la cobertura terciaria total.
Y así sucesivamente. En síntesis, el gobierno insiste en mantener un esquema de privatización fracasado mientras el movimiento exige la reconstrucción del sistema nacional de educación pública en todos los niveles.
Claramente la abrumadora mayoría del país apoya lo último. De hecho, es algo que conviene a todos los sectores, a excepción del reducido grupo de sostenedores que lucran con el sistema actual.
Sin embargo, difícilmente la mesa de trabajo logrará zanjar estas diferencias. Lo que si puede hacer es concordar mecanismos democráticos para ello, como sugiere el Premio Nacional de Humanidades, Manuel Antonio Garretón.
Parece el momento preciso para dar este paso. Los otros vendrán después.
Manuel Riesco (*)
44 Aniversario de la Toma de la Casa Central de la Universidad Católica de Chile
(*) Esta nota ha sido revisada por el equipo de educación de CENDA.