La crisis de la política, de los partidos políticos, del Gobierno y la Oposición, de la estructura política democrática actual, a que me he referido en artículos anteriores, se agrava día a día y tiende a convertirse, poco a poco, en la crisis de Chile.
Ante tal crisis, un ex Presidente llega incluso a expresar, en el contexto de los problemas de corrupción, poca transparencia y otros que él percibe, que el país está al borde de la ingobernabilidad.
Pienso que el ex Presidente Eduardo Frei R-T tiene derecho a expresarse como hizo; más aun, a mi juicio, tiene la obligación de hacerlo, puesto que es sumamente grave si el país está en tal trance. Se trata además de un asunto que importa no solo al Gobierno, también a la Oposición y al país entero.
El lugar en que lo haya dicho, a mi juicio, no tiene mayor importancia; en este caso, como en otros, hemos percibido y criticado lo adjetivo y no la sustancia del asunto.
En fin ¿será que nuestro país es uno que no da tregua y que en definitiva una mayoría de los ciudadanos comunes, de la posición socio-económica o política que sea, deben estar de modo casi permanente algo así como perplejos e inermes en política y vivir de crisis en crisis y resistir para tratar de vivir la vida buena según cada cual la defina?
Los que hayan vivido sus vidas de jóvenes adultos, adultos y ahora viejos, comenzando desde mediados o fines de los años 60 del siglo pasado entenderán, sin necesidad de entrar en detalles, aquello de que Chile es un país sin tregua. Los jóvenes, que están comenzando ahora, quizás ya lo comprenderán.
Sin embargo, hasta no hace mucho, incluso hasta la primera parte del Gobierno del Presidente Sebastián Piñera, existía una especie de optimismo rampante.
Chile estaba en el umbral del desarrollo, bajaban los niveles de pobreza y extrema pobreza, los índices de crecimiento económico eran buenos, rescatábamos a los 33 y nos convertíamos en un país estrella de nivel mundial, el concierto de las naciones nos aplaudía y señalaba como ejemplo de país subdesarrollado a punto de lograr el desarrollo y de ser el primero de nuestra América Latina en así hacerlo, Chile se incorporaba al selecto grupo de países de la OECD, etcétera (no muy largo).
Y ahora se ha producido el retorno a las calles, a las movilizaciones masivas acompañadas casi siempre de violencia, en pos de demandas sociales legítimas e innegociables; la represión de carabineros en pos del también legítimo orden público; la crisis total de la educación; los insolubles problemas de salud pública; la delincuencia; los abusos de todo tipo, incluyendo los económico-financieros, léase, entre otros, el caso de La Polar; la incapacidad de los políticos, de la política y de la actual estructura política democrática para representar y hacer participar a la ciudadanía y así enfrentar y resolver los problemas más acuciantes; la tendencia a declarar no válidos a los interlocutores; los grados crecientes de agresividad y polarización; etcétera (un largo etcétera).
No sé si exista una bipolaridad societal, esto es, propia de la sociedad.
Pero, de existir, la descripción de los párrafos anteriores podría ser un ejemplo preclaro de ella. Siempre y cuando se comparta tal descripción, debo reconocer, por supuesto.
Por mi parte, no tengo más proposiciones de respuesta que aquellas sugeridas en anteriores columnas sobre el tema político.
Además, considero que la política ha comenzado a quedar desconectada de la sociedad. Por eso comparto la tesis que estamos al borde de la ingobernabilidad.
Y es extraño que algo así pueda ser ya que los chilenos hemos sido unos avanzados en política. Desde ella construimos la sociedad que tenemos. Desde ella hemos salido de situaciones terribles, como la dictadura militar, y regresamos a la democracia política imperfecta que tenemos.
Pero, en el ámbito socio-económico y cultural hasta ahora hemos sido incapaces de construir una sociedad más inclusiva, en que los éxitos económicos ya obtenidos y los que se obtengan alcancen y satisfagan a más amplios sectores de la sociedad.
Allí, pienso, puede estar la clave para entender y comenzar a resolver la amenazante ingobernabilidad, con más y mejor democracia política, no con menos.